Por quepasa_admin Octubre 11, 2012

Hace 17 meses, cuando tomó la decisión de dejar la jefatura de la Fiscalía Metropolitana Sur para irse a trabajar a la división de Estudios del Ministerio del Interior, Alejandro Peña (45) cuenta que tenía la intención de llevar una vida de bajo perfil. Distinta a la que tuvo mientras  persiguió a emblemáticas bandas narco, que lo mantuvieron con protección policial durante cinco años.

Sin embargo, con su “cambio de giro” ocurrió lo contrario: rápidamente se cuestionó su llegada al gobierno por la cercanía que tuvo con la tramitación del polémico caso bombas, del que Interior era uno de los querellantes.

De ahí en adelante sus días, hasta hoy, han estado marcados por críticas constantes y un protagonismo excesivo del que, según él, huyó sin éxito. De hecho, mientras ocupaba su oficina en La Moneda, vio cómo el caso bombas lo arrastraba a los noticiarios mientras se derrumbaba en tribunales, al punto que el miércoles pasado la  Corte Suprema le puso la lápida, al estimar que no había pruebas suficientes.

Pese a todo, Peña había logrado afianzarse en Interior. En eso estaba el pasado martes 2 de octubre cuando se enteró del reportaje de Ciper en el que se denunció que un funcionario de su división, el ingeniero Felipe Baeza, había trabajado en la licitación en la que se hacían sobrepagos en la adquisición de equipos para detectar droga. Tres días después, el viernes 5, Peña renunció aduciendo “responsabilidad de mando” y cerró así un período en que dice haber vivido hostigamiento al máximo.

Pero su renuncia no ha implicado en absoluto que regresara al anonimato. Poco antes de esta entrevista, Peña tuvo que declarar en calidad de testigo ante dos ex colegas suyos, los fiscales José Morales y Jaime Retamal, sobre su rol en Interior y los detalles del Plan Frontera Norte, el proyecto estrella para el que fue contratado y que terminó en el escándalo de los sobreprecios.

Peña tiene el rostro cansado, con ese curioso semblante de quien está “tranquilo-nervioso”. Mira con estrés su teléfono celular, que no para de sonar.

A los jefes de divisiones nos presentaban estados de avance, y a veces también se le presentaban al subsecretario Ubilla. Pero la negociación la hacen los representantes de división. Felipe Baeza, como encargado, había llevado adelante el seguimiento y había requerido los vistos buenos

-¿Cómo fue la declaración?

-Sentí que los fiscales están muy a caballo en la investigación. Y creo que con esto ya podemos dar por cerrado el capítulo en cuanto a mi participación. Es poco lo que puedo aportar directamente. Yo puedo dar el contexto de cómo ocurrieron los hechos, pero no tuve, y ojalá quede muy claro, ninguna participación en las licitaciones directas, en sus formulaciones y  en sus decisiones. Menos con los proveedores.

-Si usted afirma que no tiene nada que ver en esto ¿por qué renuncia? ¿No fue como inmolarse?

-No, no, porque mal que mal el Plan Frontera Norte era de la división de Estudios. Y yo, como jefe de la división, tenía que poner mi cargo a disposición y renunciar.

-¿Todo eso lo veía Felipe Baeza?

-Todo eso lo veía un grupo de profesionales de las distintas división del Ministerio, coordinados por él. A los jefes de divisiones nos presentaban estados de avance, y a veces también se le presentaban al subsecretario Rodrigo Ubilla. Pero la negociación la hacen los representantes de divisiones. Felipe Baeza, como encargado, había llevado adelante el seguimiento y había requerido los vistos buenos. Estaba de viaje en Europa cuando pasó esto. Lo llamé de inmediato, pero sólo  me pude comunicar al otro día.

-¿Qué es lo primero que le dice Baeza?

-Que estaba todo en orden, que nos quedáramos tranquilos y que no había para qué preocuparse. Me explicó que los precios del proveedor son superiores porque hay otros servicios asociados por mantención y soporte, entre otros. Incluso, le dije que adelantara su viaje y que tratara de volver antes, pero me dijo que no podía porque ya tenía los pasajes cerrados.

-¿Hasta ahí todo calzaba?

-Claro, pero el segundo reportaje de Ciper dio a conocer los correos electrónicos entre Tecnodata y la empresa Santa Victoria.

-¿Y en ese momento las sospechas recaen en Baeza?

-No. Pero ahí yo vuelvo a llamar a Felipe Baeza y le pregunto por qué pasa esto y por qué pasa esto otro. Él no se acordaba de muchas cosas, entonces le dije: “yo en estas condiciones, renuncio”.

"Ya no soy un objetivo a derrumbar"

Su polémica llegada a Interior

-Usted dijo que sus últimos 17 meses fueron intensos y que pasaron rápido. Cuando renunció señaló que hacía mucho que no descansaba.

-Lo dije porque fue mucho el tiempo en que fui objeto de críticas, de hostigamiento comunicacional por parte de algunos, donde se vivieron momentos bastante tensos. Por todo lo que hacía o dejaba de hacer se me criticaba. La llegada a Interior gatilló críticas descarnadas.

-¿Quiénes lo criticaron?

-Yo he tenido siempre el cuero bastante duro. Pero cuando las críticas se dan de la manera en que lo hicieron algunas personas, no toman en cuenta que detrás de Alejandro Peña hay una familia, hay hijas, hay una señora, hay un entorno de amigos que sufren también esta suerte de estado permanente de hostigamiento y de caricaturizarme. Recién ahora volveré a gozar de la tranquilidad espiritual de no estar en la vorágine.

-¿Ha pensado si fue correcto llegar a Interior desde la Fiscalía Sur?

-Esto lo hicimos de una manera tan transparente y con tan buenas intenciones de lograr formar un buen proyecto, que no podría evaluarlo retrospectivamente, por cuanto las cosas sucedieron de la forma en que ocurrieron. No lo teníamos previsto. Pero mirar hacia atrás y decir “no habría hecho tal cosa”, yo creo que es una variable a considerar, pero dificulto poder retrotraer el tiempo.

-¿No pensó que se iba a generar una polémica, tomando en cuenta que Interior era querellante en el caso bombas?

-Jamás, porque actuamos de muy buena fe. Yo pedí que me dieran un plazo para pensarlo, en especial para ver qué pasaba con el futuro procesal de la causa, porque si me ampliaban la investigación, no me iba a ir por ningún motivo mientras ésta estuviera vigente. Pedí irme en septiembre, para cuando todo el caso terminara. Pero él (Ubilla) me insistía en que no podía esperar, ya que estábamos en marzo y en seis meses había que avanzar mucho.

-¿Cómo era la relación con Rodrigo Hinzpeter?

-Muy esporádica,  para temas muy concretos. Fue una relación muy cordial. Tengo la mejor opinión de él, es un gran líder, un hombre muy inteligente, muy trabajador.

"Creo que mucha crítica se hizo para politizar esto y, más que salpicar a Interior, a través de Alejandro Peña se intentaba provocar daño a Interior. Yo era la excusa. Así lo sentíamos en forma permanente"

-¿Hubo respaldo de Interior frente a sus polémicas por el caso bombas o cree que a veces Alejandro Peña se transformó “en un problema” para el gobierno?

-Creo que mucha crítica se hizo para politizar esto y, más que salpicar a Interior, a través de Alejandro Peña se intentaba provocar daño a Interior. Yo era la excusa. Así lo sentíamos en forma permanente. La verdad es que lográbamos abstraernos. Además, yo no veo noticias justamente por eso. Me ayuda a desintoxicarme y a dejar las malas vibras afuera de la casa.

-¿Por qué su figura ha generado tanto anticuerpo?

-Yo creo que Chile está enfrentando una politización muy extrema, donde un sector, aunque trabaje con el otro sector, es enemigo y hay que atacarlo. Y viceversa. Al país le está haciendo muy mal la politización de las posturas a nivel de los bloques que existen actualmente.

-Usted, de estudiante, nunca fue de derecha. Era de centroizquierda. Su padre es DC.

-Milité en la Juventud DC hasta que ingresé al Poder Judicial, en 1992.

-¿Estaba cómodo en un gobierno de derecha?

-Uno se dedica a hacer su trabajo en lo técnico. Y, por cierto: éste es un gobierno democrático, porque no hablamos de dictadura; jamás trabajaría en una. Queríamos hacer un aporte en este gobierno, pero eso encolerizó a varios y no nos dejaron trabajar tranquilos.

-¿De quiénes recibió las críticas más duras?

-Del sector opositor, obviamente. Basta ver la prensa. Pero en este momento no guardo rencor por nadie. Creo que al país le hace falta una democratización de las instituciones.  Hoy mandan los partidos políticos. Por eso hay tantas expresiones ciudadanas, porque la gente no se siente identificada con los partidos políticos.

-¿Ser polémico era un estilo?

-No, al contrario. Por mí, ojalá hubiese pasado más inadvertido. Y la idea de venirme a Interior era justamente porque iba a poder tener más tranquilidad para trabajar en proyectos más estratégicos. Cuando estuve en el Poder Judicial, donde fui relator y en alguna oportunidad juez del crimen, tuve un muy bajo perfil.

"Ya no soy un objetivo a derrumbar"

-Pero en la Fiscalía  Sur, no. Por ejemplo, entró a La Legua a un allanamiento en una comitiva que simulaba un funeral narco, ¿era necesario?

-Lo  del falso funeral es una crítica bien mal intencionada. En términos tácticos, en La Legua es sumamente difícil lograr un allanamiento y detenciones con resultado si es que no se tiene una idea creativa de ingresar. Porque es tal el enclave geográfico, que los traficantes son alertados desde cinco o seis cuadras que viene un dispositivo policial.

 

La caída final

-¿Cómo se entera del caso de los sobreprecios?

-El martes 3 veníamos del Congreso con el subsecretario Ubilla. Habíamos ido a exponer a la comisión investigadora del caso bombas y, a nuestro juicio, nos había ido muy bien. Se estaba cerrando el tema. Pero no duró ni cinco minutos la alegría cuando la gente de prensa de Interior me mandó el artículo por correo electrónico.

- ¿Cómo fue su renuncia ante el subsecretario?

-A Ubilla primero le redacté un correo electrónico y le avisé por mensaje de texto “renuncié. Juntémonos”. A los 20 minutos me respondió: “OK. Ahora estoy con el presidente. Te llamo más tarde”. Cuando llegó a su oficina, me dijo: “Podríamos haberlo conversado un poco”. Pero le respondí que ya no quería más guerra.

-¿Ese día sumó todos los hechos que vivió en Interior?

-Se me sumó todo. Y para estar otros seis meses arriba de la pelota, no. Porque a mí me iban a involucrar por sí y por no en esto.  ¡Me iban a pegar igual! Ahora, en cambio, me siento con la tranquilidad de no tener una dependencia hacia Interior, lo que me da un margen de acción. Incluso, me da para reírme de las críticas, porque mi trabajo  el día de mañana va a valer por lo que es y no por lo que no he hecho.  Por eso mismo me pregunté: ¿otros seis meses o un año en las mismas condiciones que estuve? No. Entonces, dije: “Yo ya no doy más. Se acabó el que me sigan vapuleando y humillando”. Al salir de Interior, ya no soy el objetivo a derrumbar.

-¿Y al renunciar sintió pena o alivio?

-Más alivio, con un sesgo de desazón de que la cosa haya terminado de esta forma. Pero también con un alivio espiritual de haberme sacado una mochila de 40 kilos de encima. Fue como decir “por fin”. Game over.

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“Me picaban las manos por litigar (en el caso bombas)”

-¿Qué siente al constatar que el caso bombas se desarmó?

-Mire, me picaban las manos por ir a litigar a la causa. Con impotencia veía cómo se estaban desechando las pruebas. El tribunal desechó muchas pruebas-yo creo que ahí fueron bastante hábiles los defensores- que eran de vital importancia, que daban sentido y contexto. Tengo una sensación de desazón, de que hubo mucho esfuerzo del equipo de trabajo de fiscales. Aquí trabajamos arduamente, día y noche, más de cuatro fiscales y el grupo multidisciplinario de fiscales como Francisco Rojas, Marcos Emilfork, Pablo Sabaj y Víctor Núñez. Pero bueno, las causas se ganan y se pierden.

-¿Hay un mea culpa de cómo llevó el caso?

-Por supuesto que siempre hay cosas que se pueden hacer mejor. Pero más que buscar culpables en los que llevan adelante la acción penal, los órganos responsables deben buscar a los culpables de poner las bombas que causan terror y pánico en la población.

-Desde afuera quedó la sensación de que ustedes, con las mismas pruebas que tenía el ex fiscal Armendáriz más unas pocas diligencias más, acusaron a los implicados.

-Esa es una interpretación bastante sesgada. Nosotros llevamos adelante la persecución penal respecto de personas que tenían una red de apoyo importante. Y no me refiero a los jóvenes que vivían en tres o cuatro casas que utilizaban como centros de poder, sino a quienes estaban liderando este grupo. Son personas bastante contactadas socialmente.

-¿A quién se refiere?

-Ya no vale la pena dar nombres. Pero había personas de familias con mucho poder adquisitivo o con mucho poder político que fueron creando este ambiente y esta sensación.

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