Por Marcelo Mena Marzo 14, 2012

El cambio climático será uno de los desafíos internacionales más complejos para el siglo XXI. El consenso es que para lograr contener el calentamiento a un nivel moderado (2 grados) es necesario reducir las emisiones globales en un 80% al 2050. El científico de cambio climático de más peso en NASA, el físico James Hansen, ha sido claro: para poder lograr esto debemos dejar de construir termoeléctricas a carbón, a menos que consideren una captura del CO2, una tecnología que está por lo menos a una década de ser realidad. En el mediano plazo, afirma, incluso deberíamos empezar a cerrar las existentes. 

Desde luego, en Chile estamos muy lejos de eso.

Los problemas de contaminación local generados por las termoeléctricas actuales han causado que la instalación de nuevas plantas tenga un rechazo visceral por parte de los vecinos. Es en ese contexto en que conocemos la Minera Isla Riesco, el proyecto de Empresas Copec y la naviera Ultramar, cuyo objetivo es suplir parte de la demanda del carbón importado usado en termoeléctricas en Chile, y que parte con la aprobación ambiental de la Mina Invierno. Este yacimiento tendrá una vida útil de cerca de 20 años, con una capacidad de 215 millones de toneladas, que se extraerán a una tasa máxima de 6 millones de toneladas al año. Ésta es la primera de cuatro en carpeta, las que tendrán una capacidad conjunta de 516 millones de toneladas. Durante su producción plena suplirá casi un tercio de la demanda proyectada de 20 millones de toneladas de carbón requeridas por el sistema al año 2020.

Es fácil ver por qué suscita rechazo. Es un proyecto minero localizado en los confines del mundo, en el medio de la Patagonia. Para quienes trabajamos en el área, no se puede sino recordar la minería extrema realizada en los montes Apalaches en Estados Unidos, y la polémica minería a rajo abierto llamada mountaintop removal, que a base de dinamita destruye bosques y cerros.

Por otro lado, la calidad de carbón, sub-bituminoso, de menor poder calorífico, hace que se requiera quemar más para lograr la misma cantidad de energía.

Tras la serie de críticas que se han vertido en este caso -contra el gobierno, contra las empresas, contra la institucionalidad medioambiental- es bueno evaluar el proyecto en su mérito. En terreno.

A pesar de que la carbonización de la matriz energética chilena es preocupante (por algo bajamos 42 lugares en el ranking de desempeño ambiental de Yale), el uso del carbón en la generación está determinado por políticas energéticas mucho más amplias que la aprobación de un proyecto en particular.  Si queremos detener el uso de carbón en Chile debemos buscar otros instrumentos, como un impuesto específico, u otros mecanismos para internalizar los costos ambientales de su uso.  Es cierto que el carbón no es el de mejor calidad, probablemente no se pueda quemar por sí solo, sino en mezcla con otros; pero no es tema de preocupación, ya que existe una norma de emisión de termoeléctricas que obliga a que de la chimenea salga un nivel bajo de emisiones de material particulado, nitrógeno y azufre, independiente de la calidad del carbón. Y si bien es posible que los vientos magallánicos puedan levantar el polvo del carbón acopiado, el diámetro de las partículas sería predominantemente grueso, siendo sedimentado con rapidez.

Si queremos detener el uso de carbón en Chile debemos buscar otros instrumentos, como un impuesto específico.

Visité la Mina Invierno -por iniciativa propia- para hacerme una mejor idea de los impactos. Lo primero que salta a la vista  es que la isla no es un gran bosque virgen: éste existe, pero ha sido impactado por quemas para permitir la actividad ganadera en la zona. Es más bien un territorio cercado para mantener los animales dentro de las estancias. El ferry para cruzar desde el continente casi en su totalidad se llena con vehículos de la Mina Invierno.  Por tanto, el tráfico por el camino que cruza la isla es mayoritariamente relacionado con esa explotación.  Son casi 40 km desde el punto de cruce hasta la Estancia Invierno, donde están las oficinas administrativas. Ahí me reuní con el gerente de operaciones y el encargado del área forestal. Quizás una de las personas más importantes es este último, a cargo de la delgada línea entre que este proyecto sea completamente detestable versus uno que sea aceptable: su deber es la reforestación del rajo dejado por la mina. Esta reforestación, requerimiento de la Ley de Cierre de Faenas e Instalaciones Mineras, tiene por objeto recuperar la vegetación a una densidad equivalente a la existente antes de las faenas.  Esta tarea no es fácil, porque la tala rasa previa a la explotación expone a las plantas al viento, haciendo que los árboles magallánicos demoren en sentar raíces. Para ello han establecido un invernadero, el más grande de su tipo, para hacer crecer pequeñas lengas usando tecnología checa transferida a Chile durante la reforestación de Torres del Paine en un incendio forestal pasado. En total, se plantarán 500 hectáreas para compensar las 400 que serían deforestadas. En esta etapa está la clave de la sustentabilidad del proyecto. 

El proyecto Isla Riesco ha suscitado críticas de centralismo. Las concesiones mineras actuales datan del año 2000 y la extracción del carbón viene siendo analizada por el gobierno desde la década de los 70.  Pero el plan puede ser una oportunidad de esta zona para lograr mayor independencia energética y, paradójicamente, potenciar fuentes alternativas de energía, como la eólica. En una zona como Magallanes,  donde el gas natural importado desde Argentina se usa para la calefacción residencial y para abastecer a Methanex (hoy operando a capacidad parcial), cobra interés transformar el carbón de isla Riesco en gas de síntesis (syngas) a través de la gasificación, proceso ya aplicado en Concepción.

Es más: globalmente, este proceso está siendo considerado para la generación eléctrica en plantas de gasificación y ciclo combinado, dado que en él se generan mezclas de hidrógeno y monóxido de carbono de capacidad calorífica similar al gas natural y se remueven los sólidos, por lo que se puede usar en turbinas a gas, que a su vez producen electricidad. Este tipo de generación tiene casi 60% más rendimiento que una central de carbón convencional, disminuyendo la huella de carbono por kWh generado. Por otro lado se podría aplicar un royalty al carbón extraído, lo que podría usarse para implementar un fondo para la generación de energía eólica en la zona (que podría desplazar el gas natural usado también para generar electricidad en la zona).

Empresas Copec ha intentado hacer frente a los problemas ambientales que puede haber generado (o que el público perciba que ha generado, que es lo que importa). La crisis de los cisnes en la planta de Celulosa Arauco, en Valdivia, marcó un antes y un después para la conciencia ambiental del país. Pero también para la industria, que sabe que tiene que hacer las cosas bien o tendrá mala publicidad permanente. En ese contexto, Minera Isla Riesco es la oportunidad para proponer una minería más sustentable. 

En resumen, no se puede culpar al proyecto de la demanda de carbón de las termoeléctricas . Y si rechazamos éste con mayor fuerza con la que enfrentamos  la gran mayoría de la minería en Chile, entonces el sector privado entenderá que da lo mismo preocuparse del medioambiente, porque los proyectos generan rechazo de cualquier manera. Si cuestionamos a la Mina Isla Riesco, que ha tratado de realizar un proyecto de excelencia, entonces sería consecuente que rechazáramos cada una de las explotaciones de cobre del país. El otro camino es pensar que este proyecto será el primero de varios con mucho mayor sensibilidad ambiental. Esto no es Sub Sole y Sub Terra. No es mountaintop removal. Es un proyecto minero chileno con intenciones de ser sustentable. ¿Le pegamos una bofetada en la cara igual? ¿O aprovechamos su existencia para crear modelos de desarrollo sustentable?

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