Por Sebastián Rivas Junio 16, 2011

El sábado pasado debía ser un día de descanso para los funcionarios de Aduanas de Arica. Pero fueron convocados a las 10 de la mañana en el puerto local. Habían sido notificados el jueves por la tarde: la tarea era revisar, una por una, más de 1.500 tablas que venían en un container enviado desde Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. La sospecha se activó porque los últimos cuatro grandes decomisos de droga en el puerto habían sido a partir de envíos desde esa misma ciudad. Es la última moda del tráfico en Arica: maderas ahuecadas con una precisión digna de los mejores talladores y que se cierran a presión con paquetes de cocaína en su interior. El mismo jueves, la alerta había salido desde la aduana de Chungará, a 4.500 metros de altura. La suerte estaba echada.

La fórmula mezclaba dos etapas. La primera, con tecnología de punta: el container pasando por un moderno camión-escáner que opera desde 2009 en la zona. La segunda, mucho más primitiva: armados de martillos y formones, los funcionarios buscaban una rendija, un espacio que les permitiera encontrar las tablas escogidas. Porque hay otra cosa que se sabe en Arica: a los narcos les gusta jugar. Y los envíos de droga son como la aguja en el pajar: apenas una pequeña parte de la carga esconde las sustancias.

Durante horas, los martilleos incesantes se tomaron el puerto ariqueño. A la tarea se le sumó gente de la Gobernación Marítima, que tiene jurisdicción sobre la zona portuaria. Cerca de las 22 horas, la tarea estaba completada: apenas 16 maderas contenían la sorprendente cantidad de 103 kilos de cocaína de alta pureza en su interior.

Era el tercer decomiso más grande del año en la zona. El destino era México.

El caso refleja una realidad presente en el extremo norte del país y que en el último tiempo está siendo monitoreada con especial atención por el gobierno: el aumento del tráfico de drogas. "En la zona norte es donde en la actualidad está ingresando el 80% de la droga que se incauta en este país. Por ende, tiene una importancia estratégica relevante para nosotros", explica el prefecto inspector Juan Hernández, jefe nacional de la Brigada Antinarcóticos de la Policía de Investigaciones.

En el último año, el decomiso de drogas aumentó en 33%. El 90% de ellos corresponde a cocaína. A ello se suma que la región es la única del país que es fronteriza con Perú y Bolivia, el segundo y tercer mayor productor de cocaína del mundo, respectivamente. Entre ambos generan más del 50% de la cocaína a nivel mundial.

En el último año, según cifras de la Fiscalía de Arica y Parinacota, el decomiso de drogas aumentó en 33%: pasó de 1.522 a 2.094 kilos. El 90% de ellos corresponde a clorhidrato de cocaína. A ello se suma que la región es la única del país que es fronteriza con Perú y Bolivia, el segundo y tercer mayor productor de cocaína del mundo, respectivamente. Entre ambos la cifra es aún más impresionante: generan más del 50% de la cocaína a nivel global.

La delgada línea imaginaria

El subcomisario de la PDI Guillermo Oteíza no se separa de sus binoculares. Está junto a su colega, el inspector Luis Troncoso, durante uno de sus recorridos quincenales por las zonas fronterizas de la región. Esta vez, a más de 4.500 metros de altura, en el camino que une el lago Chungará con Visviri, el pueblo más al norte del país. Ante él hay varios kilómetros de planicies, unas cuantas llamas y un río que pasa serpenteando por lo que parece un valle altiplánico. Aquí, hasta los celulares pierden la referencia: la única señal que llega es la de los operadores telefónicos bolivianos, que avisan mediante un mensaje los valores de las llamadas internacionales hacia Chile.

Este punto no es lugar para los débiles. La puna, esa mítica sensación de ahogo y mareo, pasa la cuenta al menor esfuerzo físico. La palidez, el sueño y los dolores de cabeza son compañeros de un viaje iniciático para los que no conocen la zona. De pronto, Oteíza rompe la calma que impera. Hace un ademán e indica una vara roja instalada justo al medio de donde pasta un grupo de llamas, no más ancha que un poste de una cancha de fútbol.

"Éste es el hito fronterizo", exclama.

Aquí, en el extremo norte del país, a más de dos mil kilómetros de Santiago, la frontera es, literalmente, esa vara roja, con kilómetros de planicies hacia lado y lado sin ninguna separación. Es la característica del Altiplano, y una de las principales dificultades que enfrenta Chile para combatir el narcotráfico.

La idea se refuerza apenas unos kilómetros más al norte. Después de sortear subidas y bajadas en un camino de tierra que parece montaña rusa, llegamos a un punto único en Chile: el Hito Tripartito, 10 kilómetros al norte de Visviri. La triple frontera.

Desde sus alturas, si uno mira a la izquierda observa a 500 metros el pueblo de Tripartito, en Perú. Hacia la derecha está el camino y la línea férrea que guía a Charaña, a sólo cinco kilómetros. Atrás, el territorio chileno. No hay separaciones, más que un monolito simbólico y tres astas sin bandera que están ahí para las escasas ceremonias oficiales que se realizan. Éste es el reino del silencio y del viento. Y también la tierra perfecta para los burreros.

Narcofrontera

Dueños de nada

Hace tres años, pocos en Arica habían escuchado hablar de Tingo María, un pueblo amazónico ubicado en la zona norte de Perú. Por eso, a los funcionarios de inmigración de la aduana de Chacalluta les pareció curioso detectar una súbita alza en los peruanos provenientes de esa ciudad de 50 mil habitantes. Todos vestían ropas nuevas y zapatos relucientes. Tras una rápida investigación, se dio con la explicación: la mayoría intentaba pasar droga a Chile. Habían sido reclutados por una organización peruana de la zona de Tacna, aprovechándose de su situación humilde.

El ejemplo muestra la constante búsqueda de adaptación de las organizaciones de narcotráfico para realizar el transporte de la droga. Además de los clásicos ovoides ingeridos, en lo que va del último año se han detectado envíos de droga en plantillas de zapatos, cámaras de neumáticos, envases de pastas de dientes, en una máquina de ejercicios y hasta en una minúscula batería de celular.

"El principal problema que tenemos nosotros son los pasos fronterizos no legales. Son huellas, son senderos. Dadas las planicies y la geografía nuestra, es muy difícil controlarlos", reconoce el intendente de Arica y Parinacota, Rodolfo Barbosa.

A los patrullajes de la PDI se le añade la presencia de Carabineros, que tiene once cuarteles fronterizos en la región y cuenta con un avión vigía y un helicóptero, dotados de tecnología de punta, como cámaras térmicas para detectar movimientos nocturnos. "Cuesta tener una frontera cerrada, porque no es de difícil acceso", dice el comandante Esteban Díaz, jefe del Departamento de Drogas del OS-7 de Carabineros.

El otro frente de combate son los tres pasos fronterizos habilitados de la región: Chacalluta, Visviri y Chungará. Las estimaciones de Carabineros y la PDI indican que el 80% de la droga que es decomisada en la región ingresa a través de esos pasos habilitados. Por Chacalluta circulan más de cuatro millones de personas al año, y por Chungará ingresan 91 mil camiones en ese mismo lapso de tiempo.

De los 2.300 internos del penal de Acha, en Arica, el 60% está acusado por Ley de Drogas. Más de la mitad de ellos son peruanos y bolivianos. En promedio, caen entre tres y cuatro personas por semana. "En términos generales, lo que nosotros tenemos fue una gran cantidad de correos humanos que ingresan por la vía legal, y especialmente por Chacalluta", comenta el fiscal regional, Jorge Valladares.

El temor latente es que en medio de lo que se prevé como una creciente tensión con Bolivia por el tema marítimo, un incidente fronterizo genere una crisis de proporciones con La Paz. Pero no se puede descuidar la frontera: últimamente, los decomisos más grandes han correspondido a sustancias que vienen de suelo boliviano.

El defensor público de Arica, Claudio Gálvez, tiene serios reparos sobre la política que se sigue en el tema. "La ley es como una telaraña: atrapa a los mosquitos, pero deja pasar a los pájaros", critica.

Salir al ataque

La lucha antidrogas, de buenas a primeras, no se parece a un partido de fútbol. Pero aquí, en una oficina en pleno centro de Santiago, la metáfora cobra sentido. Éste es el reducto donde el ex fiscal Alejandro Peña planifica uno de los primeros encargos hechos por el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, tras asumir en abril como jefe de la recién creadaDivisión de Estudios de la Subsecretaría del Interior: preparar un plan para combatir el narcotráfico en la zona norte del país.

El tema no le es ajeno, ya que durante sus siete años y medio a cargo de la Fiscalía Sur trabajó frecuentemente para desbaratar organizaciones de tráfico de drogas, con casos emblemáticos como las operaciones en la población La Legua.

Entre medio de carpetas y gráficos, Peña explica que en su visión la pelea contra las drogas tiene que cumplir con un objetivo vital: frenar lo antes posible el ingreso de las sustancias ilícitas al país. Tal como lo hacía la "Roja" de Marcelo Bielsa, que iniciaba su presión al rival en el primer cuarto de la cancha, él sostiene que la zona de Arica, Iquique y Antofagasta es clave para tener éxitos. "Tenemos que ser capaces de dar la lucha frontal al narcotráfico en la primera línea de batalla", es su visión.

Silenciosamente, Peña ya comenzó a realizar los contactos. En mayo pasado estableció una mesa de trabajo con todos los organismos que participan en los controles fronterizos. A inicios de junio visitó Iquique, y tiene contemplados viajes a Arica y Antofagasta para las próximas semanas. Su tarea es hacer un completo diagnóstico de la situación actual, para implementar un nuevo plan en 2012.

Narcofrontera

Una complicación llamada Bolivia

El 24 de febrero, una noticia sorprendió a Evo Morales: el ex general boliviano René Sanabria, asesor clave en la lucha contra el narcotráfico, era detenido en Panamá acusado de ser el cabecilla de una banda que enviaba droga a Estados Unidos y Europa a través de Arica. El modus operandi era un fiel reflejo de lo que se ve en el caso de grandes envíos en el puerto: la carga venía sellada desde Bolivia, pasaba los controles fronterizos y era embarcada directamente hacia el extranjero. La operación contó con un apoyo clave de Carabineros, que trabajó en coordinación con la DEA.

El caso activó las alarmas en el gobierno chileno por tres factores: era una de las primeras muestras de que figuras influyentes bolivianas pueden estar involucradas en el tráfico de drogas a través de Chile, demostró el crecimiento de los envíos de sustancias ilícitas desde Bolivia, y desató un soterrado conflicto diplomático. Morales resintió que el gobierno boliviano no hubiera sido alertado por Chile de la operación encubierta, que llevaba casi seis meses desarrollándose. Incluso, en círculos diplomáticos se reconoce que el incidente fue un factor que influyó para que Evo endureciera su postura con Santiago por el tema marítimo, aduciendo falta de confianza.

El temor latente es que en medio de lo que se prevé como una creciente tensión con Bolivia por el tema marítimo, un caso similar o un incidente fronterizo genere una crisis de proporciones con La Paz. Sin embargo, al mismo tiempo el análisis es que no se puede descuidar el tema. Sobre todo porque en el último tiempo, si bien la mayor cantidad de detenidos sigue siendo de Perú, los decomisos más grandes han correspondido a sustancias que vienen de suelo boliviano.

Entre los elementos que complican el tema está el hecho de que la DEA ya no tiene presencia en ese país -fue expulsada por Morales en 2008 acusada de conspiración- y que, según el Tratado de 1904, La Paz tiene franquicias aduaneras para exportar por los puertos chilenos. Entre ellas, enviar las cargas selladas desde su origen y que éstas sólo pueden ser revisadas previa autorización. Si bien las autoridades coinciden en que esto no implica que no pueda haber fiscalización, reconocen que es una dificultad adicional.

Fantasmas en Arica

Si uno leyera sólo las estadísticas, se podría imaginar que Arica es lo más cercano a Ciudad Juárez que tenemos en Chile. Pero la realidad es otra cosa: los índices de violencia y victimización son bajísimos y la ciudad se ha ubicado numerosas veces entre las cinco más seguras de todo el país.

Y es que Arica es una ciudad de paradojas. Una cifra: la última Encuesta Nacional de Consumo de Drogas del Conace, de 2009, indica que sólo el 0,2% de la población ariqueña consume cocaína. Como referencia, la cifra en Santiago es de 2,7%. La razón, curiosamente, puede estar en la ley de la oferta y la demanda. Un kilo de clorhidrato de cocaína en la ciudad cuesta en torno a los US$ 4.000. Si ese mismo kilo llega a Santiago, ya vale US$ 8.000; es decir, el doble. Y ni hablar si el cargamento llega a Europa: dependiendo de las zonas, su precio puede empinarse hasta los US$ 40 mil, diez veces el monto inicial.

Arica es bipolar. Una ciudad tranquila que esconde un incesante tráfico de personas y mercancías. Quizás la mejor definición, la que sintetiza ese sentir, sea la del alcalde de la ciudad, Waldo Sankán, que habla de la droga como si fuera un fantasma, una presencia invisible que no deja tranquilo al puerto. "Si uno la compara con las ciudades mineras, Arica tiene mucho menos problemas de consumo", dice.

"El tema es que acá pasa la droga. No la vemos, pero pasa".

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