Por Noviembre 10, 2011

"El futuro del mundo está en los jóvenes" es una frase corta que en una fracción de segundo produce más de 55 millones de resultados a través de uno de los motores de búsqueda en internet. Es a la vez una verdad sabida y una sentencia con enorme carga. Pero, ¿cómo se está preparando a los jóvenes hoy, específicamente en América Latina, para representar el futuro de la región? En un mercado de trabajo exigente y globalizado ¿están los sistemas educacionales de estos países en sintonía con las necesidades del mercado laboral moderno?

Lamentablemente, la evidencia indica que no. Un ejemplo es la respuesta que dio Ariel, representante de recursos humanos de uno de los mejores hoteles de Santiago, respecto de lo que buscaba su empresa a la hora de contratar jóvenes: "Apostamos por contratar actitud y a entrenar aptitud. El problema con que nos hemos encontrado en Chile es que no hay una marcada actitud de servicio entre los jóvenes. Vemos que en los colegios a los chicos no se les permite contactarse con la realidad laboral". Y agregó:  "Veo dificultades en los egresados de secundaria para expresarse y comunicarse. Además, aquí nadie va a perder el trabajo por no saber cuándo es la independencia de Chile. Pero sí lo puede perder si no tiene autocontrol en situaciones de presión".

En Desconectados: Habilidades, Educación y Empleo en América Latina -que escribimos junto a Matías Busso y Jaime Vargas, ambos del BID- , buscamos responder las preguntas que existen sobre esta materia. El texto compara los niveles de habilidades y trayectorias educacionales de los jóvenes en la región (oferta de trabajo) con las necesidades de las empresas al momento de buscar nuevos trabajadores (demanda de trabajo). Para estos efectos, generamos y analizamos información para más de 5.000 jóvenes y 1.000 empresas en distintos países de la región, incluyendo Chile. Es un aporte en un tema que no ha sido suficientemente abordado y que añade una arista más al debate sobre la calidad de la educación.

Hoy, los jóvenes latinoamericanos que deciden ingresar al mundo laboral después de la educación secundaria arrancan en desventaja. Las herramientas que traen consigo son fundamentalmente aquellas que adquirieron durante su trayecto por la escuela. Y si bien es cierto que la familia también cumple un papel importante, la escuela (no la universidad) debe prestar su concurso alineando las habilidades y competencias con aquellas relevantes para desarrollarse con éxito en el ámbito laboral y social. Lamentablemente esto no está sucediendo en la región.

¿Qué hace pensar que el sistema educativo latinoamericano no está cumpliendo bien su función? Por un lado, se observa que la transición de la escuela al trabajo para los jóvenes de hoy es más difícil que para sus pares de hace apenas unas décadas. Los niveles de desempleo entre los jóvenes son más altos que hace 30 años, y en términos relativos, los salarios para los trabajadores con educación secundaria han disminuido en la región. En el caso de Chile preocupa, además, el alto porcentaje (20%) de adultos jóvenes (25-35 años) que ni estudia ni trabaja , o sea los "ninis".

Las cifras muestran que si bien la región ha venido cerrando la brecha de acceso a la educación vis a vis, las economías desarrolladas mantienen diferencias alarmantes en cuanto a la calidad de la misma y al dominio de los conocimientos básicos. Por ejemplo, los datos de la prueba PISA revelan que a los 15 años sólo uno de cada cuatro estudiantes (22,4%) de la región  comprende lo que lee en textos básicos y poco más de uno de cada tres (35%) es incapaz de llevar a cabo procedimientos matemáticos rutinarios. Los resultados confirman que los sistemas educativos en la región tienen el enorme desafío de proporcionar destrezas básicas.

Pero, ¿cuáles son esas destrezas y qué tipo de competencias buscan los empleadores en los jóvenes que contratan para sus empresas? En un mundo dominado por los avances tecnológicos la demanda de habilidades ha cambiado en el mercado laboral. El uso masivo del computador significó sustituir a trabajadores que se desempeñaban en tareas rutinarias, generalmente ocupadas por los menos educados. Al mismo tiempo, se ha demostrado que las habilidades cuya demanda aumentó son precisamente las no rutinarias y más complejas: capacidad de identificar y resolver problemas, habilidades interpersonales y de comunicarse efectivamente, la responsabilidad, la autoestima, el autocontrol y la creatividad.

La nueva evidencia para la región sugiere precisamente que estas habilidades socioemocionales son críticas para el éxito en el desarrollo laboral y educativo de los jóvenes, y son justamente éstas las que el sector empresarial señala como ausentes a la hora de evaluar la labor de los sistemas educativos del subcontinente. Específicamente, al solicitar nuestro estudio a las empresas que distribuyeran un total de 100 puntos entre distintas habilidades, considerando la importancia que cada una de ellas tiene para su empresa, encontramos que las firmas asignaron más de 55 puntos a las habilidades socioemocionales, cerca de 30 puntos a las habilidades de conocimiento y sólo 15 puntos a las habilidades específicas a oficios. Es decir, hoy las habilidades críticas van más allá de lo cognitivo, con lo cual tradicionalmente se asocia la función de la escuela.

El hecho de que un grupo de habilidades probadamente relevantes para el mundo laboral actual pueda adquirirse, moldearse y consolidarse durante la educación básica y media es un hallazgo de primera importancia. Las habilidades socioemocionales responden en mayor medida a los estímulos del contexto y su período crítico de formación llega hasta la juventud. Aunque no hay fórmulas exactas para definir cuándo es más fácil modificarlas, lo cierto es que la escuela y el liceo desempeñan una función primordial.

Preparar a los jóvenes para el mundo del siglo XXI requiere abrir los ojos frente a las exigencias que enfrentarán en su vida laboral. Sus futuros empleadores han cambiado los requerimientos y las expectativas que tienen frente a su desempeño. De modo que la escuela en América Latina tendrá que reinventarse para acompañar estos cambios y permitir que sus jóvenes puedan competir entre ellos y con sus pares de otras regiones. No es tarde para hacerlo, y los retornos son altos.

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