Por Josefina Ríos Marzo 18, 2011

El viernes 11, y en medio de una ola de rumores, la superiora de la orden de las Monjas Ursulinas, Isabel Margarita Lagos -conocida como madre Paula-, tomó un avión a Alemania. Justo once días antes, la religiosa convocó a las cerca de 80 profesoras del colegio Santa Úrsula de Vitacura a una reunión. Contra todos los pronósticos, ése no fue un encuentro para dar la bienvenida al año académico. Esa mañana del 28 de febrero, la hermana Paula anunció que dejaría la dirección de la orden por decisión del Vaticano.

Tras el anuncio, todas quedaron consternadas. Pasado el primer impacto, las profesoras se tranquilizaron con la explicación que les dio la superiora. "Nos señaló que debía dejar Chile porque llegaría una nueva superiora, y que su presencia podía dificultar su asentamiento", cuenta una de las asistentes.

La madre Paula llevaba 26 años al mando, y no era un tema menor que sólo hubiera cinco monjas -incluida ella- en la orden. De hecho, la propia superiora reconoció, en esa misma reunión con las profesoras, que la institución -que maneja dos colegios, uno en Vitacura y uno en Maipú, más un convento en esta última comuna donde las monjas viven- atravesaba por una crisis de vocaciones.

A ello se sumaba otro ingrediente: a la religiosa la afecta un cáncer desde hace dos años. Así, en el colegio indican que fue justamente ella quien solicitó, hace al menos un año, ayuda al Vaticano para analizar el destino de las Ursulinas. Esa misma solicitud la habría reiterado durante el periplo que realizó en Europa -España, Alemania e Italia- durante el último verano.

Finalmente, el martes pasado fue el arzobispo de Santiago, monseñor Ricardo Ezzati, quien reveló a la comunidad de las Ursulinas -a través de un comunicado- que la monja había sido removida por la Santa Sede, a causa de "su ilegítimo ejercicio como superiora religiosa, el que se ha extendido más allá de lo establecido por sus constituciones y con eventuales conductas reñidas con las normas de la orden".

El asunto es incluso más delicado según una alta fuente eclesiástica. "Existen al menos dos denuncias en contra de la madre Paula Lagos. Una tiene que ver con trato indebido e irregularidades en la gestión económica de los dos colegios que dependían de ella. La segunda denuncia dice relación con las supuestas aproximaciones lésbicas que la superiora habría mantenido con una de las religiosas que pasaron por esa orden". Según esta autoridad, las denuncias habrían sido realizadas por personas estrechamente cercanas a la comunidad y ante el Vaticano, pues es la Santa Sede quien mantiene la tutela jurídica de la orden ursulina.

A muchos les sorprende que la madre Paula no se haya despedido de las cerca de 800 alumnas que asisten al colegio ubicado en Nueva Costanera, sobre todo porque para el día de su partida las estudiantes ya estaban de regreso en clases.

En el colegio de Vitacura, sin embargo, afirman que monseñor Ezzati sostuvo una reunión privada el miércoles 9 de marzo con la actual directora del establecimiento, sor Ángela Gandner, a quien le habría asegurado que lo que existe ante el Vaticano son quejas -cuyo tenor se mantiene en estricta reserva- y no denuncias en contra de la madre Paula.

Visita inesperada

Desde el Arzobispado de Santiago reconocen la visita apostólica que la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica -que depende de la curia romana- está realizando en la orden de Santa Úrsula de Chile. Existen dos versiones de este proceso. El primero, que la Santa Sede designó a dos visitadores: dos sacerdotes chilenos -cuyos nombres se mantienen bajo reserva-, quienes habrían estado, desde junio, entrevistando a las acusadoras, la comunidad y la propia acusada. Ellos habrían sido quienes, en diciembre pasado, entregaron un preinforme a Roma, lo que se tradujo en la abrupta salida de la religiosa.

La otra versión es la que se maneja en el colegio de Vitacura. Allí esgrimen que en esa fecha aterrizó en Chile un emisario proveniente directamente desde la Santa Sede, quien en compañía de una religiosa benedictina chilena habría observado el funcionamiento del convento. Aseguran, además, que la visita se habría llevado a cabo de manera cordial y que se trata de un proceso que se realiza regularmente en diversas congregaciones.

En lo que ambas versiones coinciden es que las investigaciones son al monasterio y no al colegio, pues hasta la fecha se descartan acusaciones de irregularidades que afecten a las alumnas. De hecho, en la justicia chilena no se registran denuncias sobre este capítulo.

Lo concreto es que la madre Paula estará al menos un año en Alemania, dedicada a la lectura y a los estudios. Muchos piensan que la superiora no volverá al colegio. Esta situación llama la atención, pues cuando la madre Bernarda -ex superiora que estuvo al mando del monasterio durante 28 años- dejó su cargo, en 1985, se quedó en Chile y participando activamente dentro de la comunidad. A muchos les sorprende también que la hermana Paula no se haya despedido de las cerca de 800 alumnas que asisten al colegio ubicado en Nueva Costanera, sobre todo porque para el día de su partida las estudiantes ya estaban de regreso en clases. 

La historia detrás del remezón

La huella de la madre Paula

Isabel Margarita Lagos es la mayor de una numerosa familia. Ex alumna de las Ursulinas, sus amigas la recuerdan como una niña tímida y reservada. Cuando tenía apenas 12 años murió su madre y ella se hizo cargo de todos sus hermanos. Tras salir del colegio realizó estudios ligados a la economía doméstica en la Universidad Católica.

Cuando, a los 21 años, decidió ingresar a la orden, sus más cercanos se sorprendieron: nunca compartió mucho su vocación religiosa.

Hoy en la comunidad ligada al colegio Santa Úrsula existe total consenso sobre el papel fundamental que ella desempeñó en el trabajo apostólico de ese plantel. La definen como una mujer firme, valiente y quien logró mantener el espíritu austero en la formación de las estudiantes del recinto. De hecho, un apoderado cuenta que ha visto a la superiora "tachar de su puño y letra las exigencias de marca que algunas profesoras hacen en las listas de útiles".

Además, fue relevante su apoyo a la pastoral familiar y su rol de líder en las charlas a los apoderados. También fue clave en la elección de las nuevas familias que ingresaban al colegio. Ella, asimismo, fue quien estimuló la vida espiritual de las alumnas: las impulsaba a que pasaran a la capilla antes de ingresar a clases.

Uno de sus mayores legados fue encabezar la modernización del colegio: vendió los terrenos del antiguo recinto, ubicado en Nueva Costanera con Vitacura, y compró el sitio donde hoy se emplaza el flamante establecimiento educacional, algunas cuadras más arriba.

Sin embargo, muchos critican su autoritarismo y excesivo moralismo. En el colegio cuentan que en una oportunidad prohibió a todo el profesorado asistir a la exposición "Cuerpos Pintados". En otra ocasión, para la "Expo Arte" que se desarrolló en el colegio -con reproducciones de artistas como Pablo Picasso-, "la madre Paula rajó con sus propias manos uno de los cuadros con desnudos y exigió que se retiraran todas las obras con algún tipo de referencia erótica", recuerda una profesora. También hacía explícita su desaprobación cuando las apoderadas llegaban en buzo o con escotes a buscar a sus hijas. Lo mismo inculcaba en las alumnas, cuestión por la cual despertaba muchas críticas entre ellas.

Pero más allá de su rigidez moral, hoy los ojos están puestos en su quehacer administrativo en la orden: si bien la constitución de las Ursulinas establece que cada seis años se debe llamar a elecciones de superiora, desde 1985 que la madre Paula no lo hacía. Eso, según fuentes religiosas, constituye un delito canónico. En esta misma línea, desde el Vaticano surgieron dudas sobre cómo cinco religiosas -sólo cuatro activas- podían manejar dos colegios de un tamaño considerable.

Las indagaciones del Vaticano siguen en curso. Y no se descarta que incluyan la hebra financiera. Desde el establecimiento indican que los eventuales desórdenes económicos se debían principalmente a que el colegio de Vitacura debía asistir financieramente al de Maipú, situación que habría quedado solucionada cuando el plantel de esta última comuna pasó a ser una institución particular subvencionada por el Estado.

Gente ligada al colegio critica que la madre Paula, a lo largo de su mandato, incurrió en gastos innecesarios. Ejemplos hay varios. Dicen que hace algunos años la ex superiora compró dos costosas salas de refrigeración para el convento de Maipú. También que se utilizaron grandes sumas para remodelar la casa de retiro La Paz, que la orden mantiene en Lonquén, y para reconstruir una moderna casa de descanso que las religiosas tienen en el balneario de Santo Domingo.

Con todo, en la comunidad de las Ursulinas hay bastante tranquilidad después de la reunión que se efectuó el martes pasado en el gimnasio del colegio de Vitacura, a la que asistieron unas 800 personas, entre padres, alumnas y egresadas. En esa oportunidad, la directora, sor Ángela -además de leer el comunicado que envió el Arzobispado de Santiago-, respondió abiertamente las interrogantes de numerosos apoderados. Entre ellos, existe confianza de que la verdad saldrá a la luz y que no afectará la trayectoria de más de 70 años de la institución. Sin embargo, entre los padres y alumnos existe dolor. No sólo por la abrupta salida de la superiora, sino que también por el manto de dudas que se levantó sobre el colegio tras el silencio que mantuvo la Iglesia sobre este asunto.

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