Por Juan Pablo Sallaberry Junio 9, 2011

Son cientos y cientos de remolachas. Hay álamos, un pequeño tranque, codornices y vuelan algunos queltehues. La bucólica escena sería la de cualquier campo en la zona central de Chile si no fuera por una diferencia que llama la atención a los lugareños: una vez al año llegan en vehículos diplomáticos hombres de ojos rasgados que recorren y observan el terreno de 185 hectáreas sin hablar una pizca de español.

-Ah, el fundo de los chinitos- dice la alcaldesa de Teno, Sandra Valenzuela, reconociendo que nunca ha conversado con ellos ni sabe qué hacen allí.

Pero no son de China; son representantes del gobierno de Corea del Sur y adquirieron el sitio hace casi 30 años. ¿Con qué objetivo? "Eso es información confidencial", responden categóricos en la embajada coreana en Santiago.

El propósito original, en todo caso, ha cambiado. Hoy, la preocupación de estados como el surcoreano por la crisis mundial de alimentos ha significado que en ese mismo Consulado empiecen a mirar hacia Teno con renovado interés.

La historia que esconde el enigmático terreno que mantiene Corea en la Región del Maule está cruzada con la masiva migración de coreanos a América Latina en las décadas de los 60 y 70. Para enfrentar el problema de la sobrepoblación, en 1962 junto con establecer relaciones diplomáticas con la mayoría de los países de Latinoamérica, el país asiático promulgó una ley de emigración que subvencionaba el éxodo de sus habitantes a distintos lugares del mundo. Pero mientras a países como Brasil, Argentina o Paraguay llegaron en total 30 mil coreanos en ese período -gracias a políticas de adquisición o arriendo de terrenos para que pudieran dedicarse a la agricultura-, en Chile en 1978 no había más de 30 familias, que se instalaron en el barrio Patronato de la capital.

Fue entonces cuando la embajada comenzó a buscar un terreno en regiones con el abierto propósito de establecer una colonia coreana adonde pudieran llegar los inmigrantes. A través de la Corporación Coreana de Desarrollo Exterior, el 12 de febrero de 1982 adquirieron el sitio ubicado a 15 minutos de Curicó por la suma de $ 20 millones 300 mil de la época. Medio millón de dólares.

El antiguo dueño del terreno, Jaime Espinosa, recuerda que negoció directamente con la embajada y que los coreanos lograron un buen precio porque él vendió con apuro económico. Sin embargo, el proyecto para desarrollar un enclave coreano fracasó debido a la oposición del gobierno de Augusto Pinochet. "Las autoridades consideraban que era peligroso que se constituyeran en la zona y no les dieron autorización", señala Espinosa.

El año pasado llegaron dos técnicos coreanos a examinar el fundo. Mandatados por la embajada recorrieron el recinto durante horas con un GPS, estudiando y haciendo mediciones. Un lugareño recuerda que se mostraron maravillados con las zarzamoras y criticaron la flojera de los chilenos porque no las cosechaban.

Un ex ministro del régimen militar señala que en esos años se discutió si permitir una inmigración programada de coreanos a Chile para incrementar la mano de obra, pero se analizó que era inviable debido a las dificultades para controlar a dicha población.

Aun así, durante los años 80 dos familias de coreanos se fueron a vivir al fundo de Teno para cultivar parte de sus terrenos. Ana Cortés, campesina que trabajó con ellos, los recuerda bien. "Plantaban sólo productos coreanos, pepinillos, unas lechugas enormes, preciosas, de 4 ó 5 kilos, sésamo, ajíes y porotos de Corea. Preparaban kimchi, un acompañamiento muy picante que comían con arroz en el desayuno, almuerzo, once y comida". Los cultivos no eran para comercializar en Chile, agrega. Se llevaban en camiones a Talcahuano y Valparaíso para abastecer a buques coreanos, parte de los productos también se vendían a la comunidad coreana en Santiago.

Aunque algunos trabajadores se quejaron ante la municipalidad del extenuante ritmo de los coreanos, que eran muy exigentes, pagaban el mínimo y apenas daban unos minutos para almorzar, Ana Cortés, en cambio, los describe como personas muy amables y ordenadas, como reflejaban sus sencillas casas de ladrillo a las que sólo se podía entrar con pantuflas. "Todos sabíamos que el campo era del gobierno de Corea y por eso a veces había que ir a cobrar los sueldos a Santiago", relata.

El observador asiático

A inicios de los 90 y en medio del auge económico que atraviesa Corea, la historia del fundo cambió. El sitio es traspasado a la agencia estatal Korea International Cooperation Agency (Koica), que da ayuda técnica a países en vías de desarrollo y que tiene terrenos en diversas partes del mundo, como Argentina y Paraguay. Corea decidió dejar de cultivar el predio chileno y lo entregó en arriendo a la familia Aliaga, agricultores de la zona.

Francisco Javier Aliaga ha cultivado el fundo de los coreanos durante los últimos veinte años. Lo hace através de contratos periódicos de arriendo por tres años por un monto de $ 15 millones anuales. El acuerdo se hace directamente en la sede diplomática con el consejero económico a cargo de los terrenos, actualmente Lee Yong Jun. Hoy el campo está prácticamente deshabitado, salvo tres familias de campesinos que trabajan los terrenos en cultivos tradicionales, como papas y maíz, y los coreanos apenas se han vinculado con los terrenos. Si en los primeros años solían viajar a la zona y almorzaban con José Aliaga, padre del agricultor y quien firmó el primer contrato, hoy el contacto se reduce a visitas anuales que hace el cónsul.

Corea del Sur (de Chile)

No obstante, siguen siendo los dueños. Hace un tiempo, cuando se aprobó el proyecto de Celulosa Arauco para instalar una planta de paneles aglomerados en el terreno adyacente al de los coreanos, los ejecutivos de la compañía chilena debieron concurrir a la embajada para presentarse y solicitarles permiso para pasar unos cables de electricidad sobre el terreno de ellos. Corea dijo que no y tuvieron que rediseñar el trazado del tendido eléctrico.

A los vecinos les intriga el interés de los coreanos en mantener el terreno en la zona, e incluso Javier Aliaga pensó en hacerles una oferta para comprárselo. Sin embargo, se llevó una sorpresa mayor el año pasado, cuando al lugar llegaron dos técnicos coreanos a examinar el fundo. Mandatados por la embajada recorrieron el recinto durante horas con un GPS, estudiando y haciendo mediciones. Un lugareño recuerda que se mostraron maravillados con las zarzamoras y criticaron la flojera de los chilenos porque no las cosechaban. Otro vecino cuenta que los coreanos fueron a recorrer la zona aledaña y se quedaron atascados con su vehículo en el sector de Los Queñes, cuando fue a rescatarlos, relata, le pagaron con un billete coreano que, para su decepción, resultó ser de 400 pesos.

Intrigado por la visita de los técnicos, Aliaga se contactó con la embajada para saber de qué se trataba. Allí le informaron que Corea del Sur tenía interés en que el terreno comenzara nuevamente a ser administrado por agricultores de ese país para producir cultivos orgánicos como zapallos, pepinos y ají. También le informaron que podrían ocupar el lugar para desarrollar agricultura con animales asiáticos, como el wagyu.

La decisión de recuperar el fundo aún no está tomada, pero este mes le informarán al agricultor chileno si renuevan o no el contrato de arriendo, que vence en mayo de 2012.

Un renovado interés

La posibilidad de que Corea recupere sus terrenos para cultivo coincide con las políticas que ha adoptado ese país desde 2007, cuando se vio afectado por la crisis mundial de aumento del precio de los alimentos. La disminución en la producción de grano y la baja en la calidad de éste pusieron en estado de alerta a varios países como Corea, que cuentan con escasas zonas de cultivo. La FAO advirtió en un informe publicado el 2010 que Corea y otras naciones como China, Japón, Arabia Saudí e India han salido a comprar y arrendar terrenos agrícolas en África y América Latina para asegurar el insumo de alimentos a su población.

La FAO advirtió en un informe publicado el 2010 que Corea y otras naciones como China, Japón, Arabia Saudí e India han salido a comprar y arrendar terrenos agrícolas en África y América Latina para asegurar el insumo de alimentos a su población.

La situación en África ha generado crisis políticas de proporciones, como el derrocamiento del gobierno de Madagascar luego que aceptara alquilarle por 99 años a la surcoreana Daewoo más de un millón de hectáreas para cultivo, pese a que el 70% de los habitantes de la isla viven bajo la la línea de la pobreza.

En muy menor escala, la situación es analizada en Latinoamérica, donde países como Brasil han vendido más de cien mil hectáreas al conglomerado Mitsui de Japón. Recién este año Brasil, Argentina y Uruguay están estudiando la regularización de la venta de tierras a extranjeros.

En el país trasandino, Corea está estudiando traspasar los terrenos que tiene Koica en la pampa para que los administren la comunidad rural de ese país y la Corporación para la Agricultura de Corea, una agencia especializada en la recuperación de tierras. Se trata de 20 mil hectáreas que Seúl compró en 1978 por US$ 2 millones. La idea entonces era enviar 300 agricultores coreanos y crear una pequeña comunidad, pero la iniciativa fracasó porque el clima no les permitió desarrollar los cultivos. La tierra quedó prácticamente abandonada los siguientes 30 años, y hoy sólo hay algunos matorrales. El 2008 surgió el proyecto coreano para reactivarla.

Una situación similar es la de Paraguay, donde también el 2008 la embajada de Corea en ese país decidió reimpulsar la denominada Villa Koica, zona agrícola en la localidad de Ybycuí.

Sobre el desconocido terreno en el sur de Chile, aún no es claro su futuro y Corea mantiene el misterio. Consultados en la sede diplomática, declinaron entregar cualquier antecedente sobre la materia y señalaron que "respecto a la destinación que se le dará a dicho terreno no existe ningún tipo de información, al menos hasta fin del año 2012".

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