Por Sergio Vilela, desde Lima Enero 14, 2011

© Inés Menacho

El lustrabotas que llegó a ser presidente de Perú acaba de bajar de su habitación. Camina con la seguridad de quien ha logrado victorias que parecían fuera de su alcance. Toledo, el economista, suele decir que su parábola del éxito es un error estadístico. Que la urgencia por sobrevivir entre sus 16 hermanos lo había obligado a desafiar un destino que no le ofrecía mucho más que la pobreza. Esta tarde de verano se lo ve descansado y fresco. Viste jeans azules, una camiseta con cuello y se desplaza por la sala de estar de su casa como un candidato a la presidencia en su día libre. Aunque él dice que ya no los tiene, porque para ganar una elección casi ni se puede dormir. Anoche trabajó hasta las tres y media de la mañana, y ha sido un día normal. Hoy es sábado y su casa, por lo menos por unas horas, no está invadida por una docena de colaboradores y partidarios. Es uno de esos momentos en los que Toledo puede detenerse a respirar, conversar con dos de sus colaboradores más cercanos, leer la prensa del mundo en su iPad, y prepararse para resistir los cuatro meses de campaña que le quedan hasta las elecciones de abril.

Alejandro Toledo pregunta si nos han ofrecido algo de tomar. Ordena un par de cafés a su ama de llaves y pide un té para él. Por las ventanas se puede ver el amplio jardín, encendido por el sol, y desde allí oír la voz de la ex primera dama, Eliane Karp. Afuera de la casa, cinco hombres de la seguridad personal de Toledo controlan el flujo de visitas y vigilan esta parte del condominio ubicado en el barrio de Monterrico, al este de Lima. Toledo da un sorbo del té que le acaban de servir y queda listo para responder al primer saque.

-¿Por qué volver?

-La decisión no es el resultado de un análisis de costo-beneficio. Si así fuera, no lo haría. No tiene ningún sentido. Hay que estar insano. Pierdo dinero, pierdo la tranquilidad de mi familia. Y ya no tengo treinta años. ¿Por qué alguien que está viviendo lo mejor de su vida fuera decide cometer esta locura? Además, teniendo una fundación muy pujante en el mundo, el Centro Global para el Desarrollo y la Democracia, donde he reunido a 21 ex presidentes y 17 líderes del mundo para trabajar sobre la pobreza y la inclusión social.

Toledo nació en Cabana, un pueblo en los Andes del Departamento de Ancash, al norte de Lima. Cuando cumplió 4 años, su padre -con ocho hijos a cuestas- decidió buscar mejor futuro en el puerto de Chimbote, a unas horas del pueblo,  donde a inicios de los 60 se vivió una época dorada para la pesca de anchoveta. Anatolio Toledo, el padre, estaba convencido de que en Chimbote les iría mejor. Allí, el ex presidente vivió hasta su juventud. Desde que tiene uso de razón, se recuerda a sí mismo trabajando. Lustró zapatos, repartió periódicos, vendió tamales. Aprendió a pescar el almuerzo y la cena con un cordel y una carnada.

"Vuelvo porque tengo una deuda con mi país, que tiene que ver con mi origen. He pasado de la extrema pobreza de Cabana al puerto de Chimbote. He migrado a San Francisco, California, con una beca para hacer un bachillerato y me he conseguido dos maestrías y un doctorado. De ahí al Banco Mundial, Naciones Unidas, profesor en Harvard y Presidente de la República. Ya lo hice todo, pero no es suficiente".

-Vuelvo -continúa Toledo- porque tengo una deuda con  mi país, que tiene que ver con mi origen, con mi extracción. He pasado de la extrema pobreza de Cabana al puerto pesquero de Chimbote. He migrado a San Francisco, California, con una beca para hacer un bachillerato y me he conseguido dos maestrías y un doctorado. De ahí al Banco Mundial, Naciones Unidas, profesor en Harvard, y luego Presidente de la República. Ya lo hice todo, pero no es suficiente. Tengo un sueño que quiero realizar con los ojos abiertos, y por un compromiso con el futuro.

Alejandro Toledo empieza a detallar el plan que tiene para Perú si logra ganarle al ex alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio, con quien está empatado en el primer lugar con más de 23% de apoyo.

-Tenemos que consolidar el crecimiento económico de los últimos diez años. Pocas veces hemos tenido en la historia esta oportunidad. Además, creo que hay que cambiar la composición del crecimiento: pasar de ser un país exportador de materias primas a ser un país que se diversifica en su producción.

Cuando Toledo habla, es evidente el dominio que tiene del ritmo de sus palabras. Baja el volumen para darle cierta intimidad a algunas frases, hace pausas en las que se queda callado y parece estar puliendo una sentencia antes de lanzarla. Levanta la voz ligeramente para darle dramatismo y énfasis a alguna idea que quiere fijar en su audiencia. La prensa comenta que es el más solvente de los candidatos y se le ve muy seguro cuando habla en público al lado de sus adversarios. Se siente como pez en el agua cuando tiene que dirigirse con claridad a una plaza o explicar en televisión sus ideas de modo simple. 

-No quiero exportar sólo oro, plata, cobre, petróleo, estaño, gas. Quiero exportar uvas, mangos, alcachofas, espárragos. Pero no sólo sacarlos de la chacra y exportarlos. Quiero procesarlos, que los envasemos en frascos, en latas. No quiero exportar sólo oro o cobre. Quiero exportar alambre de cobre, joyas. No quiero exportar solo gas. Quiero una planta petroquímica que produzca abonos, que ayude a la agricultura. Así seremos menos vulnerables a los cambios de los precios de los minerales. Es el momento de hacerlo. Tenemos plata.

Toledo regresa

El día anterior a esta entrevista, Perú Posible tenía que inscribir en el Jurado Nacional de Elecciones la candidatura de Alejandro Toledo y sus vicepresidentes. Unas dos mil personas habían llegado de todo el país para apoyar al ex presidente. Cada delegación que llegaba de algún barrio alejado de Lima o desde el Amazonas, los Andes o el Altiplano había preparado pancartas, banderolas, camisetas y hasta las danzas típicas para alentar a su favorito. Era mediodía y el sol ardía. Desde un estrado móvil, el candidato y su equipo saludaban. Mientras, un agitador enardecía a la multitud gritando: "Toledo avanza, y nadie lo alcanza".

Su anterior campaña, la del 2000, en la que tuvo que enfrentarse a la maquinaria del presidente Fujimori, había sido con escasa cobertura de la prensa y con pocos recursos en comparación con su rival. Por eso ahora están bien organizados, tienen obertura nacional y una estrategia publicitaria que cuida cada detalle. El día que Toledo anunció su candidatura, uno de sus asesores puso detrás del podio, delante del que daría su primer discurso, una fila de banderas peruanas muy bien iluminadas y ninguna bandera de su partido. La imagen que se vio en la televisión fue rotunda: Toledo volvía por el Perú, ése era el mensaje. A los dos días, su primer spot publicitario, con el preciso instante en que Toledo hablaba delante de sus banderas, le sumó puntos. El fenómeno de su regreso empezó a mover las cifras, y de inmediato sus rivales salieron a atacarlo.

El pasado viernes de campaña, el estrado estaba reguardado por unos veinte delegados con chalecos verdes y amarillos, los colores de Perú Posible, que cuidaban que nadie se acercase demasiado al candidato. Además, había un contingente más numeroso que estaba vestido de traje negro y que era la seguridad personal de Alejandro Toledo. Una mujer logró acercarse y le pasó una carta. Toledo la recibió, le dio un beso y la guardó.

Eliane Karp, su esposa, estaba a su lado y le hacía comentarios al oído, que él seguía con una sonrisa. A diferencia de la campaña anterior, Karp permanecía en una posición más discreta. Ella no había sido la típica primera dama que adornaba la foto, sino una mujer decidida a participar del gobierno. Y su exceso de autonomía había acabado por afectar la imagen del mandatario. Además, los medios habían simplificado la relación de ambos, calificándola como tortuosa y no muy afectiva, y que había sido presentada desde el inicio con el cliché de la extranjera que se había casado con el indio exótico. Ahora, ella se veía manteniendo un perfil bajo, lo cual ha favorecido al candidato según las opiniones de sus seguidores.

Desde que entró a la campaña, le han llovido ataques. El presidente Alan García fue el primero. Toledo había sugerido en un foro anticorrupción que los funcionarios del Estado debían abrir su secreto bancario, a lo que García respondió que le parecía bien si las autoridades competentes lo pedían, pero no por lo que dijera "un loquito de la calle".

La convocatoria del viernes pasado fue masiva. El ex presidente se veía muy animado y contagiado por el entusiasmo de sus partidarios. Por eso se animó a caminar con ellos hasta el local de la Junta Nacional de Elecciones. Su pequeña humanidad quedó al alcance de la masa humana que se compactó a su alrededor. La euforia de sentirlo tan cerca provocó que decenas de manos intentaran saludarlo. Medio centenar de hombres fornidos salieron de todos lados y tuvieron que jalar al ex presidente de los brazos para poder recuperarlo.

La inscripción fue rápida y al poco rato estaba de vuelta en el estrado, donde daría el mensaje que sus seguidores habían estado esperando desde hacía tres horas bajo el sol.

-Nuestro comando de campaña ha sufrido una baja el día de ayer -dijo.

El círculo más cercano del partido llevaba en el pecho una cinta negra. La tarde anterior había muerto de un infarto el jefe de campaña de provincias, Fernando Ávalos, uno de los más fieles colaboradores del ex presidente. En vez de pedir un minuto de silencio en su memoria, Toledo pidió un minuto de cantos y vivas para rendirle homenaje póstumo.

-Siempre de pie, nunca de rodillas -gritó el candidato por los altoparlantes. Y sus partidarios repitieron la frase.

Toledo se movía con solvencia. Habló quince minutos y lanzó varios anuncios como para los titulares de los periodistas. Duplicaría el sueldo a los maestros. Crearía el Ministerio de la Juventud y el Deporte. Protegería la pensión de las Fuerzas Armadas. Pocos anuncios pero contundentes, y dirigidos a grandes bolsones de votantes: maestros, jóvenes, militares. Un momento antes, había dado la orden para que los fotógrafos de los medios pudieran subir al estrado a hacer sus tomas. Alejandro Toledo candidato ahora sabe perfectamente cómo funciona la promoción y cómo tiene que ayudar a que la prensa haga su trabajo.

Toledo regresa

En el 2006, tras dejar el gobierno, Alejandro Toledo se había propuesto una idea bizarra y novedosa. Formar un grupo de ex presidentes que se reunieran una vez al año a repensar los destinos de América Latina. Había llamado uno por uno a sus ex colegas y los había convencido de sentarse a diseñar una agenda regional para los próximos veinte años. Al poco tiempo, aceptaron Vicente Fox, Fernando de la Rúa, Fernando Henrique Cardoso… Y también otros líderes mundiales, como Jacques Chirac, Shimon Peres y Felipe González. La fundación había mantenido muy ocupado al ex presidente, que además combinaba esa labor con la docencia. Era profesor invitado de Stanford y Johns Hopkins University. Tenía semanas en las que pasaba más horas en aviones que en tierra. Pero también había temporadas más tranquilas en la que podía manejar su bicicleta para ir a su trabajo en la universidad o sentarse a la sombra de los árboles en los jardines del enorme campus.

-Ahora no tengo vida. No veo a mi mujer, no veo a mi hija. Es muchísimo sacrificio y por eso hay que tener una convicción muy fuerte. Si no tengo una visión, si no tengo un sueño, no podría resistirlo -dice.

-¿No le preocupa perder?

-Tengo 64 años, he sido ganador toda mi vida. Luchador desde que nací para sobrevivir entre 16 hermanos. Siete murieron al primer año de vida. Yo soy el octavo y me salvé. He luchado toda mi vida y no estoy dispuesto a perder a estas alturas del partido. Ni siquiera considero esa posibilidad. No. Yo no me paro a pensar qué pasa si pierdo. Cada uno tiene su personalidad, yo tengo la mía. He sido ganador siempre y ahora estoy arriesgando todo, sí. Todo mi prestigio, mi capital.

"Estoy seguro que (Piñera) podría ser un buen aliado. Nosotros somos más de una centroizquierda moderna, él está más hacia la derecha. Pero es un hombre inteligente, y con el que se puede conversar y tener una buena relación. Hay que entender dónde podemos sumar nuestras fortalezas, en vez de centrarnos en nuestras flaquezas".

Desde que Toledo entró a la campaña, le han llovido ataques. Tanto, que en una entrevista televisiva dijo que por cada insulto que recibiera iba a tener una nueva propuesta en su plan de gobierno. El presidente Alan García había sido el primero. Toledo había sugerido en un foro anticorrupción que los funcionarios del Estado debían abrir su secreto bancario, a lo que García respondió que le parecía bien si las autoridades competentes lo pedían, pero no por lo que dijera "un loquito de la calle".

-No hago caso cuando hablan mal de mí -dice-. Yo tengo mis discrepancias con García, pero yo tengo mucho respeto al cargo. Tenemos lecturas distintas de la sociedad peruana, aunque hay temas que nos interesan a ambos. El tema del medio ambiente lo vemos completamente diferente. También la reforma de la administración de justicia. Y en la idea de construir una  sociedad más inclusiva y pluricultural; ahí sí somos el día y la noche.

-Parece que para García usted fuera una amenaza latente, ¿es así?

-Yo no le doy espacio. Lo respeto, pero nunca me someto a ninguno de sus autoritarismos. Y se lo señalo con mis respuestas. Tenemos estilos distintos. Él es un seductor. A mí me gustan las cosas claras y directas. Igual lo apoyo en todas las políticas de Estado. El tema de Chile, por ejemplo. Ahí le doy mi respaldo. Después de todo, nosotros comenzamos con el tema de La Haya. Yo no soy  antichileno. Es un país vecino que es parte de este continente prometedor de los próximos quince años. Y en este continente están conviviendo Chile y Perú con tranquilidad.

Toledo regresa

-¿Es un vecino que sirve de referencia, como un ejemplo a seguir en algunos temas?

-Creo que Chile es un país con una institucionalidad muy sólida en América Latina, creo que la Concertación fue inteligente en recoger algunos elementos del gobierno de Pinochet en el plano económico. Le puso la dimensión social y le puso continuidad. Por eso hay instituciones más fuertes, y a eso y más apuntamos en Perú. Chile ha tenido crecimientos económicos por periodos largos, sin embargo Perú lo ha estado superando en los últimos diez años. Pero esto no puede ser visto como una competencia de crecimientos, porque al final lo que importa es cómo crece la región. Mi visión es más de continente que de países. La cohesión de una América Latina que sale a conquistar el mundo es mucho más importante que las diferencias mínimas entre dos vecinos.

-¿Se imagina una América unida por una moneda y un pasaporte común?

-Sí. Imagino una región integrada con un sentido democrático. No con el sentido de algunos países como Venezuela. Lo he dicho en público y lo repito: Chávez es un desestabilizador para América Latina. Aunque nos tenemos un mutuo respeto. Yo soy un demócrata que quiere derrotar a la pobreza enseñando a pescar en vez de regalar pescado. Él regala pescado con la plata del petróleo. Debemos aprender de los aciertos y errores de la Comunidad Europea, sabiendo que somos distintos, por supuesto. Tenemos más ventajas que ellos. Tenemos un idioma común. Incluso con el ex presidente Lula nos entendemos en portuñol. Volviendo a Chile, creo que es un país al que hay mirar siempre. Lo único que no me gusta son sus niveles de armamentismo. América Latina no puede darse el lujo, teniendo todavía un 30% de pobres, de gastar 48 mil millones de dólares en armas en 2009 en vez de invertirlos en sacar a la gente de la pobreza.

-¿Qué le parece Piñera como posible contraparte durante un eventual gobierno suyo?

-Estoy seguro que podría ser un buen aliado. Nosotros somos más de una centroizquierda moderna, él está más hacia la derecha. Pero es un hombre inteligente, y con el que se puede conversar y tener una buena relación. Hay que entender dónde podemos sumar nuestras fortalezas, en vez de centrarnos en nuestras flaquezas.

El viernes pasado, él mismo dio inicio a la fiesta cantando con voz ronca el tema de su campaña: un remake de la canción "Soy muchacho provinciano", que narra la típica historia del migrante de los Andes que había triunfado a fuerza de trabajar.

Semanas atrás, un congresista del partido de gobierno, Jorge del Castillo, había dicho en la radio que Toledo buscaba dinero para su campaña en Chile. "Yo me enteré -dijo Del Castillo- que estaba pasando el sombrero a empresas chilenas. Me acordé del antecedente del 2001, donde desde Chile habían financiado la campaña de Toledo, y se la financiaron de verdad". No presentaba pruebas, pero el rumor sembraba dudas. Es una estrategia muy popular: referirse a Chile con sentido crítico para conseguir rápidas adhesiones.

Toledo asegura que no caerá en ese juego. Pone las energías en otros afanes. Sin perder el ánimo. El viernes pasado, luego de terminar su discurso, él mismo dio inicio a la fiesta con el tema de su campaña: un remake de la canción Soy muchacho provinciano, que narra la típica historia del migrante de los Andes que había triunfado a fuerza de trabajar. La letra había sido adaptada para la ocasión. La banda musical dio los acordes y Toledo empezó a cantar. El carnaval se convirtió por un rato en un concierto de música de raíces andinas, donde el candidato era la estrella del mediodía. Su voz ronca encajaba bien con el estilo musical. Se había quedado en mangas de camisa y se había sacado la corbata. Salió del escenario entre aplausos.

Alejandro Toledo es una excepción a la regla. Es el hombre que de niño captó las miradas de sus maestros con los poemas que escribía, con los que ganó concursos y que luego lo convirtieron en corresponsal adolescente del diario La Prensa. Es el mismo que recibió una beca tras otra hasta conseguir un doctorado en Stanford. Es el tipo común que cuando tiene tiempo juega al fútbol, va a pescar con cordel y juega con sus dos iPhones que tiene en los bolsillos. Es el hombre que ahora se pone de pie, se despide y desaparece detrás de la puerta de la cocina.

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