Por Ana María Sanhueza Julio 12, 2012

Otro día como éste,hace seis meses, Frank Lobos (36) perfectamente pudo estar en la puerta de la ex Penitenciaría de Santiago -conocida como “la Peni”- haciendo fila como cualquier familiar de preso para visitar a su hermano Wenceslao (35), quien estuvo cinco años detenido allí tras ser condenado por varios delitos.

Pero esta helada mañana del miércoles 27 de junio, es totalmente distinta. Frank Ronald Lobos Acuña, ex estrella del Mundial Juvenil de Fútbol en Japón 1993 y ex mediocampista de Colo Colo, acaba de entrar a la Penitenciaría, la cárcel más hacinada del país, junto a Wenceslao. Ambos visten un buzo deportivo azul marino y zapatillas. Vienen al entrenamiento de la selección de la Peni, campeona del torneo interpenitenciario 2011, y de la que Frank es director técnico hace casi dos años.

Hoy es un día particularmente especial: su hermano debutará como su ayudante.

En la cancha de la cárcel los esperan 20 internos. Están precalentando. Trotan, chutean la pelota y se ejercitan mientras llega su DT. Entre ellos hay uno alto, de pelo cortado al ras y ojos claros -su nombre es Genaro Cabrera-, le dicen “Zidane”. Otro, Juan Pablo Vílchez,  una de las estrellas de la cancha y capitán del equipo, lo llaman “Cogollo” o “Beckham”. En las graderías observa el entrenamiento Manuel González, alias “Messi” hasta que el año pasado se perdió un penal en la final del campeonato intercarcelario en Colina 1. “De ahí que le decimos Caszely”, cuenta uno de los jugadores riendo.

De pronto aparece Frank Lobos. Los jugadores palmotean su espalda y viceversa. “Me gusta porque él viene de abajo igual que nosotros y nos comprende”, comenta González. Es el jugador mayor del equipo: tiene 46 años y en los ‘80 jugó en Universidad de Chile. Lo hizo hasta que empezó a caer detenido cada vez más seguido. “Pero después de ésta, ya nunca más vuelvo”, dice convencido.

La visita de Wenceslao los sorprende: es la primera vez que regresa a la cárcel desde que salió en libertad, a comienzos de este año. Hasta hace poco tiempo, las cosas eran distintas: él mismo era parte de ese equipo, mientras Frank era su entrenador. De hecho, de tanto ir a verlo fue que llegó a convertirse en el DT de la Peni. Lo reclutó Flavio Huenupi, profesor de Educación Física del penal. “Lo vi en una actividad con los internos y me di cuenta que tenía  talento para enseñar. Su llegada fue una inyección de optimismo para los jugadores”, dice.

Tanto han trabajado los internos junto a Lobos, que el 26 de octubre del 2011 la Peni se coronó campeona en el torneo intercarcelario que organiza cada año Gendarmería. “Sacamos el primer y segundo lugar”, dice orgulloso el capitán del equipo. “Es la primera vez que nos pasa”, agrega.

Por todo esto es que hoy miércoles es un día más que simbólico para los hermanos Lobos Acuña. Hoy se abre un nuevo capítulo en sus vidas. Y no es primera vez que a uno de los dos le tocará empezar de nuevo.

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La última vez que a Frank Lobos le tocó partir de cero fue en agosto de 2006, después de enfrentar la peor caída de su vida al ser involucrado en lo que la prensa llamó “mafia rusa”, la que sobornaba a jugadores. En medio del escándalo -bautizado como “caso sobornos”- apareció su nombre. Tenía 29 años y lo respaldaba una exitosa carrera que partió en las calles de la población La Bandera, donde de niño jugaba con Wenceslao, y siguió en la selección infantil de Colo Colo, junto a sus amigos Héctor Tapia y Manuel Neira. Luego continuó en Japón, España, Emiratos Árabes y Brasil.

De las visitas a su hermano, Wenceslao, Lobos se convirtió en DT de la Peni. “Mi objetivo es cambiar la mentalidad de la sociedad, porque es muy clasista con las personas que han estado en la cárcel. Hay que darles una segunda oportunidad”, explica.

Lobos nunca más habló del tema, hasta hoy. Recuerda que ese día en que pasó de las páginas deportivas a la crónica roja sintió como si le hubiesen echado encima un balde de agua hirviendo. “Sentí que me quemaba por dentro, de la cabeza a los pies. Lo peor era saber que se me involucró pese a que no era culpable”, alega. Días después, el Tribunal de Disciplina de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP) lo inhabilitó por 10 años para ejercer cualquier actividad relacionada con el fútbol profesional, pese a que en ese período no jugaba por ningún club.

Del castigo aún le restan cuatro años para reanudar, ya no una carrera como jugador, sino como entrenador. “Ahora mi meta es dirigir un club profesional y para eso me estoy preparando”. Esta vez se encuentra sentado en una de las graderías de Juan Pinto Durán, en un intermedio de las clases a las que asiste para titularse como DT en el Instituto Nacional del Fútbol, donde cursa el segundo de los tres años que dura la carrera. De lejos, con su baja estatura y su cuerpo menudo, aún parece el adolescente de la selección sub 17 que la televisión reclutó alguna vez como actor de la teleserie Rompecorazón, jurado del Festival de Viña y hasta participante de reality Año 0.

-¿Y a qué reflexión has llegado seis años después del episodio de los sobornos?

-Fue un momento negro de mi vida.Quizás no estuve con las personas indicadas. Nunca fui contacto de nada, sino que me asociaron a gente que sí estuvo involucrada.

-¿Qué responsabilidad asumes en los hechos?

-Ninguna. No estuve ni en el momento ni en el lugar indicado. Pero me apuntaron sólo a mí y eso marcó algo supernegativo en mi vida, porque siempre me preocupé de hacer las cosas bien, de crecer, de ser ejemplo. Nadie sabe que el 2008 fui absuelto de todo, porque la justicia determinó que Frank Lobos no era culpable.

Entonces, ¿por qué sigo castigado si los tribunales ordinarios determinaron lo contrario?

-¿Por qué no hiciste pública esa resolución?

-Porque para mí esto ya es tema superado. Y como dice la canción, lo que pasó, pasó. Yo estuve en el suelo y tuve que pararme de nuevo. Lo hice gracias a mi familia, porque uno no se puede quedar atrás.

La resolución a la que se refiere Lobos es un fallo de apenas media carilla que emitió el 8 de noviembre de 2008 el Séptimo Juzgado de Garantía de Santiago. En el texto se indica que la Fiscalía Centro Norte decidió no prosperar en la causa contra el jugador, lo que implica que técnicamente ya no está formalizado por estafa y que hasta el momento no hay nuevos antecedentes que lo involucren.

Poco después de que estallara el escándalo, Lobos decidió irse por un año de Chile en una especie de autoexilio a España. Lo hizo junto a su mujer, Paula, con quien está casado desde los 18 años. Hoy tiene cuatro hijos: una mujer de 17 años, de una relación anterior, y tres hombres de su matrimonio:  de 14, 10 y 4 años.

Dice que prefiere no pensar qué hubiera pasado con su carrera sin el caso sobornos: “Soy práctico y miro para adelante”. En cambio, ese ejercicio sí lo hace cuando piensa en la lesión a su rodilla izquierda, del ligamento cruzado, que congeló su carrera en su mejor momento. “Fue en 1996 y aunque no quiera reconocerlo, marcó mucho de lo que sería mi trayectoria de ahí en adelante. Aunque luego me recuperé, nunca fue como a mí me hubiese gustado. Después, en el 2005, tuve la misma lesión, pero en mi rodilla derecha. Quizás, sin esos problemas todo hubiese sido distinto”.

Tiempo agregado

Tras el escándalo de los sobornos, además de autoexiliarse, muchos también se alejaron de él por un período. “El planeta fútbol es muy cerrado”, explica. Aunque hoy las cosas han cambiado -de hecho viene llegando de Mendoza de participar en el Showgol con Iván Zamorano, Nelson Tapia, Hugo Rubio y Gabriel Mendoza, entre muchos otros ex jugadores-, durante ese tiempo sólo se quedaron a su lado sus más cercanos: Héctor Tapia, Manuel Neira y su amigo Juan Carlos Alegría. También, la gente de la empresa Cazatalentos, en la que trabaja desde la época del escándalo, reclutando jugadores jóvenes y lanzando sus carreras dentro y fuera de Chile.

Fue en ese período en el que entró a Gendarmería para hacerse cargo de la escuela de fútbol para los funcionarios y sus hijos. También empezó a hacer clases en el colegio Divina Pastora de Ñuñoa. Luego vino la Penitenciaría y ahora un proyecto con el candidato a alcalde por San Ramón, el socialista Miguel Ángel Aguilera.

“No recuerdo otra cosa que haber querido ser futbolista. Lo supe desde niño. Creo que ésta es una de las profesiones más difíciles”, dice Lobos. “Para seguir esta carrera hay que ser estructurado. Quizás el fútbol me ha hecho ser frío, perfeccionista, dedicado y amar lo que tengo. Desde los ocho años que me recuerdo jugando fútbol”.

-¿Lo hacías con tu hermano?

-Sí, él también jugaba en Colo Colo. Pero tal vez no tuvo la dedicación que había que tener.

Frank y Wenceslao tienen apenas un año de diferencia. Mientras Frank cosechaba éxitos como futbolista, Wenceslao se involucraba en problemas. “Para mí era muy fuerte, porque somos muy unidos. Recuerdo que cuando me iba de viaje, porque empecé a viajar desde chico, lo primero que hacía era llamar a la casa para preguntar cómo estaba mi hermano. Años después él tuvo un accidente muy grave, lo atropellaron y tuvo que aprender a caminar y a hablar de nuevo. Tenía 14 años. Después de eso no pudo jugar nunca más”. Entoces, Frank tenía 15 años y su nombre era cada vez más conocido en Colo Colo. “Yo creo que todo eso lo afectó”, asegura.

Cuando Wenceslao cayó preso por última vez y fue condenado a cinco años en la Penitenciaría “fue un impacto muy grande para mí. Por eso es que ahora es tan importante su regreso a la cárcel, porque es primera vez que vuelve allí en otra condición”.

“No estuve ni en el momento ni en el lugar indicado. Pero me apuntaron sólo a mí y eso marcó algo supernegativo en mi vida, porque siempre me preocupé de hacer las cosas bien, de crecer, de ser ejemplo. Nadie sabe que el 2008 fui absuelto de todo, porque la justicia determinó que Frank Lobos no era culpable”.

De las visitas a su hermano, Frank Lobos pasó a convertirse en entrenador de la Peni. “Mi objetivo al trabajar acá es poder cambiar la mentalidad de la sociedad, porque es muy clasista con las personas quen han estado en la cárcel. Hay que darles una segunda oportunidad”.

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Desde que trabaja en la Penitenciaría, Lobos ha logrado llevar dos veces a Claudio Borghi a conversar con los jugadores. La última fue hace dos semanas, cuando el técnico de la selección chilena dio una charla motivacional a los internos como parte de los planes de rehabilitación de Gendarmería.

La primera vez que Borghi fue, sin embargo, lo hizo sin prensa. Fue en octubre del año pasado, cuando el equipo  ganó el campeonato intercarcelario a Colina l. El premio por ganar la copa, la primera que tiene la Peni, no sólo fue la visita del DT de la Roja; también un asado con sus familias y ropa deportiva. Hoy, ser parte de la selección de la Peni es un lujo. “Hay que hacer mérito y tener muy buen comportamiento”, explica el comandante Ricardo Quintana, alcaide del penal.

De hecho, Quintana y Flavio Huenupi, el profesor de Educación Física del penal, destacan cómo han cambiado los jugadores desde que entraron a la selección. “Muchos de ellos eran de los internos que andaban con estoques en el óvalo de la cárcel. Eran muy violentos. En cambio, hoy tienen una nueva  rutina y están muy ansiosos de que llegue el entrenamiento”, relata Quitana. “El deporte implica valores, control, tolerancia y compañerismo. Todas ésas son conductas que ellos ahora llevan a sus calles o caletas”, añade. Hasta antes de ser parte de la selección de la Peni, en el equipo no conocían más que las reglas del “fútbol canero”, en el que lo único que se cobra son los goles y los córner. “Los foul no se toman en cuenta”, dice Huenupi.

De pronto, a lo lejos, un concentrado Frank Lobos grita en medio de la cancha a los jugadores: “¡No pierdan el balón! ¡Un principio fundamental del fútbol es nunca dar la espalda al balón!”.

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