Por Sebastián Rivas, desde Locumba, Perú Junio 9, 2011

Locumba parece el lugar menos apropiado para iniciar una carrera política en Perú. Es un bucólico valle ubicado a 140 kilómetros al norte de Arica, y a más de 1.300 kilómetros de Lima, el centro real del poder político peruano. El pueblo apenas supera los 1.200 habitantes, la mayoría de los cuales se dedica a la agricultura de sus campos al borde del río que lleva el mismo nombre.

Pero la zona salió del anonimato hace una década. Más exactamente la noche del 28 de octubre de 2000. Cuando un teniente coronel del Ejército acuartelado en el Fuerte Arica, a 13 kilómetros del pueblo, se levantó contra el gobierno de Alberto Fujimori. El entonces desconocido militar Ollanta Humala Tasso pasó de la noche a la mañana a acaparar titulares. El resto de la historia se sabe: Fujimori renunció un mes después, Humala se entregó en diciembre y fue amnistiado, iniciando así su carrera pública. El propio ex militar, hace dos años, tituló su autobiografía con un sello revelador de la importancia que dio al episodio: "De Locumba a candidato a la presidencia del Perú".

Los habitantes del pueblo también parecen tenerlo claro. El domingo pasado le dieron un abrumador 76% de las preferencias, contra apenas 23% de Keiko Fujimori. La diferencia era tan obvia que, según cuentan los propios vecinos, casi no hubo campaña. Esa misma situación se dio en muchos otros pueblos similares, ubicados en zonas rurales, que le dieron finalmente la victoria al ex militar. Locumba es el lugar donde partió el camino que instaló a Humala en Palacio Pizarro. Y también el sitio perfecto para entender al Perú profundo que lo escogió.

El Perú a medias

Locumba tiene pocas calles, pero se nota que el progreso está llegando: están recién pavimentadas o en vías  de hacerlo. En el centro, los obreros se afanan para instalar un nuevo sistema de alcantarillado, y el olor a cemento fresco es una constante. Y el pueblo tiene un flamante edificio municipal que data de hace tres años, una plaza remodelada, un gimnasio para mil personas -es decir, caben casi todos sus habitantes- y hasta un pequeño estadio de fútbol. Todo pintado de amarillo y rojo, los colores emblemáticos de la zona.

Dos fenómenos tienen la culpa de esa modernización. El primero, un terremoto devastador que dejó al pueblo casi en el suelo en 2001. El segundo, la ley del canon minero, aprobada a mediados de la década pasada y que obliga a las empresas del rubro a hacer un aporte a las zonas donde explotan el mineral. En Locumba se refleja ese Perú en camino hacia el mundo del desarrollo del que se vanagloria Alan García, pero también sus falencias: hay casas construidas con débiles esteras de totora, o con fierros al aire y sin techo. Una buena muestra de ese Perú a medio construir, pujante pero desigual, que deberá administrar Humala desde el 28 de julio.

"Humala ha tenido mucha fuerza en provincias, y en los pueblos chicos, como Locumba. Y yo creo que es porque el levantamiento que él hizo lo realizó en pueblos pequeños. Entonces, la gente está muy identificada con él", dice el alcalde provincial, José Luis Málaga (46).

El edil hace hincapié en un dato clave: por primera vez en la historia de Perú gobernará un candidato que no ganó en Lima, sino que obtuvo su respaldo de las zonas más apartadas del país. Sin embargo, también afirma que la gente quiere mantener el modelo económico, y que por eso fueron bien recibidas las señales de Humala de que no pretende cambiar el modelo que está llevando más progreso a las personas.

Él conoció al entonces teniente coronel en 1999, cuando recién arribó al Fuerte Arica como jefe de un batallón de artilleros. "Lo conocí porque en los aniversarios de nuestros distritos siempre va una delegación del Ejército para el desfile. Entonces ahí participaba él", dice el alcalde.

La historia es la misma que cuenta Percy Basadre (70), quien ha vivido toda su vida en Locumba. Percy es la referencia obligada de consulta para todo el pueblo, porque su restaurante se ubica en una de las esquinas de la plaza. "Los militares venían para acá a todas las ceremonias. Yo estuve con él, lo conozco. Hablamos, pero casi nunca de política: terminaba su ceremonia y se iban al cuartel", cuenta.

Basadre se enteró de la sublevación pocas horas después de iniciarse. Al comienzo, en el pueblo no podían creer que ese militar en apariencia parco y tranquilo fuera el líder de la revuelta. Ellos sufrieron de inmediato los efectos: los militares bloquearon el único camino que une a Locumba con la carretera Panamericana, donde está el fuerte Arica, para que nadie más se le pudiera unir a Humala.

Juan Julio alcanzó al teniente coronel y lo siguió durante todo su alzamiento. Esa incondicionalidad se debía a que, por primera vez, se sentía interpretado por una figura. "Había corrupción, faltaba trabajo, había bastante gente pobre, también muchos pedían el cambio", cuenta.

El incondicional

Juan Julio Laura (36) es un mito viviente del pueblo. Es el único locumbeño que se sumó a Ollanta Humala en su alzamiento, que duró más de un mes y que logró congregar a cerca de un millar de reservistas.  En la muralla, dominando la escena, observa Humala -el "comandante", como siempre le dice Juan Julio-, quien aparece sonriente en un calendario.

Recuerda que conoció a Humala durante sus visitas a Locumba para desfilar como militar. Y que el 29 de octubre de 2000, cerca de las 11 y media de la mañana, se enteró del levantamiento en Tacna, a 80 kilómetros de su ciudad. Aunque su mujer estaba embarazada, Laura no dudó: ése era el momento que había estado esperando. Y su deber era seguir al comandante hasta donde éste lo decidiera.

"Había como 20 buses, donde muchos reservistas, más varios militares y policías retirados, nos comenzamos a ir al encuentro de Humala a las 7 de la noche. Cerca de las 9 de la noche llegamos a Moquegua, y de ahí seguimos caminando hasta alcanzar a nuestro comandante Humala, que ya nos llevaba diferencia de 10 horas", relata.

En esos momentos, la voz de Ollanta Humala ya era famosa en todo el Perú. Personalmente había llamado a Radio Programas, la principal emisora del país, para salir en directo relatando su alzamiento -que había comenzado con cerca de 30 efectivos-, y estaba atrincherado en la mina de Toquepala, ubicada hacia el interior de Moquegua, a casi 100 kilómetros de Locumba.

Juan Julio alcanzó al teniente coronel y lo siguió durante todo su alzamiento. Esa incondicionalidad se debía a que, por primera vez, se sentía interpretado por una figura. "Había corrupción, faltaba trabajo, había bastante gente pobre, también muchos pedían el cambio", cuenta.

Fue en una de esas jornadas, entre octubre y noviembre, cuando se analizaba cómo seguir en el levantamiento, que se pronunció una consigna, una especie de juramento de lealtad que movería el horizonte de Juan Julio, y de muchos como él, para los siguientes años. "Durante una reunión se planteó que, políticamente, de acá a diez años tenían que cambiar las leyes. Que nosotros teníamos que gobernar el territorio peruano".

Laura hizo su parte. Hoy es el secretario general del partido Gana Perú en la provincia donde está Locumba. De hecho, guarda en su casa la bandera con la que salió a festejar el domingo pasado, el día en que una década de conversaciones, gestiones y trabajo dio frutos.

El poder nacionalista

En la plaza de Locumba, todo parece disponerse como en un set de cine. A un costado se ubica la orquesta de bronces de la Policía Nacional del Perú. Al frente de ellos, un grupo encabezado por el gobernador provincial, Eduardo Mamani, que sostiene prolijamente una bandera peruana extendida. Al medio, un podio espera a los oradores. Y los alumnos de todas las escuelas se agolpan con sus pequeñas banderas en las manos. Son casi 400 personas, un tercio de la población total.

Es martes 7, dos días después del triunfo de Ollanta Humala en las elecciones peruanas. El reloj avanza cansino, como si no quisiera llegar hasta las 11 de la mañana. De pronto, uno de los abanderados militares da la orden de iniciar la ceremonia. La banda toca una marcha en recuerdo de los soldados peruanos que murieron en la toma del Morro de Arica en 1880. El eje de la ceremonia es honrar la memoria del coronel Francisco Bolognesi, el militar a cargo de la defensa de la ciudad y que murió en el combate.

En palabras sencillas, Bolognesi es el Arturo Prat peruano. Es decir, un héroe nacional que no se rindió al enemigo y cuya historia se cuenta de boca en boca. También de plaza en plaza: su busto preside la ceremonia en que se iza la bandera y los militares y policías juran fidelidad. Luego, los escolares desfilan, con paso marcial, ante la atenta mirada de su pueblo. No hay más ruido que la banda y los zapatos de los que marchan.

Ceremonias así son típicas en Locumba y en los pueblos aledaños. Los militares son un referente para la zona. "Siempre el sur ha sido nacionalista. Que respeten los símbolos: la bandera, la escarapela, el escudo", dice Juan José Laura.

La importancia del Ejército se nota al divisar el Fuerte Arica. A un costado se ubica la villa militar El Edén, un complejo de casas más grande que el propio Locumba donde el hoy presidente electo vivía hace una década.

Humala pop

Hay una cosa en la que todo Locumba está de acuerdo: su pueblo salió del anonimato gracias a Ollanta Humala. De hecho, en febrero pasado recorrió el pueblo en plena campaña, en una visita que incluyó su retorno al Fuerte Arica por primera vez desde su levantamiento.

Si se realizara la ruta, ya tendría una parada asegurada: el restaurante "Don Chendo", el lugar donde Humala comía cuando visitaba Locumba. Víctor Chendo es hijo del dueño que atendía al coronel: "Es verdad, era cliente nuestro", comenta con una mezcla de orgullo y risas.

El alcalde José Luis Málaga dice, con humor, que ahora podrá incorporar otro atractivo a la zona: "Estamos de alguna manera preparando una ruta turística que lo incluya. Ya sería una cuestión histórica, el levantamiento de Humala, dónde sucedió". Porque Locumba sabe que es muy parecida a cientos de otros pueblos peruanos, pero que ya jamás podrá ser igual. Porque es el lugar donde Ollanta Humala comenzó a hacer su historia.

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