Por Paula Comandari Enero 28, 2011

© José Miguel Méndez

Ambos estaban en el aire. No era la primera vez. Pero era una ocasión especial.
- ¿Ésa será su nueva casa? -le preguntó el instructor de vuelo Alfonso Wenzel a Sebastián Piñera, mientras sobrevolaban La Moneda.

El entonces candidato sólo sonrió. Como queriendo decir que sí. A su manera.

Era enero de 2010. Un día antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Piñera llamó a su instructor, un ex aviador naval que le había enseñado, siete años atrás, cómo navegar en las alturas. Ese día, Piñera necesitaba practicar y mirar Chile desde el aire.

Enseñarle a volar no fue tarea fácil. Quienes quieran aprender a deambular por las nubes, dice Wenzel (68), deben ser "personas conservadoras, que arriesgan poco, que no van contra la corriente, como sucede cuando quieres ganar en el mundo de los negocios". Justo lo que Piñera no es. Por ello, tuvo que aprender. Y se tomó casi un año para hacerlo. Bastante más que su compañero de aula, Andrés Navarro, quien durante meses siguió al pie de la letra las rutinas dictadas por Wenzel, durante 2004, en una pequeña oficina aledaña a la Clínica Las Condes.

Piñera "autodidacta"

El boca a boca comenzó a funcionar rápidamente. Alfonso Wenzel, quien ingresó a la Escuela Naval a los 14 años y se graduó como experto en aviación en Pensacola, Estados Unidos, había decidido dejar las filas de la Marina -y su grado de capitán de fragata- luego de 28 años de servicio. Tras observar encuentros y misiones dirigidas por los ex presidentes Eduardo Frei Montalva -a quien le piloteó uno de sus viajes-, Salvador Allende y Augusto Pinochet, Wenzel se transformaba en testigo de las piruetas realizadas en el aire por los más importantes ejecutivos y empresarios del país a fines de los 90.

Su nombre empezó a sonar. Fue en 2001 cuando los hermanos Enrique e Ignacio Cueto lo llamaron para efectuar el curso -40 horas teóricas y 50 horas prácticas- que les permitiría obtener la licencia de Piloto Privado de Helicóptero. Se reunían en sus oficinas, todos los martes y jueves, durante dos horas. El propio Wenzel viajó a Argentina para trasladar a Santiago el nuevo helicóptero de los Cueto: un Robinson 44. Tardó algo más de tres días.

Andrés Navarro telefoneó a Wenzel para agendar el curso. "En un comienzo me señaló que lo haría junto a Andrónico Luksic, pero días después me comentó que se había comprado un helicóptero con Sebastián Piñera", dice el instructor. Supo de inmediato que el curso Navarro-Piñera iba a ser complejo.

Los Cueto comenzaron a expandir el dato. Y un día, el empresario Andrés Navarro telefoneó a Wenzel para agendar el curso. "En un comienzo me señaló que lo haría junto a Andrónico Luksic, pero días después me comentó que se había comprado un helicóptero con Sebastián Piñera", dice.

Wenzel pensó de inmediato que el curso Navarro-Piñera iba a ser complejo. Aquí se necesita disciplina y mucha interacción. Ingredientes que se alejaban del perfil del entonces presidente de RN. "Recuerdo que en ese momento explotó el caso Gemita Bueno, y Sebastián Piñera era un hombre muy ocupado. A veces se ausentaba, otras iba por 15 minutos. Como profesor, me entró la preocupación, porque para aprender a volar se necesita una rutina muy rigurosa", recuerda.

Piñera fue un alumno autodidacta. De las 40 horas teóricas obligatorias, sólo realizó cara a cara las primeras 16, con asignaturas como Ingeniería del Helicóptero y Sistemas, Aerodinámica Básica, Manual de Vuelo y Rendimiento.

Mientras Wenzel recibía constante feedback de Andrés Navarro, quien incluso le recomendó el libro "Principles of Helicopter Flight", texto que el instructor hoy siempre sugiere, Piñera era más bien práctico. "No le gustaba que le respondiera con variables. Él siempre quería hechos concretos y respuestas rápidas", dice Wenzel. Recuerda que Piñera estudió más bien solo y en casa, pero siempre de manera aplicada. "Yo pensé que no iba a pasar el examen, porque nunca interactuó con tanta profundidad". Era de esos alumnos que preguntaban poco y tomaban "apuntes tarde, mal y nunca".

Navarro se encargó de tranquilizar al instructor. Sabía que Piñera, como fuera, iba a pasar con buenos resultados el primer examen que le permitía comenzar la etapa práctica. El actual presidente armó su propia rutina: revisaba no sólo los videos de vuelo en su casa, sino que también se instruía con los textos bibliográficos obligatorios que entregaba Wenzel, como "Rotorcraft Flying Handbook", un manual editado por la Agencia Federal de Aviación de Estados Unidos, que aporta los fundamentos básicos de vuelo. Piñera obtuvo satisfactoriamente el 80% que necesitaba para comenzar a volar.

Mi alumno, el presidente

La lista de curso

Lo primero que necesitaba Wenzel para enseñar a Piñera era hacerle un cambio de switch. Si en un comienzo siempre se subía a la aeronave con su celular prendido, hoy el mandatario lo deja en tierra. Habituado a enseñar a hombres de negocios -conectados día y noche-, Wenzel sabe que debe insistir en el ítem "concentración". Algo que han debido interiorizar varios alumnos que han integrado sus filas.

En sus clases han estado desde los ejecutivos José Cox -uno de los más cercanos amigos de Piñera- y Juan Bilbao hasta el economista Eduardo Engel, pasando por los empresarios Víctor Moller, Juan Sutil, Claudio Fischer, Félix de Vicente -hoy director de ProChile- y el canciller Alfredo Moreno. Muchos de ellos han volado con Wenzel para traer sus nuevos helicópteros desde Estados Unidos, periplo que tarda cerca de dos semanas.

El perfil de quienes aprenden a volar helicópteros en Chile es más o menos similar, dice Wenzel: hombres de negocio, mayores de 40, independientes y que han hecho algo de fortuna como para pagar US$ 100 mil por una aeronave de segunda mano o US$ 350 mil por una máquina nueva, como las dos que compraron Piñera y Navarro hace tres años. Además, deben contemplar seguros -que por lo bajo cuestan US$ 12 mil al año- y el curso de aprendizaje, que se empina a los $ 6 millones por un programa de 90 horas.

Lo primero que Wenzel recuerda a sus alumnos es que el vuelo no comienza cuando el helicóptero despega. Recalca que deben planear su viaje varias semanas antes. Por ello, si bien afirma que frente a cualquier eventualidad es mejor aterrizar -como lo hicieron Piñera y Navarro esta semana-, es de perogrullo que allí faltó un plan previo mejor organizado.

Piñera en el aire

Cuando el presidente comenzó a volar, aprendió que aquí no se puede improvisar. "En una oportunidad hubo muchas turbulencias. Yo decidí volver, pero si no, él hubiera seguido -recuerda Wenzel-. Piñera debió aprender que para ser un buen piloto hay que ser más reflexivo, y andar más despacio, menos apurado".

Wenzel recuerda siempre a sus alumnos que el vuelo no comienza cuando el helicóptero despega: deben planear su viaje semanas antes. Por ello, si bien afirma que frente a una eventualidad es mejor aterrizar -como lo hizo Piñera esta semana-, es de perogrullo que allí faltó un plan previo mejor organizado.

El instructor afirma que lo más difícil para el presidente fue lidiar con la inestabilidad de la nave. O, en palabras simples, inmovilizar el helicóptero a un metro de la tierra, una hazaña mayor para un hombre cuyo ADN es la actividad. Wenzel acota que, en todo caso, Piñera nunca se desanimó y siempre se esforzó por ejecutar maniobras en forma prolija.

Desde 2004 que Wenzel ve volar al presidente. Ha estado en Cachagua -desde donde ha trasladado a los familiares del mandatario- y en Caburgua, donde se instaló una semana para aprovechar el tiempo de Piñera en vacaciones y acumular así las 50 horas que el entonces presidente de RN necesitaba para recibir su licencia. Salían todos los días a las 8 a.m. en punto.

A fines de noviembre pasado, Wenzel y su alumno Piñera volvieron a volar juntos. El día 26 lo llamó Ignacio Cueto, desde el celular del presidente, para pedirle una hora de práctica. Al día siguiente estaban en el aire. "Para ser piloto se necesita volar", repite una y otra vez Wenzel en su curso. Piñera no lo había hecho durante meses. Y la única manera de renovar la licencia es testificar 12 horas de vuelo al año. Por ello, para acumular las necesarias, el 27 de noviembre sobrevolaron la costa central, desde Melipilla, pasando por Santo Domingo y Valparaíso, hasta Con-Cón, durante 2 horas y 45 minutos.

Hicieron aproximaciones, descensos y prácticas de emergencia. Como anteponiéndose al aterrizaje que Piñera debió realizar esta semana.

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