Por Sebastián Rivas Diciembre 13, 2012

-Dice que era hora de cambiar.

Entremedio de piruetas y demostraciones de saltos en el Parque Bicentenario, Tomás González cuenta que quería un cambio, un nuevo look. Que seis años con el mismo bigote eran suficiente. Por eso, hace un par de semanas se afeitó. 

Y retoma sus acrobacias y saltos en el pasto. Ni sus shorts de blue jean ni las hawaianas que ese día lleva puestas se lo impiden. Intenta inmortalizar esos saltos frente a una cámara fotográfica, mientras se da un tiempo y se explaya sobre su “nueva vida”.

Porque la cara afeitada de González no es su única transformación. En estos tres meses que han pasado desde que participó en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 -donde obtuvo el cuarto lugar en salto y también en suelo-, el gimnasta ha craneado una serie de proyectos para sacarle partido a su buen desempeño en la pasada cita olímpica: recorre el país dando charlas motivacionales a empresas y colegios. 

Es el lado bueno de la fama, dice. Aprovechar las oportunidades que se presentan. Consciente de que esa racha tiene fecha de caducidad, a fines de agosto -y apenas terminó su tour por algunas ciudades de Europa-, González comenzó a buscar nuevos proyectos y se juntó a conversar con posibles sponsors para el 2013: este año vencen los contratos con sus auspiciadores. En esto, su madre, Marcela Sepúlveda, ha sido clave. Ella es su asesora, su mánager y la representante legal de su empresa, Deportes e Inversiones Tomás González Ltda.

Juntos diseñaron un modelo de trabajo que le permitiera recolectar fondos del sector privado. Al comienzo, no tenían muy claro qué hacer. Hasta que el mes pasado, Sodimac lo contactó para que hiciera una charla motivacional a sus empleados. “Me ven como un buen ejemplo, por mi historia de esfuerzo. Usan mi experiencia de superación, porque sin tener colchonetas donde entrenar, llegué lejos”, cuenta. 

 

De eso habló en Sodimac.

Tras el éxito de la charla, González y su madre se propusieron seguir haciendo presentaciones a compañías, pero decidieron agregarles un ingrediente más. “Si una empresa está interesada, mi mamá hace el nexo con algún club o colegio de la zona y ahí doy una segunda conferencia. La empresa financia ambas charlas”, explica. Además de Sodimac, ya ha expuesto en Enersis y Paneles Arauco, y ha recorrido varias ciudades del país, entre ellas Coyhaique, Concepción, Copiapó, y luego irá a La Serena.

Su madre agrega: “Nuestra idea es acercar a Tomás a los niños. Si no se hace ese trabajo, se olvidarán de él hasta que vuelva en los próximos Juegos Olímpicos. Él hoy es un semillero y hay que aprovecharlo para incentivar a los menores. Para que no pase lo mismo que pasó en el tenis. Tiene que haber reposición”.

De vez en cuando, además, González se reúne con posibles inversionistas para cumplir su sueño: levantar una escuela para deportistas de alto rendimiento. “Eso y Brasil 2016 son los dos focos de mi vida”, asegura.

Aunque aún es un proyecto, el deportista sabe que tiene que “aprovechar la racha” que le dejaron los juegos para “tentar” a algún sponsor, socio o financista en esta iniciativa. “Mi sueño de niño era entrenar en un gimnasio de verdad. Y en eso me enfoco, en dar a Chile algo de primer nivel. No puede pasar mucho tiempo. Muchas mamás se me acercan para preguntarme dónde pueden entrenar sus hijos. Y, la verdad, no hay dónde”, relata.

 

Más Farkas para Chile

En estos meses, González también se ha dado tiempo para reflexionar: de su vida, su futuro y del deporte nacional. Para él, la única fórmula de sacar adelante a los deportistas es vinculando esta atividad a la empresa privada. “Ojalá las compañías se arriesguen un poco más. En este país donde el fútbol es todo, y donde todas las lucas se van para allá, yo demostré que se puede sacar un resultado de primer nivel en otras disciplinas. Pero en esto, el rol de la empresa es clave”, indica. 

Lo dice con conocimiento de causa. González recuerda que para él todo partió el 2009, luego de ser finalista de la categoría “suelo” en el Mundial de Gimnasia Artística en Londres. Era la primera vez que llegaba a esa instancia y obtuvo el séptimo lugar. Al mes siguiente, había otro torneo internacional, la Copa del Mundo de Stuttgart. Sin embargo, la Federación Deportiva de Gimnasia de Chile (Fedegichi) no lo inscribió por un supuesto olvido. El episodio provocó la indignación del deportista, quien sólo tras la intervención de Neven Ilic, presidente del Comité Olímpico de Chile, logró subirse al avión y participar. En ese concurso obtuvo medalla de plata.

A la vuelta decidió hablar sobre su frustración. Durante una conferencia de prensa dijo que se sentía poco apoyado por las instituciones deportivas y pidió ayuda al sector privado. Acusó que en Chile se necesitaban “Farkas” para apoyar el deporte. Aunque González dijo aquello medio en broma, el rubio empresario se lo tomó en serio: a los pocos días se contactó con el gimnasta, desembolsó $80 millones y compró aparatos para que entrenara. Al poco tiempo aparecieron nuevos sponsors, entre ellos Kia.

Hoy González lo agradece y asegura que sin ellos, probablemente su historia sería otra. “Porque desde el 2007 yo recibo el mismo sueldo de Chiledeportes ($ 700.000 mensuales). Ni las medallas, ni las copas del mundo, ni los Juegos Olímpicos sirven para mejorarlo. La solución llegó con el apoyo de las empresas. Es un gran respaldo e incentivo, incluso a veces hay bonos por resultados”, asegura.

Por lo mismo, y en señal de gratitud, apenas llegó de Londres fue a la oficina de Farkas para agradecerle. Le tenía una foto enmarcada con una nota de agradecimiento. “Pero estaba de viaje. Es algo que tengo pendiente”, indica.

 

La meta: Río 2016

Para Tomás González no ha sido fácil asumir su nuevo perfil mediático. Dice que en estos tres meses ha recibido cientos de invitaciones, llamados y ofertas para solicitar su participación en eventos. Su madre es quien filtra esos convites. “Tomás tiene que concentrarse en lo suyo, para lo otro estoy yo”, cuenta Marcela Sepúlveda. Es ella quien decide a qué medios dar entrevistas y a cuáles no. A qué paneles asistir y de cuáles desistir. “Muchos me hacían preguntas polémicas y ponían temas de los que no me interesa hablar”, relata el joven.

Para González atrás quedaron las peleas con la federación. Dice que su relación con ellos hoy es “normal”. Y no profundiza más. Tampoco habla de los roces que tiene la institución con su entrenador, el cubano Yoel Gutiérrez, ni se complica cuando le dicen que es conocido por ser un hombre conflictivo. Dice que aprendió a bloquear. Y que no permite que nada externo lo aflija. “Hoy en día pocas cosas me afectan. Siempre aparecen problemas y distractores que pueden influir en mi desempeño, pero como crecí en un mal ambiente para deportistas, me acostumbré a convivir con los problemas. Tomo lo que me sirve y lo que no, lo dejo pasar. Al final soy yo el que tengo que subirme a la barra, y si no estoy bien psicológicamente es peligroso”, reflexiona. Por eso, se focaliza en entrenar. Quiere ir a Río 2016, Juegos Olímpicos que probablemente serán los últimos de su carrera. 

“Quiero llegar a Río, pero voy paso a paso. De a poco voy cumpliendo mis metas. Porque a pasear no voy, sólo a mejorar lo que ya hice. Por eso si en el camino veo que no estoy rindiendo como quiero, voy a ser el primero en decir: no voy”, asegura.

Para que eso no ocurra, González se prepara a diario. Cerca de las 9:00 suena el despertador. Entonces, Tommy, como le dicen sus cercanos, toma desayuno: por lo general come avena, huevo, leche, fruta y/o marraqueta, preparados por su padre, Enrique González, el “chef” de la casa. Después de eso llega al Club Manquehue, en Vitacura, donde entrena hasta las 1:30 p.m. Eso lo complementa con sesiones de kinesiología, acupuntura y masajes de relajación en el Meds.

En el Manquehue ejercita dos nuevos saltos que quiere estrenar en los próximos torneos: el Mundial de Francia en marzo del 2013, los Juegos Sudamericanos de Chile en 2014, el Mundial Preolímpico en 2015 y los Juegos Olímpicos en Brasil el 2016, entre otros. 

Uno de los saltos que practica es el de tres giros, el cual no lograba completar. El otro consiste en un ejercicio inédito, 100% original. “Estamos en fases iniciales, de metodología, porque es un ejercicio que no existe. Quiero sorprender a todos. Pero son años de práctica hasta que me salga bien”, indica.

También, con la ayuda de su entrenador, está orientado a aumentar la dificultad de su rutina. “Quiero arriesgarme más. No tengo otra opción si es que quiero alcanzar otra medalla. Hoy la gimnasia está a tal nivel, que a veces incluso con caída, los gimnastas que se la juegan por mayor dificultad, tienen más puntaje”, asegura.

 

La marca

Además de cuidar el entrenamiento, el gimnasta está preocupado en cuidar su imagen. Está consciente de que “Tomás González” hoy es una marca que está asociada a la vida saludable, a la superación y al esfuerzo. Eso es lo que proyecta y de lo que habla en sus “giras”. Dice que su marca es “sagrada” porque es algo que quiere proyectar incluso cuando ya no sea gimnasta. Por eso se cuida: de lunes a viernes no sale de noche. A las 10:00 p.m. come y una hora después está durmiendo. 

No quiere cometer los errores que muchos de sus pares deportistas hacen : noches de farra y escándalos faranduleros. A diferencia de ellos, González no se encandila con la fama. Dice que tiene un norte claro, y que de ese foco no se sale. 

Reconoce, en todo caso, que para esto no se esfuerza mucho: no es bueno para las fiestas ni para la vida social. “No soy de estar tanto con gente que no conozco. Me gusta estar dentro de mi núcleo, ahí me desenvuelvo bien. Pero ahora he tenido que acostumbrarme no más. Hago el esfuerzo. Después de Londres todos me reconocen, se acercan y me piden fotos. Ha sido bien invasivo de repente. Esta fama es complicada a veces”, relata.

Una hora después, González cumple su promesa: apenas finaliza la conversación, un grupo de jóvenes se le acerca. Algo tímido, Tomás accede a firmar autógrafos y sacarse más fotos. Apenas sus fans consiguen su “trofeo”, lo dejan. Y González sonríe. “Después de un tiempo todo esto va a pasar. Bueno… es el precio de mis buenos resultados”, concluye.

 

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