Por María Jesús del Pozo Diciembre 6, 2012

 

Caminando para tomar su ubicación para enfrentar el penúltimo penal de la definición de la  Copa Libertadores de fútbol femenino que se disputaba en el estadio de Vitória, Brasil, Christiane Endler, arquera de Colo Colo, pensaba una estrategia para evitar que su contrincante -Rilany Aguiar da Silva, que llevaba la camiseta número seis del Foz Cataratas- metiera el gol. Endler se paró en el área bajo el arco, abrió sus brazos y empezó a aplaudir mientras daba pequeños saltos y se movía de lado a lado. Quería poner nerviosa a su contrincante. La brasilera puso la pelota en el punto penal, miró a Endler y tomó la distancia necesaria para iniciar su carrera. Endler escaló en el desafío: “Te la voy a atajar”, le gritó cuando la número seis corría para pegarle a la pelota. El marcador de la definición desde los doce pasos estaba 4-2 a favor de Colo Colo; era la tercera final consecutiva de Endler y esperaba su primer triunfo. Las apuestas del equipo estaban todas puestas en ella, y mientras se movía en el arco repasaba la estrategia planeada con su entrenador: no elegiría lado; esperaría la pelota. 

Y no la dejaría pasar. 

La arquera estaba confiada. Contaba con su rapidez, su habilidad para enfrentar los penales, su estatura de 1,82 metros de altura y su experiencia.  

 

Terceras oportunidades

Si llegó al fútbol por pasión o por circunstancias familiares, es difícil saberlo. Al menos al principio, cuando Christiane tenía cinco años y su hermano mayor, Nicolás, la ponía al arco para que atajara sus tiros. Según él, ella era la única de sus tres hermanas que aun a esa edad ya tenía habilidades; con la única que lo podía practicar. Todos los fines de semana después de almuerzo se juntaban en la salita de la televisión a ver partidos de fútbol e iban al estadio a cada partido de Universidad Católica. Ambos, junto a su padre, eran hinchas del equipo cruzado, y no se perdían ningún campeonato.

Christiane o Tiane, como le dicen sus hermanos, siempre fue hábil para los deportes en general. Era, dicen, “aperrada”, sin miedo a los riesgos. Practicó tenis, natación, hockey, básquetbol, vóleibol y gimnasia artística. Hasta que finalmente encontró su deporte: el fútbol. Pese a que hace diez años atrás el fútbol femenino no era un deporte muy común en las mujeres, y pensar en algo parecido al éxito era lo mismo que fantasear, Tiane insistió porque era el único deporte que le “llenaba” y la motivaba a tener buenos resultados. A los 10 años participó en su primer equipo en el Estadio Italiano, en donde la mayoría de las veces jugaba como delantera. En su etapa escolar participó también en el equipo de fútbol del colegio y en una liga de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional, ANFP, en la que jugaban las mejores futbolistas de los colegios de Chile. Fue ahí cuando Christiane fue descubierta por un entrenador de la selección chilena de fútbol femenino que la invitó a participar en el equipo Sub 17. 

Entonces comenzó a jugar como portera. Marco Cornez, ex arquero de la UC, fue quien sacó a Christiane de su posición de delantera y le puso los guantes. “Ella tenía muchas habilidades para jugar en el arco debido a su altura y a su agilidad para atajar las pelotas”, cuenta su entrenador, José Letelier. 

El Mundial Sub 20 de fútbol femenino que se jugó en Chile en noviembre de 2008 marcó un antes y después para el fútbol femenino en el país y para Christiane en particular. “La gente empezó a conocer más el deporte y no menospreciaban a las jugadoras como antes”, cuenta Marcela Muñoz, fundadora del fútbol femenino en Colo Colo. Pese a que Chile tuvo el puesto  14 en el torneo -el campeón fue Estados Unidos-, Christiane Endler se destacó como una de las estrellas, y fue reconocida como una de las mejores deportistas del mundial. 

El evento definió su futuro en el fútbol. “Ahí me di cuenta que la adrenalina que sentía antes de cada partido me motivaba mucho y me hacía jugar bien bajo presión, algo que en los otros deportes no sentía. Así que decidí enfocarme el 100% y ver la posibilidad de algo más profesional”, cuenta Christiane.  

Entonces jugó dos años en La Calera, un año en Everton y un año y medio en Colo Colo. Estuvo en tres finales de la Copa Libertadores: una por Everton y dos por el equipo albo, antes de la de este año. Tenía que ser la vencida. 

Luego de haber participado en su primera Copa Libertadores, en 2009, fue contactada por el equipo brasileño para irse a jugar a Santos de Brasil, equipo campeón del torneo. Pero Endler desistió tras visitar las instalaciones en donde se quedaría y evaluar el nivel de los equipos con los que le tocaría jugar: serían similares a los de Chile, por lo que el sacrificio no valía la pena. Al año siguiente recibió una nueva oferta, esta vez más atractiva: la University of South of Florida la becaba en sus estudios universitarios y ella jugaría en el equipo de soccer. Endler no hablaba inglés, pero sabía decir “no”. Y así tuvo que responder. En octubre del 2011 mientras jugaba en los Panamericanos de Guadalajara, nuevamente un profesor de la misma universidad la contactó. Esta vez aceptó. Partió en julio de este año a jugar y estudiar la carrera de Negocios, por un período de cuatros años. “En el equipo no me ha costado adaptarme mucho, pero el estilo de entrenamiento es distinto. Aquí se trabaja más la parte física que la técnica y sólo importa atajar el balón”, cuenta Endler, al teléfono justamente desde la universidad, en Tampa. “Pese a que me gusta más el estilo de entrenamiento chileno, en Estados Unidos estoy feliz, ya que aquí puedo competir con equipos de mejor nivel que en Chile y así practicar más”. 

El problema era seguir en Colo Colo: Christiane tenía pocas probabilidades para defender el arco albo en la Copa Libertadores.  No podía faltar a ninguna clase en la universidad por jugar en un equipo externo; la única posibilidad era aprovechar los días libres del Día de Acción de Gracias, fecha en la que se jugaría la semifinal y final del campeonato. Colo Colo le pagó los pasajes a Endler para que fuera a jugar sin haber participado en los primeros partidos del campeonato. “Para nosotros fue un alivio porque ella nos da la confianza que ninguna arquera nos da”, comenta Juanita Peña, compañera en el plantel colocolino. “Sabe marcar presencia, conoce muy bien lo que hace y para nosotras es como la mitad del equipo”. 

 

El cartón y el futuro

A la mitad del partido frente a Foz Cataratas, Endler empezó a contemplar la probabilidad de que la final se definiera a penales, por lo que repasó la estrategia acordada con su entrenador: tirarse a atajar los primeros penales a la derecha y ,en al menos uno, esperar la pelota antes de elegir lado. 

El partido terminó sin goles. Pese a ser una persona poco expresiva, Endler se acercó a cada una de las jugadoras de su equipo, las abrazó y como líder del grupo les dijo: “Tengan confianza en ustedes, ya hicimos todo lo posible, así que con la mente fría hay que patear al arco confiando en nosotras mismas”. 

Horas antes, cuando salieron del hotel rumbo al estadio, y mientras las jugadoras se subían al bus, Marcela Muñoz,  interceptó a Endler antes de subir al bus y le dijo: “Saca tu sangre alemana y llega bien potente a la cancha, que la tercera es la vencida y tenemos que ganar”. 

Christiane dice que pensaba en eso cuando la jugadora número seis de Foz estaba a punto de pegarle al balón. La veía nerviosa, y contaba con eso . “Cuando comenzó a correr se notaba que le iba a pegar al lado derecho”, recuerda. 

Endler atajó el penal. Luego soltó la pelota y corrió a abrazarse con su equipo.  

Hoy, espera terminar sus estudios en Estados Unidos. Camino a cumplir su sueño, ella sabe que hay un entretiempo de realidad. “El fútbol femenino aún está creciendo por lo que no se puede vivir cien por ciento de eso”, comenta. “Por eso, primero tengo que terminar de estudiar”.

 

 

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