Por Alejandro Alaluf B., desde Canadá Marzo 4, 2011

Manejar un Porsche debe ser una de las fantasías más recurrentes para cualquier persona que alguna vez haya estado tras un volante. Incluso, antes de eso. Y se entiende: la famosa marca alemana, con base en Stuttgart, es sinónimo de lujo y de exóticos y sofisticados autos de carrera de alto rendimiento. Probablemente para la mayoría -me incluyo-, las posibilidades de manejar uno de esos bólidos sólo podían remitirse a un videojuego, como el Forza Motorsport o el Gran Turismo, y contar con una gran pantalla en alta definición. Pero hay escasas veces en que los sueños se cumplen. Como que Porsche te invite a probar sus automóviles en pistas de hielo y nieve en Quebec. Oferta irrechazable.

El asunto parte en Mont Tremblant, una idílica localidad y centro de esquí ubicado en las montañas Laurentianas, una hora y media al noroeste de Montreal. Durante la tranquila ruta, el paisaje cambia lentamente desde barrios industriales a cerros y bosques nevados. Hay varios grados bajo cero.

Esa tarde, la recepción en el hotel Fairmont Tremblant estuvo comandada por el presidente de Porsche Canadá, Joe Lawrence. Un llamado a calentar motores. Casi literal, ya que al día siguiente, muy temprano en la mañana, cada cual se subiría a uno de estos autos y haría sus mejores intentos sobre la pista blanca y helada.

Se respira ansiedad

Luego de poco más de una hora, arribamos a un escampado en medio de la montaña. Se logra divisar un chalet con la chimenea encendida y, poco más allá, una flota de Porsches estacionados y alineados perfectamente uno al lado de otro. Tentadores.

Dentro del chalet, Nespresso, muffins, queques, jugos y fruta. Luego de algunos minutos, los instructores cuentan cómo será esta experiencia. Yo los escucho, pero cuesta concentrarse: estoy embobado mirando a través de la ventana esa docena de Porsches junto a los circuitos de hielo y nieve.

Camp4 es un evento realizado por esta marca de autos deportivos para que sus clientes puedan experimentar sus automóviles en situaciones climáticas extremas. Usualmente, se hace en Europa -en Austria y Finlandia-, aunque una vez se realizó en Aspen, Colorado. Ahora es el debut en tierras canadienses. Y las condiciones estaban perfectas: los autos, las pistas y en especial el día, que destacaba con un intenso cielo azul sin nubes y un sol radiante. La ansiedad de los asistentes se respira en el aire. Parece un capítulo de la serie Top Gear.

Una de las pequeñas particularidades de Porsche es que sus autos tienen sus chapas de contacto a la izquierda del volante. Según cuentan, esto se debe a que antes, en carreras como Las 24 horas de Le Mans, los pilotos debían correr a sus vehículos, encenderlos, poner primera y arrancar. Que el contacto estuviera a la izquierda, le permitía al piloto encender el auto y poner primera casi de manera simultánea. Cada segundo cuenta.

Curiosamente, la sensación de subirse a un Porsche -versus un auto más tradicional- no dista mucho de un videojuego. El habitáculo es compacto y la vista se distrae ante la cantidad de controles y displays electrónicos. Claro que esto no tiene comparación. Se respira lujo y sofisticación.

Porsche, desde su fundación en 1931 por el ingeniero austriaco Ferdinand Porsche, se ha caracterizado por fabricar automóviles de carrera de alto rendimiento. Con estilo y confort. Pero claramente no eran autos diseñados para conducciones extremas. Hasta que decidieron probarlos en los Camp4. Y ver in situ su comportamiento en climas de frío exagerado.

Paso la mano por el circuito: es hielo puro, como de pista de patinaje. Incluso, con zapatillas de suelas potentes, logro deslizarme varios metros sin mayor problema. Entonces, primer detalle que salta a la vista antes de que nos subamos al primer auto del día, un Porsche Carrera 911 C4S: los neumáticos poseen pequeños estoperoles. La idea, claro, es contar con un mayor agarre.

Todo es nieve

Curiosamente, la sensación de subirse a un Porsche -versus un auto más tradicional- no dista mucho de un videojuego. El habitáculo es compacto y la vista se distrae ante la cantidad de controles y displays electrónicos. Claro que esto no tiene comparación. Se respira lujo y sofisticación.

El instructor comenta el propósito del primer ejercicio y luego, vía radio, da órdenes más específicas. La idea es probar los diferentes sistemas de asistencia electrónica con que cuentan estos autos para ver las diferencias de conducción. Y vaya que se notan.

Todos los modelos cuentan con dos sistemas de asistencia de conducción: uno completo y uno sport. Lógicamente, también está la opción de no contar con ninguno, pero ahí es más difícil creerse James Bond. La idea es sentir el auto y ejercitar el under y oversteering a través de la pista.

Luego de un break en el chalet, se procede al segundo circuito. A bordo del mismo modelo, pero en versión cabriolet. La ruta es algo más compleja y con conos delimitados con el fin de hacer slalom y probar distintos niveles de aceleración. Éste es seguramente el circuito más entretenido, aunque las probabilidades de que el auto se vaya hacia el costado son altas, debido al hielo. Menos mal aquí todo es nieve, lo que evita colisiones y daños. No es un detalle cuando estamos hablando de un auto cuyo costo asciende a los 130 mil euros.

Más tarde, llegamos al tercer circuito. Consiste en dos círculos, uno más grande que el otro, como minirrotondas de nieve. La idea es derrapar. En hielo. Manteniendo una constante entre viraje y aceleración. Y vaya que es complicado. Al menos en mi caso, el Cayman S bajo mi control se transforma en un trompo, que en una ocasión termina enterrándose en un banco de nieve. Fue necesaria la ayuda de una Porsche 4x4 Cayenne para rescatar al bólido. Lo bueno es que no soy el único.

El final de la jornada son unos "hot laps" o vueltas por los distintos circuitos dentro de un Carrera 911. Manejan los instructores, mientras uno va boquiabierto de copiloto. Sin exagerar, es como estar en una escena de persecuciones en una película.

Afuera, el termómetro marca 20 grados bajo cero.

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