Por Sebastián Rivas Mayo 11, 2011

Guillermo O'Donnell (75) no predice el futuro. Su currículum dice otras cosas: es ex presidente de la Asociación Internacional de Ciencia Política, profesor emérito de la Universidad de Notre Dame y uno de los intelectuales más prestigiosos de Argentina. Pero su capacidad de anticipación sorprende. En 1991, observó las características de los nuevos gobiernos democráticos en América Latina. Basado en Alan García, Carlos Menem y Fernando Collor de Mello, creyó descubrir lo que denominó como "un nuevo animal": gobernantes elegidos democráticamente, pero que buscaban acaparar todos los poderes, sin contrapeso. Lo denominó "democracia delegativa".

Veinte años después, el "animal" ha tenido nuevas y variadas manifestaciones. En su análisis, hoy incluye, entre otros, a Hugo Chávez, Rafael Correa, Daniel Ortega, Álvaro Uribe y el matrimonio Kirchner. "Y hay que observar a Ollanta Humala y Keiko Fujimori", dice.

Esta semana estuvo en Chile invitado por la Cátedra Norbert Lechner de la Facultad de Ciencias Sociales e Historia de la Universidad Diego Portales. No es un desconocido: mantiene desde los años 70 una amistad con Ricardo Lagos, y ha trabajado junto a figuras como Alejandro Foxley. Además, Chile es uno de los tres países -junto a Costa Rica y Uruguay- a los que  pone como ejemplo de democracias representativas clásicas en América Latina. "Me parece positivo el hecho de que se ha producido de forma absolutamente ordenada una sucesión claramente democrática. Es muy, muy positivo", dice sobre el triunfo de Sebastián Piñera. Pero su mirada no es la misma para el resto de los países de América Latina, en especial para su propio país. "Hay mucho en juego", plantea.

Enemigos de la prensa

-¿Cómo se reconoce un gobierno que deriva en una democracia delegativa?

-Nacen de elecciones que son razonablemente libres y competitivas, y durante su gestión mantienen ciertas libertades, como las de reunión, asociación, movimiento. Pero intentan controlar y destruir todos los sistemas de rendición de cuentas. Y todos esos regímenes tienen una cosa que es típica: peleas terribles con los medios. Una obsesión con los medios.

-Su mención recuerda la fuerte pelea que los Kirchner impulsaron contra el grupo Clarín en su país…

-Totalmente. Usted lo ve hoy también en Ecuador. Rafael Correa, con este plebiscito que hizo la semana pasada, le podría poner una mordaza terrible a la prensa. Para qué decir Hugo Chávez. Ahora, no es un tema ideológico: hay ejemplos en la izquierda y la derecha. Uribe es un caso clásico. Y Alberto Fujimori se peleó mucho con la prensa peruana cuando fue presidente.

-¿Por qué se da eso?

-Porque en el fondo, la prensa libre es el único mecanismo de accountability que queda. El presidente delegativo cree firmemente que por el hecho de que ha sido electo tiene todo el derecho, e incluso la obligación, de mandar como quiera. Tiene un mandato para salvar a la patria. A partir de esa idea, ese tipo de presidentes tiende a arrasar la autonomía del Congreso, del Poder Judicial, y sobre todo de los mecanismos que las democracias modernas representativas han inventado para rendir cuentas, como las auditorías generales. Y casi siempre lo consiguen.

"El presidente delegativo cree firmemente que por el hecho de que ha sido electo tiene todo el derecho, e incluso la obligación, de mandar como quiera. Tiene un mandato para salvar a la patria".

-Usted ha puesto a Argentina como un caso paradigmático de democracia delegativa, porque pasan varios gobiernos y el país sigue en esa línea…

-Bueno, ese modelo partió con Menem y se interrumpió con su salida. Después vino una experiencia muy fracasada, que fue la Alianza. Y ahora ha vuelto con todo. Con todo. Estamos a la espera de una elección que, según yo creo, si gana Cristina Kirchner va a ser esto multiplicado por varias veces. Y eso a mí me preocupa mucho.

El parecido de menem y kirchner

Aunque apoyó algunas iniciativas en la primera parte del gobierno de Néstor Kirchner, O'Donnell luego tomó distancia. "Desde el principio la actitud de Kirchner fue muy, muy potencialmente autoritaria, con gestos despectivos hacia la oposición y una búsqueda de confrontación permanente", afirma.

-Kirchner asumió en un momento muy complicado, tras la crisis social, política y económica de 2001…

-Lo que pasa es que estas democracias delegativas se originan en situaciones muy profundas de crisis, en todos los casos. Surge entonces un pedido muy general de que asuma algún poder que ordene la cosa.

-Èl surgió al interior del peronismo, al igual que Menem, aunque ambos representan posturas ideológicas muy diferentes. ¿Por qué ocurre eso?

-El peronismo es un fenómeno muy enraizado en la cultura argentina. Es más que un partido político. Hay un "ser peronista" en Argentina, muy cultural, que está muy arraigado en la cultura popular y parte de la clase media, lo cual es una base que permite esta metamorfosis. Ahora, de Menem a Kirchner hay diferencias muy importantes, pero también similitudes.

-¿Como cuáles?

- Por de pronto, esta concepción delegativa del poder, esta búsqueda de arrasar todos los poderes, esta idea de creer que ellos tenían -o tienen, con Cristina- la solución para todos los problemas nacionales, y también una serie de alianzas consistentes con cuanto sistema autoritario y atrasado de las provincias. Los aliados de las provincias del kirchnerismo son los mismos que tenía Menem.

La memoria y el tango

-¿Por qué a la oposición argentina le cuesta tanto encontrar una figura que la aglutine?

-La oposición nunca fue una sola: hay oposiciones. Tienen muchas diferencias en un conjunto de políticas, como son el papel del Estado y las políticas sociales. La gran cuestión es si las oposiciones se van a unir ante la amenaza de que Cristina gane y profundice el modelo, o si van a conservar su individualidad porque no creen que puedan realizar esta alianza. Ése es el gran dilema que existe hoy. Y ahí, el eje de esta cosa es Ricardo Alfonsín, claramente.

"La gran cuestión es si las oposiciones se van a unir ante la amenaza de que Cristina gane y profundice el modelo, o si van a conservar su individualidad porque no creen que puedan realizar esta alianza".

-Que es nuevamente un nombre repetido, hijo de un ex presidente…

-No, ahí ocurre que su figura ha sido subvalorada. Él es una persona muy inteligente, muy capaz. Es casi una desgracia que sea hijo del padre, porque es mucho más que eso. El problema en Argentina es que está el recuerdo de la famosa Unión Democrática de 1946. Se unieron todos contra Juan Domingo Perón, desde los conservadores hasta los comunistas. ¡Y ganó Perón!

-¿Eso es una especie de trauma?

-Es un trauma que queda, que ahora está siendo muy convenientemente reavivado por los peronistas. La Argentina es un país de traumas, de memorias terribles que sacuden a las personas. Es un país muy tanguero, también. Y esta memoria es pesada.

-¿Qué se necesita para que la oposición gane?

-Yo diría que dos cosas. Una: harían falta liderazgos que puedan trabajar en esa dirección. Y segundo, cierto hartazgo de la opinión pública. Estos regímenes acaban cansando a mucha gente. Son de crisis, son arbitrarios, viven a manotazos, atropellan a muchos sectores, a mucha gente, y acaban cansando a mucha, mucha gente.

- ¿Y qué rol juega la figura de Néstor Kirchner?

- Kirchner no era una persona muy querida. Tanto, que perdió las últimas elecciones a las que postuló para ser diputado por Buenos Aires. Pero se muere y construyeron de vuelta una historia mitologizada, del santo que murió luchando por la patria, que sacrificó su salud...  Cristina ha realizado una campaña muy bien hecha para eso. Esa imagen da muchos votos.

Relacionados