Por Ana María Sanhueza Julio 21, 2011

No fue la primera señal de que sus alumnos de 2° básico del colegio Dagoberto Godoy de La Granja habían mejorado considerablemente en Matemáticas este año, pero sí la más decidora. Porque cuando una apoderada le contó a la profesora Tabita Salazar que sorprendió a su hijo de siete años explicándole cómo se divide a su hermana mayor, que cursa 4° básico, constató in situ que el Método Singapur, que imparte en su sala de clases desde marzo de 2011, le estaba dando resultados asombrosos. "Ella me dijo que estaba impresionada, porque lo vio explicándole el proceso de la división", recuerda Tabita.

La escena ocurrió hace pocos días, durante la última reunión de apoderados de fin de semestre.  Cuatro meses antes, en marzo, cuando recién comenzaban las clases, esa misma mamá era una de las opositoras más férreas a que en el curso se aplicara el Método Singapur: es un sistema que no tiene nada que ver con la forma en que en Chile se han enseñado las matemáticas tradicionalmente y en la que los ejercicios, en general, se resuelven en forma mecánica. "Profesora, ¿no será mucho que en segundo básico ya sepan dividir y multiplicar?", le inquirían los padres al principio.

Sin embargo, había una razón muy poderosa para que el colegio cambiara la manera de enseñar matemáticas: gracias al método, que Singapur aplica desde 1992, sus alumnos lideran los puntajes internacionales en la prueba TIMSS. Chile está lejos: mientras en 2003  obtuvo 387 puntos en esa medición, Singapur sacó 605 puntos. En 2007 obtuvo 593 y lo superó Taiwán y Corea del Sur.

Pero más importante aun que los puntajes en la prueba TIMSS -en 1995, 1999 y 2003 Singapur salió primero y superó los 600 puntos-, es que a partir de la aplicación del método en el 75% de sus colegios (todos fiscales), el 40% de los alumnos que se midieron demostró estar en el nivel más avanzado en la materia.

"En los años sesenta, al 60% de los estudiantes que dieron el primer examen nacional de Matemáticas le fue mal, mientras que hoy el 40% tiene distinción. En tanto, el 60% restante se reparte entre los grados siguientes, pero todos están aprobados. Eso implica que mientras un gran número está en la categoría de avanzados, a los que antes les iba muy mal, ahora les va lo suficientemente bien como para estar aprobados", explica Yeap Ban Har, director del Marshall Cavendish Institutey quien estuvo hace unos días en Santiago para capacitar profesores, entre ellos a Tabita, e inaugurar "Aprende Singapur", la filial de la corporación internacional y primera instancia para impartir el método acá.

La receta

"Antiguamente, con la manera tradicional, aprender las matemáticas era mucho de memoria y procedimientos, mientras que el Método Singapur facilita su aprendizaje a través de la visualización, generalización y el sentido del número. Es decir, si antes se focalizaba en el cálculo matemático, ahora es en la resolución de problemas y el pensamiento adecuado", dice Ban Har.

Como toda su generación, Ban Har (43) se educó con la fórmula tradicional delas matemáticas. Sólo cuando estudió para ser profesor aprendió el Método Singapur, el mismo que ha sido exportado a  49 países, entre ellos Estados Unidos, Inglaterra, Holanda, Perú, El Salvador, Paraguay, Brasil,  Chile y varios del Sudeste Asiático.

La receta de Singapur para su éxito en Matemáticas fue agrupar un compendio de las teorías metodológicas británicas más exitosas. El resultado: un método que se enfoca en la resolución de problemas en vez de la memoria y que obliga a los niños a visualizar, pensar y razonar antes de ejecutar una operación numérica. "La gracia es que recogió lo mejor de todas partes y lo sintetizó", dice Soledad Pinto, coordinadora académica del Colegio San Miguel Arcángel, uno de los primeros establecimientos en Chile en implementarlo.

El método, como explica Ban Har, tiene cinco elementos base, en los que siempre el centro será la resolución de problemas: habilidades, conceptos, procesos, metacognición y aptitudes.

No es lo único. En clases, esos elementos base se trabajan en tres fases que son clave: una concreta, una pictórica y una abstracta. La primera trata del acercamiento inicial de los niños con los conceptos matemáticos a través del uso de materiales como barras o galletas; en la segunda se utilizan los coloridos dibujos de sus libros para entender los conceptos y problemas matemáticos. Recién en la tercera fase, y una vez que ya están familiarizados, se pasa a la etapa de los números.

Gracias al método, que Singapur aplica desde 1992, sus alumnos lideran los puntajes internacionales de matemáticas en la prueba TIMSS: en 1995, 1999 y 2003 salió primero. En la última versión de 2007, fue tercero. Lo superó Taiwán y Corea del Sur.

De hecho, Soledad Pinto cuenta que, incluso, hay veces en que al final de la clase, si se le pregunta al curso cuántos ejercicios hicieron, responden que "ninguno". Esto, pese a que perfectamente pueden haber sumado, restado, multiplicado y dividido.

Adiós a la memoria

3x4=8+?

El ejercicio que se lee arriba, si fuera planteado con el método tradicional, de manera automática nos haría responder su resultado: 12. Así es como, por lo demás, nos aprendimos de memoria la tabla del 3.

Sin embargo, planteado como está, es un ejercicio tipo del Método Singapur de segundo básico, que obliga a los niños a buscar opciones distintas para llegar a un resultado. "Para Singapur es muy importante que los niños jueguen con los números, eso implica que los desarmen. La descomposición de los números es vital en el método y éste es un ejemplo", dice Pinto. "Esto demuestra que este método no es mecánico, que no se aprende de memoria y que las clases presentan siempre un desafío intelectual", acota Tabita Salazar.

Todos estos procesos han derivado en que hoy, tras la aplicación del método, niños de 1° y 2° básico conozcan el proceso de multiplicar y dividir  antes, incluso, de llegar a la fase numérica. "Antes de responder por escrito, el niño debe visualizar los números. Por eso es que después de trabajar con lo concreto y lo pictórico, viene el proceso abstracto. Este es un método muy ordenado", explica Jéssica González, profesora de tercero básico del Colegio Dagoberto Godoy de la comuna de El Bosque.

Por ejemplo, previo a aprender de memoria las tablas de multiplicar, los niños conocen el proceso. "Ellos tienen que saber qué están haciendo. Deben saber que las tablas son una agrupación de elementos, una suma reiterada que les va a dar un resultado y no un número mágico", dice.

 "Tienen que trabajar con el sentido numérico y saber, por ejemplo, que el 10 es 8+2. Por eso el método tiene un sistema espiral, donde todo se va viendo varias veces pero con distinta dificultad".

Según Ban Har, la fórmula  ha ayudado a que a más gente le vaya bien en matemáticas y no sólo a quienes tienen facilidad para los procedimientos. "Hoy los niños dicen que las matemáticas son desafiantes, pero saben que se puede.  La disfrutan porque los problemas son interesantes y los logran hacer. Entonces, al final hay una mayor sensación de éxito que antes".

El fin del estigma   

Ban Har no es un desconocido en Chile. La primera vez que vino fue en 2007, período en que un grupo de establecimientos  privados,  entre ellos el  Colegio San Miguel Arcángel, The English Institute, Villa María Academy y el Saint Margaret de Viña del Mar, adoptó el método.  Este año, además, el Ministerio de Educación sumó su aplicación a 300 establecimientos vulnerables, que abarcan a unos 40 mil alumnos de 1º y 2º básico, a los que entregó la serie de libros Pensar sin límites. Entre ellos se encuentran los colegios Dagoberto Godoy de La Granja y El Bosque, ambos de la Red Educacional Crecemos.

En paralelo se sumó el Colegio Saint George, que adoptó el método a partir del 2010. Allí, hasta el momento, la experiencia ha sido reveladora. Y tal como le ocurrió a la profesora Salazar, Paula Jeanneret, coordinadora académica de 1° y 2° básico, cuenta que también hay apoderados que se han sorprendido viendo a sus hijos menores explicar matemáticas a sus hermanos mayores. "Se notan cambios inmediatos en el cálculo mental y la resolución de problemas. Incluso, matemáticas pasó de ser la asignatura que más les cargaba, a la que más les gusta".

Así, lejos del miedo que estigmatizó por años al ramo, hace poco Paula quedó sorprendida con un alumno de 2° básico al que escuchó decir en medio de la sala: "¡Me encanta la clase de matemáticas!".

Ban Har tiene una explicación para ello: "Con el método, la actitud de los niños es que les gustan las matemáticas y se nota que lo están pasando bien. Y en ello es muy importante la metacognición, es decir, que ellos se den cuenta de cómo están aprendiendo".

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