Por Amir Bibawy, periodista egipcio Abril 14, 2011

La euforia masiva que ha envuelto a Egipto desde la caída del régimen de Hosni Mubarak, en febrero, ha sido empañada por varios eventos recientes. A inicios de marzo, la violencia sectaria en un suburbio de El Cairo entre cristianos coptos y musulmanes dejó como saldo una iglesia quemada y diez personas muertas, y mostró una respuesta lenta a esa violencia por parte del consejo militar que dirige el país. El 19 de marzo, un referéndum sobre cambios a la Constitución relacionados con elecciones presidenciales y parlamentarias fue aprobado por el 77%. Esto, a pesar de la oposición por parte de la coalición liberal de los jóvenes revolucionarios y los dos principales presidenciables, un ex ministro de Relaciones Exteriores de Mubarak y el Premio Nobel Mohamed ElBaradei. Pese a un decreto que facilitó las reglas para formar partidos, una nueva ley prohibiendo las huelgas se aprobó semanas atrás. Todos esos elementos podrían explicar una cautelosa sensación de pesimismo entre algunos egipcios. Pero Ahdaf Soueif no tiene nada de pesimista.

"No estoy menos optimista ahora que en el día que Mubarak se fue", me dijo la periodista y escritora egipcio-británica nominada al Booker Prize, durante un almuerzo en Washington. "El hecho de que 18 millones de personas salieron y votaron… Todo eso funcionó. Eso en sí mismo es un paso masivo en la dirección correcta. Algo le pasa a la gente cuando participa así; cuando desarrolla un proceso a nivel nacional de forma exitosa".

- ¿Pero no fue la votación a favor del 'sí' un revés para la revolución?

- Votar "sí" está bien. Eso significa que los militares volverán a sus cuarteles antes. Y para el resto… bueno, creo que ahora estamos vigilantes y tenemos un sentido de nuestra propia acción. Tomaría trabajo descarrilarnos".

Y con confianza, añade: "Sería tonto esperar que los diversos tipos de intereses establecidos en el antiguo régimen desaparezcan. Que se sienten sobre sus manos y no hagan nada. Hay elementos del antiguo régimen que están trabajando aquí".

Soueif es una extraña mezcla. Hija de académicos, ella creció en Egipto e Inglaterra y estudió en ambos países, obteniendo un doctorado en Lingüística en la Universidad de Lancaster. Ella escribe sus novelas en inglés, aunque tiene perfecta fluidez en árabe. Es comentarista y periodista para The Guardian y una fuerza conductora en la escena cultural árabe de Gran Bretaña. Además, ha vivido la mayor parte de su vida adulta fuera de Egipto, pero está completamente inmersa en los temas que han afectado a su país en las décadas pasadas. "Siempre he vivido en ambas partes", me dijo. "He estado en cualquier lugar en el que he necesitado estar. Cuando mis hijos estaban creciendo, necesitaba estar con ellos. Hoy puedo estar donde yo quiera estar".

"Estamos vigilantes y tenemos un sentido de nuestra propia acción. Tomaría un gran trabajo descarrilarnos", dice Soueif . Y con confianza, añade: "Sería tonto esperar que los diversos tipos de intereses establecidos en el antiguo régimen desaparezcan. Que se sienten sobre sus manos y no hagan nada".

Y ella lo hace. A pocos días de iniciarse la revuelta popular contra Mubarak en enero, Soueif se había reinstalado en su departamento de El Cairo y se unió a los manifestantes en lo que se convertiría en un momento histórico. Su nombre, conocido por largo tiempo sólo en la élite cultural de El Cairo, estaba por todas partes. En la televisión, en los diarios, en la radio. Su voz era calma y tranquilizadora, especialmente cuando el levantamiento enfrentó retrocesos o cuando fue brutalmente atacado. Por estos días, ella sólo está disfrutando el momento y sus repercusiones. "Mi madre habría estado muy feliz", me dice sobre su progenitora, quien fue la traductora literaria al árabe de algunos de sus trabajos y quien falleció en 2007. "Desde la revolución, mi padre luce diez años más joven", agrega con una sonrisa.

Soueif está en Estados Unidos en una "gira de la victoria", presentando la Edward Said Memorial Lecture en la Universidad de Columbia, y otras conferencias en Nueva York y Washington, como huésped del Kennedy Center y varias organizaciones culturales. "En Columbia, me enfoqué en cómo nuestra revolución ejemplificaba rasgos que Said sostenía como ideales. Secular, popular, común y pacífica. Todas esas cosas". Said, el padre del orientalismo, fue un amigo cercano y gran seguidor de su trabajo, llamándola "una de las más extraordinarias cronistas de las políticas sexuales que escribe ahora". Su entusiasmo sobre la revolución es contagioso.

 - ¿Qué hay sobre los militares?

- El ejército no es una entidad -dice mientras se sirve una ensalada.

"Están obligados a que hayan conflictos internos. Los escalafones superiores son beneficiarios del antiguo régimen, pero los que están debajo de ellos en la jerarquía están viendo cada una de sus movidas".

La cronista de la revolución egipcia

-  ¿Disputas sectarias?

- Las fuerzas que estaban engendrando la violencia sectaria bajo Mubarak aún lo están intentando -explica.

"Pero eso no funcionará. Luego de que hubo un atentado a la iglesia de Alejandría la víspera de Año Nuevo, musulmanes de todo el país acudieron a la misa de la tarde en la Navidad Copta, el 6 de enero, para proteger a las iglesias. Mi hermana fue y ella llevó a sus hijas. Su mensaje era: 'Estoy aquí con lo que más quiero y no tengo miedo'".

Es difícil resistirse a su razonamiento, porque ella es calmada para desarrollarlo. Su voz no cambia, incluso cuando ella intenta ser más empática. Está vestida con un chaleco rosado y pantalones de lana cafés, y tiene un largo abrigo que casi pierde camino a la cafetería donde nos encontramos. Ella mira de forma sospechosa a las filas de ensaladas y sándwiches envasados. "Todo es llenador… o muerto", dice con desaprobación. Entonces opta por ensaladas y un café. Después de hablar algunos minutos, noto el collar de perlas alrededor de su cuello. Recuerdo una línea de su gigantesca novela, En el Ojo del Sol. "Sácate esas perlas y deja de lucir como Brenda", dice el amante inglés de la protagonista egipcia, Asya, comparándola con la reina. Uno no puede evitar hacer la conexión entre Asya y Ahdaf, ya que ambas tiene espesas y largas mechas de pelo negro envolviendo una delicada cara. En esa desafiante primera novela de 800 páginas, que siguió una breve colección de historias, Soueif cuenta la historia de Egipto de las décadas de 1960 y 1970 a través de una joven mujer egipcia, muy parecida a ella. Asya, una estudiante de posgrado en Inglaterra que se casa con su enamorado egipcio, encuentra su realización sexual en una aventura con un inglés. La longitud de la novela no ha permitido su traducción a cualquier otro idioma, pero ha desarrollado una devoción casi de culto desde su publicación casi dos décadas atrás. ¿Le molesta a ella que la gente piense que es autobiográfica? "Se volvió aburrido después de un tiempo. Ahora es tan lejano que ni siquiera pienso sobre ello".

Como una egipcia escribiendo en inglés, ella está completamente al tanto de cómo la vida intelectual en Egipto está separada de la vida cotidiana. "Siempre ha sido un problema que los intelectuales sólo se hablen el uno al otro y que nadie los escuche a ellos", dice.

Su segunda novela fue aún más exitosa, quedando en la lista corta de seleccionados para el Booker Prize, y traducida a más de 20 idiomas, apareciendo en español como El Mapa del Amor. "Estaba tan consciente del asunto sobre la autobiografía después de mi primera novela que estaba determinada a que eso no pasara con El Mapa del Amor", afirma. "Sin embargo, la gente todavía quería pensar que era autobiográfica. Me preguntaban: '¿El personaje principal es tu abuela'", se ríe encogiendo los hombros. Para su crédito, ella tiene dos colecciones de historias cortas y un libro de ensayos titulado Mezzaterra, sobre personas que son el producto de dos culturas, muy parecidas a ella, y a sus dos hijos con su difunto esposo, el crítico y poeta británico Ian Hamilton.

La revolución y varios años de reporteo desde los territorios palestinos para The Guardian han provocado una baja en su producción de ficción. "Comencé a trabajar en una novela en 2003, que debería haber estado lista para 2007. Pero entonces fui desviada por el periodismo (para The Guardian y otros) y la creación del Festival Palestino de Literatura (PalFest) y, en general, lo que podrías llamar activismo cultural. Sé que algunos escritores trabajan todos los días un cierto número de horas, pero yo no puedo. Me tengo que involucrar en la novela". Cuando le pregunté sobre qué trataba, ella dice: "Es sobre las causas de la revolución, irónicamente". Le dije que si hubiera visto la luz en 2007, habría sido un éxito ahora. Ella asintió, agregando que no está segura de si va a terminarla. "La gente que ha leído lo que he escrito de esa novela hasta ahora, me dice que todavía es relevante. El pasado no ha cambiado".

Como una egipcia escribiendo en inglés, ella está completamente al tanto de cómo la vida intelectual en Egipto está separada de la vida cotidiana. "Siempre ha sido un problema que los intelectuales sólo se hablen el uno al otro y que nadie los escuche a ellos", dice. "Pero siento que con esta revolución va a ser diferente. La generación joven es diferente". Estoy sorprendido de que ella aluda a una generación "más joven", aun cuando sé que ella tiene 60 años. "No tenemos que bucear muy profundo para encontrar un denominador común entre todos nosotros", agrega. "Necesitamos conectarnos a ese nivel de conversación que permita que la riqueza de los pensamientos de la gente salga a la luz, para que todos sean parte de la conversación. Ése es el rol que los intelectuales egipcios deberían tener ahora, para desprender las capas hasta que lleguemos a lo común. Para lograr que salga de allí la auténtica voz de Egipto". Entonces, con una sonrisa ella dice: "La revolución es completamente original, tal como Egipto mismo".

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