Por Ana María Sanhueza Octubre 6, 2011

"Equis"  -lo llamaremos así- recién está cambiando la voz. A ratos, cuando habla, todavía parece un niño; a ratos un adolescente. Tiene 13 años, llegó hasta quinto básico y ya ha manipulado tres tipos de pistolas y un arma hechiza. La última vez fue hace una semana, cuando el pasado viernes por la noche él y sus amigos (cuando se juntan todos llegan a ser unos 50) salieron a disparar a un grupo rival por una de las calles de la población La Pincoya, en Huechuraba. "Lo hacemos por jugar, por divertirnos", dice casi con ingenuidad.

-¿Y si la bala le llega a alguien?

-Te morís nomás-responde con una carcajada.

La primera vez que "Equis" tomó un arma fue el año pasado. "Me puse nervioso, pero ahora no.  A veces me toca guardar alguna pistola de mis amigos. Nos turnamos para tenerlas. Saben mis hermanos, pero mi mamá no. Juego a apuntarlos, pero sin balas. Ellos saben que es  broma".

Hoy habla de calibres con la misma pericia de cuando se refiere a su PlayStation. Dice que él y sus amigos siempre que se juntan van armados: "Es por si nos encontramos con otro grupo".

Conseguir una pistola les es fácil. Todos aportan una cuota y las compran por 70 mil pesos "por ahí". Pero lo más sencillo de obtener son las escopetas hechizas: cobran apenas 5 mil pesos por soldar un par de tubos de metal y armarlas. "Incluso, se hacen con los fierros de los juegos de las plazas", cuenta.

Justamente ese tipo de armas son las que han pesquisado los tres fiscales de  la Fiscalía Centro Norte que desde hace un mes investigan en forma preferente la violencia en La Pincoya. Esto, luego que durante la protesta de fines de agosto pasado que convocó la CUT, el joven Mario Parraguez (18) muriera a causa de un balazo en un ojo y una turba disparara en contra de dos carabineros de la 54 Comisaría de Huechuraba. "Hasta el momento hemos encontrado armas largas y cortas; escopetas y pistolas", explica Jaime Retamal, jefe de la zona que abarca Huechuraba y quien dirige las pesquisas que realizan los fiscales Ulises Berríos y Ricardo Villarroel. También, ya han constatado 30 denuncias por lesiones por armas de fuego.

No es todo. En abril una bala loca alcanzó a Paulina Olmedo, de 26 años: murió cuando iba a buscar a su hija al jardín infantil.

En Huechuraba, en invierno el ausentismo escolar llega al 35 %. No es la única cifra negra: en La Pincoya el hacinamiento se refleja en que hay 10 mil casas, que no sobrepasan los 60 metros cuadrados, para 70 mil habitantes. "Eso hace que los jóvenes pasen gran parte del tiempo en la calle", dice un vecino.

En todos los casos, los autores de los disparos fueron jóvenes pistoleros a quienes los vecinos conocen desde niños. Uno de ellos es Miguel M., miembro de Los Sopranos, uno de los grupos más violentos del sector y quien, a sus 20 años, registra más de 20 detenciones. La última fue poco antes del homicidio de Mario Parraguez, cuando fue sorprendido abriendo un cajero automático.

Los niños de la calle

En buena parte de los vecinos y autoridades de La Pincoya hay coincidencia en que la violencia ha aumentado en los últimos cinco años, algo que no era común en la población. Y aunque la mayoría puede caminar tranquilamente  durante el día, las cosas cambian en la noche por las balaceras. No es el caso de "Equis": dice que las peleas callejeras que protagoniza junto a sus amigos, le impiden andar solo. Aunque haga calor, como hoy, prefiere cubrir su cabeza con la capucha de su polerón  y pasar desapercibido. Siempre anda acompañado de un amigo o de uno de sus hermanos menores por si se encuentra con algún rival. Eso, según él, le da cierta inmunidad: "Al menos nosotros nunca hacemos nada cuando hay niños chicos".

Hasta el momento no ha herido a nadie. Pero sus amigos, sí. El mes pasado, a uno de los integrantes de otra pandilla, una bala lo rozó hasta tirarlo al suelo. Tanta risa les causó, que fue comentario obligado en sus Facebook.

Como todos sus amigos, "Equis" ha vivido siempre en La Pincoya, una de las poblaciones más emblemáticas de Santiago. En los 80, tal como La Victoria, La Bandera y La Legua, hizo noticia por su dura lucha contra el régimen militar. De ahí que es conocida por su tradición política de izquierda y su identidad: sus habitantes dicen que primero son "pincoyanos" y después chilenos.

Sus fundadores son trabajadores que hoy bordean los 70 años. Son ellos quienes se tomaron los terrenos en 1969 y construyeron sus casas con sus propias manos.

Justamente por el peso de esa historia -en sus orígenes visitaron La Pincoya Pablo Neruda, Salvador Allende y Gladys Marín- es que hoy a sus habitantes les duele tanto aparecer en la crónica roja y no por las otras muchas buenas noticias que protagonizan: hay conocidos artistas que nacieron en la población, y varias agrupaciones, como Huechuraba sin Violencia, que trabajan por la comunidad (el 15 de octubre harán un acto masivo contra la violencia). La razón: las  pandillas de adolescentes entre 12 y 20 años -como la de "Equis"- que atemorizan  a los vecinos con sus balaceras. De ellas, según la fiscalía, Los Sopranos y Los Feña son las más violentas. No sólo disparan. También la policía asocia a varios de sus miembros con "alunizajes"  a las tiendas y robos con intimidación.

¿Qué pasa en La Pincoya?

"Lo que en La Pincoya se vivió en los 70, 80 y 90 no tiene nada que ver con lo que pasa ahora", dice la ex alcaldesa de Huechuraba Carolina Plaza, quien tras pedir que se nombrara a los fiscales, renunció sorpresivamente al cargo hace dos semanas para irse al gobierno.

Si bien Los Sopranos son los más violentos del sector, hay más grupos operando en La Pincoya.  Si en los 80 la banda más peligrosa eran Los Care' Puta, integrada por tres hermanos, en los 90 fueron Los Gavilanes. El 2000 surgieron Los Tnarcos y en el 2005 los TMC (The Masters Boys). Hoy los grupos son de adolescentes: Los Punto Rojo, Los Menores, Los Jam Jam, Los Pirujas y Las Pirujas; Las Zorronas y Los Pelusas y Las Pelusas. También Las Jugocitas, Los Maniáticos y Los Sicilianos.

Algunos de estos grupos suelen pelearse a balazos por territorio. Otras veces, bandas como Los Sopranos se enfrentan con traficantes del sector, que se pasean en lujosos autos y motos por la población, para apoderarse de la droga. "Muchas de las peleas de acá son de los choros contra los narcos", cuenta un poblador.

El propio alcalde de Huechuraba, Eduardo Flores, como vecino ha sido testigo de las balaceras. El ahora ex concejal UDI acaba de asumir en reemplazo de Plaza. Vive en El Barrero, una población que colinda con La Pincoya y cuyas cifras de violencia  son tristemente similares: más del 80 % de los vecinos le teme a las balaceras y un 66 % a las peleas callejeras. Allá las pandillas son Los Diablitos y Los Siete.

Según la concejala Camila Benado (PS), parte  del crecimiento de las pandillas se explica por el contexto económico y social de La Pincoya. "Estos jóvenes pasan su vida en la calle, cuidados por sus abuelos y con padres ausentes. Sus expectativas  de futuro son mínimas".

Ausentismo escolar

B. es una pobladora que nació en La Pincoya. Pide reserva de su nombre por temor. "Nosotros somos gente trabajadora y honesta, y estos grupos y los traficantes hacen que nos estigmaticen". Y añade: "Ahora los dueños de la calle tienen 13 o 14 años. Ya no puedes salir de noche. En cambio, cuando yo era niña La Pincoya era una población luchadora. La gente tenía otra mentalidad, de luchar por uno mismo y su barrio, pero ahora es la ley del más fuerte".

 "Equis" es uno los niños que anda armado por La Pincoya. También es parte del 35% de escolares que en invierno se ausentan de los colegios de Huechuraba. No es la única cifra que marca a La Pincoya: el hacinamiento se refleja en que hay 10 mil casas, que no sobrepasan los 60 metros cuadrados, para 70 mil habitantes.  "Eso hace que los jóvenes pasen gran parte del tiempo en la calle. A eso se suma que los padres nunca están en la casa y que no tienen ningún modelo a seguir", dice un vecino que fue parte de los fundadores de la toma en 1969.

Y pese a que hay prevención, como la que a diario realiza en terreno la Unidad Preventiva en Acción (UPA) del municipio; que trabaja el programa Barrio en Paz  dependiente de la subsecretaría de Prevención del Delito; que funciona un programa de reescolarización para menores vulnerados e infractores de ley, y a que hay varias actividades deportivas, folclóricas y musicales, existe consenso en que faltan espacios. De hecho, hace tres años había dos lugares que se cerraron y que eran ocupados por niños y adolescentes de La Pincoya. Uno de ellos era el Centro de Desarrollo Juvenil (CDJ). "Allí se reunían. Iban a ver películas y se hacían tocatas y obras de teatro, pero se acabó", cuenta uno de sus integrantes.

La educación también pasa por un mal momento. "Es importante decir que de los seis colegios municipales que hay en La Pincoya, cinco están con 'semáforo rojo' y uno con amarillo, y que el promedio de PSU es de 360 puntos", explica el concejal Carlos Cuadrado (PPD).

De esos colegios, la Escuela Carlos Prats es la que tiene el más alto índice de vulnerabilidad. Su realidad es un botón de muestra de La Pincoya: la asistencia a  clases es en promedio de 77%, casi 10 puntos bajo el 85% que se exige como mínimo para pasar de curso; el 50% de las familias son monoparentales, el 75% de los apoderados no terminó su enseñanza media y la mitad de los alumnos vive en un hacinamiento extremo: más de tres personas por pieza.

Carlos Castro Pacheco es uno de los profesores más antiguos de la población: ha hecho clases a decenas de niños desde 1971 hasta hoy y en su oficina atesora las fotos de varios de los cursos que ha tenido durante 40 años.

Ha tenido alumnos de todo tipo, la mayoría con familias disfuncionales y muchos problemas en sus casas.  Algunos se convirtieron en abogados y profesores; y a solo uno lo ha ido a ver en la cárcel.

Su diagnóstico: "Para mí, en La Pincoya no hay niños malos, hay niños con falta de oportunidades".

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