Por Josefina Ríos Octubre 18, 2012

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A comienzos de octubre, un nuevo escándalo sacudió a la Iglesia Católica chilena. Esta vez los dardos apuntaron a su cúpula. Por primera vez, un obispo era acusado de abusos sexuales. El golpe caló hondo: Marco Antonio Órdenes, obispo de Iquique y el más joven de los miembros de la Conferencia Episcopal, era considerado por muchos de sus pares como la promesa para renovar la jerarquía eclesiástica nacional. “Se trataba de un hombre humilde, capaz intelectualmente y excelente en el trabajo popular. Muchos veíamos en él el potencial para que se convirtiera, con el paso del tiempo, en un símil del recordado cardenal Caro”, dice una alta fuente eclesiástica.

Pero las acusaciones del feligrés Rodrigo Pino echaron por tierra “esas esperanzas”. El 8 de octubre, Roma aceptó la renuncia de Órdenes y designó al obispo de Antofagasta, Pablo Lizama, como obispo interino de Iquique.

El espacio dejado en la II Región agudiza un problema que se viene arrastrando desde hace varios años: la lentitud en el proceso para nombrar nuevos obispos. Un tema complejo, considerando que ellos son la máxima autoridad de la Iglesia en las distintas diócesis del país. A ellos les corresponde dictar las directrices, llevar la relación con las autoridades y dar las orientaciones pastorales a sus fieles. Y hay escasez de “savia joven” entre ellos, lo que frena la tan necesitada renovación.

Aunque han manejado el tema con total discreción, desde la Conferencia Episcopal reconocen que es una situación que les preocupa. Los hechos hablan por sí solos: el último nombramiento se produjo en 2010, cuando Jorge Vega fue designado obispo prelado de Illapel. En el intertanto ha habido algunos enroques, como Fernando Chomalí, quien pasó de obispo auxiliar de Santiago a arzobispo de Concepción. “Pero esto es sólo desvestir a un santo para vestir a otro. El problema es que no vemos caras nuevas”, se queja un obispo. 

 

Nunciatura en la mira

Lo normal es que la Conferencia Episcopal chilena esté conformada por 35 obispos. Hoy hay sólo 31, de los cuales cuatro ya presentaron su carta de renuncia voluntaria. Esto, porque cumplieron 75 años, edad que el derecho canónico establece para realizar este trámite, a la espera de que la Santa Sede resuelva el tema. En algunos casos, posterga la decisión; en otros los reemplaza rápidamente. Ellos son Manuel Camilo Vial, de Temuco; Manuel Donoso, de La Serena, y su auxiliar Luis Gleisner; y Gaspar Quintana, de Copiapó, quien pese a su delicado estado de salud ha debido mantenerse en su cargo. A ellos se sumará este año Enrique Troncoso, obispo de Melipilla.

Desde la Conferencia Episcopal aseguran que ellos sí han hecho el trabajo. Han confeccionado todos los años las listas con “candidatos” y se las han enviado al nuncio. Por eso, muchos obispos coinciden en que “el cuello de botella” para los nombramientos está en la Nunciatura.

Pero eso no es todo. Mientras el cardenal Francisco Javier Errázuriz llegó a contar con cuatro obispos auxiliares en la Arquidiócesis de Santiago, hoy monseñor Ezzati tiene sólo tres. Y menos, porque Andrés Arteaga está prácticamente retirado debido a la complicada enfermedad que lo aqueja. Por eso, se dice que la principal diócesis del país necesita dos nuevos auxiliares. Nombres de consenso hay pocos.

Asimismo, es sabido que el obispo de Rancagua, monseñor Alejandro Goic, ha solicitado en varias oportunidades un obispo auxiliar para su diócesis, con nulos resultados. Tal como lo ha hecho, últimamente monseñor Fernando Chomalí, luego de que el auxiliar de Concepción, Pedro Ossandón, fuese redestinado, en el mismo cargo, pero ahora en la capital.  

Desde la Conferencia Episcopal aseguran que ellos sí han hecho el trabajo. Han confeccionado, religiosamente, todos los años las listas con “candidatos” para ocupar estas vacantes. Dicen que lo hacen en completo sigilo, sin dejar actas y consensuando los nombres antes de enviarlos  al nuncio. Éste tiene la misión, tras un periodo de consulta, de mandar una terna al Vaticano. Por eso, muchos obispos coinciden en que “el cuello de botella” para los nombramientos ocurre en la Nunciatura.

Algunos van más allá: acusan al ex nuncio en Chile Giuseppe Pinto de haber trancado la renovación de la jerarquía. “No cumplió las expectativas, se dedicó a acumular papeles y demorar los procesos. A lo más, visitó una o dos diócesis sin lograr empaparse con la realidad chilena”, explican desde la conferencia. Otro obispo agrega: “Pinto no fue un buen nuncio. Creo que lo designaron en Chile sólo por su cercanía al cardenal Angelo Sodano”.

En el último año, el nuevo nuncio, Ivo Scapolo, se ha dedicado a recorrer el país. “Es un hombre inteligente y muy preocupado. Quiere conocer la realidad, quizás por eso tampoco ha apurado los nombramientos, que se hacen cada vez más urgentes”, matiza un diplomático, que conoce desde cerca los procesos en Roma.

 

Los bandos

Hay otras razones que explican esta crisis. Ellas apuntan, entre otras, a los estragos que causó el caso Karadima. Cercanos al Vaticano aseguran que la Santa Sede, desde 2006 -año en que conoció las primeras acusaciones contra el ex párroco de El Bosque- “afinó” el ojo para los nombramientos  en Chile. “Más de 50 sacerdotes del alero Karadima fueron ordenados durante las últimas décadas. Casi todos cumplían con los cánones imperantes para transformarse en obispos. Hoy es impensable que alguno de ellos llegue a un cargo como ése”, dice un experto en materias de la curia.

Pero hay un tema más profundo, y que a muchos prelados les cuesta reconocer: los bandos al interior de la jerarquía. Las diferencias se dan en materias políticas y de orientación doctrinaria, donde algunos son más proclives al conservadurismo y otros al mundo social.

Estas diferencias, por ejemplo, quedaron a la luz hace algunas semanas cuando el comité permanente de la Conferencia Episcopal publicó la carta pastoral “Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile”, con un claro énfasis hacia la izquierda, oponiéndose al modelo imperante y sin dar crédito a los avances que ha realizado este gobierno en desarrollo económico y creación de empleo. Si bien ningún obispo reclamó formalmente, dentro de la Conferencia Episcopal muchos la vieron con ojos críticos. “El propio monseñor Ezzati dijo que no se trataba de un documento doctrinal, por lo tanto no es vinculante para los católicos, es decir, tenemos derecho a pensar distinto”, recalca un obispo, quien contradice la versión oficial, que hablaba de un pleno consenso sobre el contenido de la misiva. 

Iglesia en pausa

Estos matices se intensifican cuando el nuncio comienza la etapa de consultas para establecer la terna que  enviará al Vaticano. De hecho, en más de una oportunidad ha sucedido que la Congregación de Obispos en Roma -entidad que propone al Papa los nombres para que designe finalmente a los obispos- devuelva la propuesta realizada por su embajador, al considerar que las consultas fueron hechas a personas ligadas sólo a uno de estos “bandos”, ya que se pierde la objetividad necesaria.

Asimismo, el otro problema que se genera es que en el periodo de consulta los bandos neutralizan los nombres de uno y otro lado. “Se exacerban los defectos y los conflictos por sobre las virtudes necesarias para el cargo”, reconoce un obispo. Es más, muchos apuntan al cardenal Medina como una poderosa influencia “y uno de los principales filtros” en el Vaticano: quienes lo conocen aseguran que, por su calidad de cardenal y su cercanía a Angelo Sodano, sigue siendo una importante fuente de consulta al momento de elegir un nombre. “Es tan activo, que constantemente manda reportes al Vaticano con las declaraciones de la Conferencia Episcopal y la actuación de distintos sacerdotes”, añade una fuente eclesiástica que alega: “Aunque hoy tiene menos ascendencia en la Santa Sede, es común que Medina vete a los candidatos más progresistas”.

Por eso, muchos coinciden que los religiosos que tienen una posición vehemente en los diversos temas tienen pocas posibilidades de escalar. Hay quienes aún recuerdan las declaraciones que hizo, hace algunos años, el sacerdote Rodrigo Tupper en contra del cardenal Medina. “Pintaba para obispo seguro, pero se equivocó: es inconcebible que alguien dispare contra un cardenal”, revela un prelado. Aunque por muchos años se pensó que monseñor Cristián Precht era descartado también, por su clara identificación política, una alta fuente eclesiástica reconoce que su caso es muy distinto: “Hace cerca de 35 años un obispo muy cercano a Precht acudió al nuncio de la época para señalarle que pese a su liderazgo y cualidades humanas, el ex vicario de la Solidaridad no podía convertirse en obispo”. La misma fuente agrega que “hoy esa advertencia cobra mucho sentido”.

Hay un tema más profundo y que a muchos prelados les cuesta reconocer: los bandos al interior de la jerarquía. Las diferencias se dan en materias políticas y de orientación doctrinaria, donde algunos son más proclives al conservadurismo y otros al mundo social. Estos matices se intensifican cuando el nuncio comienza la etapa de consultas para conformar su terna.

A la inversa, cercanos a la Santa Sede afirman que el nombre de Francisco Javier Errázuriz tuvo un fast track, precisamente porque era un hombre de consenso: hermano de empresario y de visiones mesuradas, lo que hacía que calzara con lo que buscaban en Roma.

 

¿Futuros obispos?

Estos problemas que enfrenta hoy la Iglesia chilena hacen que muchos se pregunten si sería conveniente que la Conferencia Episcopal fuera la encargada de elegir a los obispos y que la Santa Sede sólo los ratificara. Los que adhieren a esta postura aseguran que este mecanismo dotaría al proceso de nombramientos de mayor transparencia, apertura y conocimiento de los elegidos, empoderando así a quienes los designan en Chile.

En la otra vereda, hay obispos que piensan que si eso sucediera, el proceso se politizaría e incluso se “atenuarían las garantías de idoneidad que un tema de esta importancia requiere”, explica uno de ellos.

Más allá de quiénes elegirán en el futuro a los obispos, hay coincidencia de que los nuevos nombramientos debieran ocurrir más temprano que tarde. De hecho, desde altas esferas de la Iglesia afirman que ello ocurriría de aquí a dos meses.

Ya hay nombres que suenan para asumir algunos de estos obispados: Fernando Ramos, rector del Seminario Pontificio Mayor, tiene muchos adeptos, pues por su cargo, es uno de los hombres de mayor confianza de monseñor Ezzati. El otro que destaca es Marcos Buvinic, quien cumple la misma función que Ramos en Talca. Entre los que podrían aspirar a nuevos cargos se encuentra Santiago Silva, obispo auxiliar de Valparaíso; el obispo de Calama, Guillermo Vera; y el de Punta Arenas, Bernardo Bastres, quienes podrían asumir en diócesis más grandes. Aunque esto está por verse: en la Iglesia está todo diseñado para que los candidatos sean los últimos en enterarse.

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