Por Diego Zúñiga Mayo 25, 2011

Se supone que Puente Grande es una cárcel de máxima seguridad. Una de las tres que existen en México. De hecho, por eso habían trasladado a Joaquín -el "Chapo"- Guzmán  Loera (1957) ahí en 1995: necesitaban retener con el mayor resguardo posible al jefe del cartel de Sinaloa, uno de los narcotraficantes más poderosos de México. Pero ese 24 de diciembre de 2000, cuando el "Chapo" llevaba cerca de siete años encarcelado -y cinco en Puente Grande-, la prisión parecía cualquier cosa menos un centro penitenciario: pasadas las 10 de la noche llegaron varias camionetas con familiares y amigos de Guzmán, mariachis, con la cena -había crema de langosta, filete mignon, camarones, ensaladas- y con 500 litros de alcohol.

Fueron tres días de fiesta.

Y lo importante era que quedaran claras dos cosas: lo primero, que esto era una fiesta de verdad. Lo segundo, que el "Chapo" Guzmán no tenía límites ni control: que él mandaba ahí, en la cárcel, pero también afuera, en la calle, donde su cartel seguía funcionando a la perfección.

Un par de semanas después -el 19 de enero de 2001-, Guzmán se fugó de Puente Grande y comenzó la segunda parte de esta historia, la que se cuenta en libros como El último narco (Ediciones B), de Malcolm Beith, o Los señores del narco (Grijalbo), de Anabel Hernández. En ambos Guzmán se convierte en un fantasma o en un rumor, en alguien que nadie ve pero de quien siempre es escuchan cosas: que está escondido en las montañas de Sinaloa; que introduce miles de toneladas de marihuana, cocaína, heroína y anfetaminas en Estados Unidos cada año; que es el responsable de buena parte de la distribución de cocaína que se consume en Europa; que está involucrado con el gobierno de turno; que se casó con una muchacha de 18 años llamada Emma Coronel; que ha mandado a matar a varios de quienes lo han intentado traicionar.

Este fantasma -este rumor- es el hombre que tras la muerte de Osama bin Laden encabeza, según distintas publicaciones extranjeras, como Forbes y The Guardian, la lista de los hombres más buscados. Estados Unidos ofrece US$ 5 millones, México US$ 2 millones por el hombre que en 2009 fue incluido en la lista de la gente más poderosa del mundo,  también según Forbes. Pero hasta ahora, nada. Guzmán es sólo un rumor que algunos han logrado escuchar con un poco más de claridad.

En un momento, Guzmán se convierte en alguien que nadie ve, pero de quien siempre se escuchan cosas: que está escondido en las montañas de Sinaloa; que introduce miles de toneladas de marihuana y cocaína en Estados Unidos cada año; que se casó con una muchacha de 18 años.

¿Conexiones presidenciales?

Malcolm Beith, ex reportero de la revista Newsweek, no pensó que escribiría sobre el narcotráfico cuando llegó a México en 2007. Pero de pronto se encontró de golpe con esa realidad: los muertos en las portadas de los diarios; la guerra entre los carteles; la droga como pan de cada día. Y, entremedio, con más luces, el "Chapo" Guzmán. Así es que empezó a investigar y terminó escribiendo la primera biografía del mexicano, El último narco (2011). "Antes del libro, pensé que Guzmán era un hombre brutal, que mataba a cualquier persona que se cruzara en su camino. La verdad es que es un hombre muy listo; maneja un negocio muy delicado, del cual ha sacado mucho provecho. Pero también tiene un lado más humano", cuenta Beith.

Es, de hecho, esta faceta la que más profundiza su biografía: la infancia de Guzmán en La Tuna de Badiraguato; la relación tensa y violenta con su padre; sus inicios en el negocio durante los años ochenta, cuando conoció a Miguel Ángel Félix Gallardo, principal narcotraficante de esa época, de quien aprendió casi todo; los tiempos cuando impartía disciplina -le decían el "Señor"- en los distintos pueblos de Sinaloa en lugar de la policía o el ejército; y posteriormente su captura en 1993, cuando estaba en Guatemala, hasta llegar a su fuga, en 2001, que dicen -como escribe Beith- fue a través de un carro de lavandería. Se supone que Guzmán se escondió en uno de éstos y un funcionario lo sacó del lugar sin que nadie se diera cuenta; así de fácil, así de rápido.

Sin embargo, Anabel Hernández, en su libro Los señores del narco, plantea otra hipótesis, más real y más compleja también: funcionarios públicos de alto nivel lo sacaron, vestido de policía y lo acompañaron hasta un auto que lo fue a dejar a un helicóptero para luego desaparecer, como si fuera el hombre invisible. Todo esto a cambio de una suma importante de dinero. De hecho, en el libro se plantea que el "Chapo" le pagó US$ 20 millones a Vicente Fox -quien había asumido la presidencia de México hace un año- para que lo dejaran escapar.

Estas denuncias, sin embargo, han sido desechadas completamente por el ex presidente Fox. Incluso, en diciembre del 2010, twitteó: "Anabel Hernández siempre de trepadora, de nuevo tratando de vender libros a costa de otros. Si tienes pruebas, denuncia o cállate. Deshonesta" (sic).

Por supuesto, hubo consecuencias para Hernández: fue amenazada de muerte y hoy la protegen, durante todo el día, dos guardaespaldas. Sin embargo, las acusaciones que plantea en el libro en contra de distintos funcionario de los gobiernos de Vicente Fox y de Felipe Calderón, actual presidente, no han generado renuncias, juicios ni  investigaciones.

El hombre invisible

Sólo cambiaron algunas cosas importantes, claro: el "Chapo" quedó libre y el cartel de Sinaloa tomó el mando del narcotráfico. De hecho, se habla de que fueron beneficiados por el ex presidente Fox y luego por Calderón, quienes han combatido con mayor rigurosidad y violencia a los demás carteles -Juárez y los Zetas-, dándoles más libertad a los hombres de Guzmán. "Es el cartel menos golpeado. De hecho, es sabido que Guzmán goza de protección de grandes sectores del gobierno actual", explica Patricia Dávila, periodista de la revista Proceso -una de las pocas publicaciones que investigan estos temas-, quien reporteó el tercer y último matrimonio de el "Chapo", cuando se casó con una jovencita que antes había ganado un pequeño concurso de belleza.

Él es la ley

Fue en 2006, al poco tiempo de asumir la presidencia, cuando Felipe Calderón le declaró la guerra al narcotráfico. Esto significó sacar a la calle al ejército, lo que ha traído muchas muertes. No sólo en los enfrentamientos, sino también en las represalias que han tomado los distintos carteles en contra de civiles. Se habla de 40.000 muertos en los cinco años de gobierno de Calderón, producto de esta "guerra". Sin embargo, la figura del "Chapo" sigue ahí, a ratos intacta para la gente que vive en los pueblos por donde transita en el famoso triángulo dorado del narcotráfico -zona en la que confluyen los estados de Sinaloa, Durango y Chihuahua-.

"Todas estas regiones son más bien boscosas, por lo que no es muy fácil la producción agrícola. Esto favorece el cultivo de drogas y los pueblos dependen de este negocio, por lo que en muchos casos la gente protege a los narcotraficantes como Guzmán. De hecho, terminan convirtiéndolos en leyendas", explica Ptricia Dávila, quien reporteó el matrimonio en la localidad de La Angostura, en 2007, y reconstruyó el día cuando Emma Coronel -la novia- fue reina de la Gran Feria del Café y la Guayaba de ese año, y Guzmán se apareció en medio del pueblo, llevó mariachis y bailó con ella, haciendo pública su relación meses antes de casarse.

"Lo interesante del "Chapo" es su imagen, su simbolismo. Tiene presencia por todo Sinaloa, que es muy fuerte, muy impresionante. La gente, cuando habla del "Chapo", muestra su temor. Pero, al mismo tiempo, tienen respeto por ese hombre que actúa como su patrón. Él infunde la ley, el orden. Da dinero a iglesias, escuelas, hospitales. Da empleo a la gente y ellos le respetan más que al gobierno", asegura Beith.

En 2001, el "Chapo" Guzmán quedó libre y el cartel de Sinaloa tomó el mando del narcotráfico en México. De hecho, se habla de que fueron beneficiados por el ex presidente Fox y luego por Calderón.

Aunque no siempre es así.

Ismael Bojórquez, director del periódico Río Doce, de Sinaloa, cuenta que esta figura se enaltece en algunos pueblos, pero que en otros lugares los narcos han causado mucho daño y eso no se olvida. "El "Chapo" tiene fama de cobrar caro el piso a los campesinos que siembran marihuana y amapola en sus zonas de control", explica.

Son los gestos del hombre invisible. El que tiene una fortuna de mil millones de dólares, según Forbes, y el que ha intentado apoderarse de Ciudad Juárez, para así estar en la frontera con Estados Unidos, lo que le ha traído problemas con el cartel de Juárez. Y muertos, claro, muchos muertos.

"Ahora, el cartel de Sinaloa es considerado por el propio gobierno como una organización que se dedica básicamente a traficar drogas y lavar su dinero. En cambio, los Zetas u otros carteles extorsionan, secuestran, roban a la población, asaltan. Y eso genera mucho ruido socialmente porque la gente no vive en paz. Por ello, cada vez es más evidente que el gobierno federal y algunos gobiernos estatales están haciendo alianza con el cartel de Sinaloa, con el fin de atacar al resto de las organizaciones criminales", agrega Bojórquez.

Por mientras, Guzmán sigue apareciendo y desapareciendo. Según un cable oficial de la embajada de Estados Unidos en México, el "Chapo" tendría 10 ó 15 lugares donde esconderse en las sierras de Sinaloa y Durango, lo que haría prácticamente imposible su captura.

Un ingrediente más para convertirlo en leyenda. En el enemigo público número 1 del mundo. En el rostro más buscado. Juan Carlos Reyna, periodista que ha investigado estos temas y autor del libro Confesiones de un sicario, expone una idea que lleva más allá: "Creo que en México -y en el mundo- conviene alimentar la idea de que el narcotráfico está precidido por capos. Pero eso es mentira: el narcotráfico en México es rizomático, es decir, hay miles de capos funcionando en todos lados, pero al Estado le conviene dar un rostro a esta problemática".

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