Por Enero 7, 2011

© José Miguel Méndez

Mentalidad ganadora

Es parte de su rutina. Cuando el profesor de Matemáticas Belfor Aguayo (75) entra a uno de los 17 cuartos medios, lo primero que hace es preguntarles a sus 45 alumnos: "¿Cuántos van a sacar 850 puntos?". Todos levantan sus manos. Según él, es precisamente ésta una de las claves del éxito del Instituto Nacional. "Les enseñamos a ser sobrados, a creerse el cuento. Es importante formarlos con un elemento psicológico. Si un alumno no levanta su mano porque piensa que sólo obtendrá 700 puntos, yo le respondo: '¿Hasta ahí llega tu escala, idiota?' De inmediato se retracta y me dice: 'No señor, obtendré 850 puntos'".

Allan Álvarez, quien hasta 2010 fue presidente del Centro de Alumnos, llegó a saludar a Aguayo el lunes 3 de enero, después de conocer sus resultados. Aunque se lamenta de "sólo" haber obtenido 830 en Matemáticas, está orgulloso de haber superado los 800 puntos y agradece "el chip" que sus profesores introdujeron en su cabeza: "Nosotros de verdad creemos que somos lo más grande. Entramos a séptimo sabiendo que somos y seremos los mejores. Y somos los mejores. Por ejemplo, el día de la PSU me quedé solo dando la prueba en la sala. El resto tuvo que salir antes porque no pudo seguir respondiendo".

Profesores al banquillo

El alto nivel de exigencia no es sólo para los alumnos, sino también para los docentes. "Acá si el profesor no está bien preparado va a sufrir, porque el curso le va a exigir. Se va a quejar. Ha sucedido que algunos no dieron el ancho y reconocieron que no se la pudieron", indica el rector, Jorge Toro.

Allan Álvarez cuenta que sospechan de inmediato del profesor que parte el año poniendo notas 6,5 y 7. Y lo "tasan" rápidamente: "Mi curso echó a tres profesores. A uno, le preguntamos si la relación de congruencia en un plano se define como relación antisimétrica. Contestó que sí. 'Respuesta incorrecta profesor'. Al poco tiempo se fue".

El recién egresado Allan Álvarez cuenta que sospechan de inmediato del profesor que parte el año poniendo 6,5 y 7. Y lo "tasan" rápidamente: "Mi curso echó a tres profesores", dice.

Luisa Fuentealba, una de las maestras emblemáticas en Biología sabe de lo que habla Álvarez. En 1990, cuando entró al Instituto Nacional, lo sintió en carne propia: preparó con dedicación sus dos primeras horas de clases, pero en media hora había pasado toda la materia. "Los niños me seguían preguntando, estaban ávidos. Eran un 'monstruo' de 45 caras que sabía tanto… Para la próxima clase, me acosté a las 3 a.m. y me preparé para 4 horas. Al día siguiente, había terminado en dos horas. Ahí me di cuenta que dos horas en el Instituto equivalen a 4 de otro colegio", relata.

Luisa es parte de los 170 profesores de planta, los que suelen ser tentados por otros colegios, que les ofrecen el triple de lo que ganan. Pero muchos se quedan: tienen los mismos sueldos que cualquier colegio municipalizado: ganan entre $ 350 mil a un millón, pero ese sueldo máximo es sólo para los que tienen más de 20 años en aulas. "Yo estoy acá por principios, porque soy indiscutiblemente partidaria de la educación pública", dice la maestra de Biología. De todas formas, los profesores del IN logran aumentar su sueldo haciendo clases de preuniversitario.

Textos propios

"El Baldor es para que la chimenea tire humo de color", dice con ironía Allan Álvarez. ¿La razón? Los alumnos acostumbran a estudiar con las guías que crean los mismos profesores del Instituto. "No uso los libros que entrega el Mineduc, porque están hechos para todos iguales y los colegios son diferentes", afirma el profesor Belfor Aguayo.

Tan completas son estas guías, que hace cinco años la profesora Luisa Fuentealba -que escribe sus textos a mano- se llevó una gran sorpresa: uno de sus ex alumnos le mostró que en la Escuela de Medicina le entregaron una fotocopia de la misma guía con la que estudió en cuarto medio en su clase de Biología.

En el Instituto, de todas formas, pasan todos los programas del Mineduc. "Pero ya en agosto, siempre hemos finalizado el currículo obligatorio", explica Luisa Fuentealba. Por ello, en los meses restantes los académicos enseñan contenido extra, adelantando materias de cursos superiores.

La fórmula del Nacional

Escogidos con pinzas

"Todos son niños cuidadosamente elegidos", recalca el presidente del Colegio de Profesores, Jaime Gajardo, para explicar uno de los ingredientes del éxito del colegio. De hecho, hay quienes ven en este punto el lado oscuro de la receta del establecimiento: ponen en duda que el proyecto funcione con tal grado de excelencia si la población estudiantil fuera más heterogénea.

Hasta 1994, el método de selección consideraba sólo las notas de los postulantes. Sin embargo, la experiencia demostró que el sistema no era un buen instrumento para predecir el rendimiento de los estudiantes: las notas dependían demasiado del nivel de exigencia del colegio del cual provenían los niños. Desde 1995 se optó por una prueba que mide las habilidades de los escolares basados en los conocimientos hasta quinto básico. Con una estructura similar a la PSU, la prueba está dividida en Matemáticas y Lenguaje. El puntaje máximo es de 700 puntos. Ningún estudiante lo ha alcanzado en 10 años.

Cada año postulan más de 2.000 alumnos para ingresar a séptimo básico, el nivel donde comienza la enseñanza en este establecimiento. En el proceso 2010-2011 un 68% de los 2.058 niños que intentaron un cupo provino de colegios subvencionados. Un 24%, de municipales. Y apenas un 7% provenía de colegios privados. Tras el duro test de selección, sólo 750 de ellos fueron aceptados.

El método

Según los profesores, la clave para obtener buenos resultados es el método que utilizan: literalmente cada ramo tiene un departamento, que agrupa a todos los profesores que lo dictan. Eso les permite una coordinación de los contenidos desde séptimo a cuarto medio.

Cada martes, entre las 14 y las 15.30 hrs., trabajan en conjunto. Uno de ellos coordina las guías de estudio y se preocupa que los cursos estén nivelados.

Esta dinámica permite que los profesores se concentren sólo en preparar y dictar clases. Los encargados de revisar la presentación personal, conducta, atrasos e, incluso, traspasar las notas del libro de clases al computador son los inspectores.

La división de tareas se extiende también a la rectoría. A diferencia de otros establecimientos municipales, el esquema incluye dos vicerrectorías. "La Académica aconseja al rector en materias docentes, y la Administrativa se encarga de las finanzas", explica el alcalde Pablo Zalaquett.

"Les enseñamos a creerse el cuento. Si un alumno no levanta su mano porque piensa que sólo obtendrá 700 puntos, yo le respondo: '¿hasta ahí llega tu escala, idiota?'. De inmediato se retracta: 'No señor, obtendré 850 puntos'", afirma el profesor de Matemáticas, Belfor Aguayo.

Educando líderes

Los profesores cuentan que en una misma sala hay hijos de médicos, albañiles, empleadas domésticas, diplomáticos, gerentes y cartoneros. Estudiando juntos y son amigos. La mayoría de los alumnos proviene de sectores de escasos recursos. Según Carlos Garcés, jefe del Departamento de Informática, el perfil socioeconómico de los institutanos se compone: 15% de las familias tiene ingresos superiores a $1 millón; 25% es inferior a $ 300 mil; y el 27% -978 alumnos- vive en situación de vulnerabilidad. Gran parte proviene de Maipú (30%). Le siguen La Florida, Puente Alto y Ñuñoa.

Todos apuntan a lo mismo: entrar a la universidad. "No es el éxito lo que nos importa, sino la movilidad social y la responsabilidad de que sean los primeros profesionales en su familia", dice Marlene Ángel, profesora de Lenguaje. Por lo mismo hay pocos hijos de ex alumnos. Eso, al colegio le gusta: indica que se cumplió el objetivo de la movilidad social.

Belfor Aguayo coincide: "Les enseñamos a que sean capitanes de empresa y líderes de la nación. Los hago luchar para que el día de mañana puedan progresar, invitar a sus padres a Europa, conocer el mundo y salir de la pobreza".

Notas en la encrucijada

"Es una frustración. El promedio de Notas de Enseñanza Media (NEM) es muy malo. Es difícil obtener buenas notas por mucho que estudiemos", señala Allan Álvarez. Efectivamente, el NEM está por debajo de su ponderación en la PSU. Este año, por ejemplo, fue de 5,8, lo que equivale a 579 puntos, mientras que el promedio que los alumnos obtuvieron en la PSU fue de 690,11. Éste es un tema que preocupa al rector. Los estudiantes del Instituto se ven perjudicados por sus notas. Hay muchos puntajes nacionales que no logran entrar a Medicina sólo por esta situación. "No se trata de regalar las notas, pero seamos coherentes. Es nuestra tarea pendiente", afirma Jorge Toro.

Ahora, los institutanos reconocen un lado positivo en la exigente forma de ser evaluados. Es más, dicen que si no existiera este grado de dificultad, habría relajo. "Como sabemos que las notas nos perjudican, luchamos por los 800 en la PSU. Ésa es la meta", dice un ex alumno.

La fórmula del Nacional

Estricta disciplina

"Éste es un colegio de hombres y formamos a hombres con mayúsculas", dispara Belfor Aguayo. Allan Álvarez lo confirma: "Somos disciplinados y tenemos bastante autocontrol. Por eso hay poca cimarra y en general nos portamos bien. Yo no recomiendo faltar: si pierdes una clase  quedas completamente 'colgado'. Además, la competencia es constante y el que se duerme es superado por los demás".

Durante 2010, el porcentaje de asistencia en el Instituto Nacional fue de 94%. Esta cifra es constante, incluso en aquellos años en que proliferaron los paros. "En 2006, en plena Revolución Pingüina, los alumnos nunca abandonaron sus deberes estudiantiles", agrega Carlos Garcés, jefe del Departamento de Informática del IN.

La disciplina impuesta en el colegio incluye, además, la prohibición del uso de aros, pelo largo o teñido. La camisa es dentro del pantalón y la forma de hablar debe ser cuidada. La puntualidad es otro ítem importante: no se permiten los atrasos.

Estudio en la micro

En el Instituto las exigencias son fuertes. El año pasado, en el primer día de clases, el profesor Belfor Aguayo saludó a sus alumnos y les dijo: "Todas las calamidades vienen juntas: terremoto, tsunami y Belfor Aguayo. Saquen papel y lápiz: tienen control de Matemáticas". Los institutanos están preparados: aprovechan los 40 minutos que en promedio dura el trayecto desde sus casas al establecimiento para  estudiar. "Nadie vive cerca del colegio. Es común vernos en la micro con un libro en la mano leyendo y repasando la materia antes de llegar", indica Allan Álvarez.

Pero todo esfuerzo tiene su recompensa. Según cuenta el profesor Carlos Garcés, es tal el nivel de excelencia, que en segundo medio están listos para rendir la PSU.

Sábados de preuniversitario

Ver el Instituto vacío un sábado es una rareza. No sólo abundan alumnos que participan en actividades extraprogramáticas. También, repletan el lugar los alumnos de cuarto medio: ese día, hasta las 5 p.m., los estudiantes van al preuniversitario, donde quienes dictan las clases son escogidos por los propios alumnos. La asistencia es total.

El preuniversitario -que cuesta $ 80 millones al año- es financiado por el Centro de Padres. Éste se extendió, en 2010, por primera vez a los terceros medios, con miras a mejorar la preparación. Los resultados están a la vista: lograron 54 puntajes nacionales este año. Pero su verdadera marca está en el promedio PSU: los 652 institutanos que rindieron la prueba promediaron 690 puntos.

De ellos, 38 obtuvieron sobre 800 puntos; 98 entre 750 y 799; 151 entre 700 y 749; y 186 entre 650 y 699. Es decir, un 72% obtuvo más de 650 puntos promedio PSU.

Malla distintiva

Comparado con otros colegios, el Instituto incorpora materias que lo distinguen. Además del inglés obligatorio, los alumnos pueden aprender chino mandarín, francés y alemán. A través de convenios, muchos escolares viajan. También hay talleres de mapudungun, rapanui, aimara y turco.

Pero matemáticas es el sello del colegio: en cuarto medio, los alumnos estudian materias de Cálculo que se enseñan en primer año de Ingeniería. "Eso permite que en la UC les convaliden ramos. Sólo deben aprobar un examen", cuenta Aguayo.

Tal es el sello de Matemática, que gran parte de los cuartos quiere estudiar Ingeniería. "Primero viene el Instituto, luego Ingeniería en la Chile", asegura Allan Álvarez. Cuando no eligen la Chile -o no logran entrar-, los alumnos optan por otra casa de estudios tradicional. Así, el 75% de los ex alumnos del IN entra a la universidades del Consejo de Rectores. En la vereda de las privadas, la Andrés Bello y De los Andes lideran sus preferencias: los tientan con becas y organizan seminarios donde entregan afiches y volantes con información de sus carreras.

La fórmula del Nacional

Padres presentes

El rol del Centro de Padres es clave. Lo conforman ocho apoderados, que se reúnen todos los lunes para apoyar en docencia, infraestructura y actividades extraprogramáticas. También, financia todo aquello que el Estado no subsidia: además del preuniversitario, los dos buses escolares, el centro recreacional El Tabo, una ambulancia, la enfermería y el servicio dental. Eso lo logran con la recaudación de cuotas -entre $ 117 y $ 147 mil- que pagan anualmente los apoderados socios del Centro de Padres. Un 75% de ellos es miembro del centro, pero sólo el 60% paga la cuota. El 2010 se recolectaron $ 200 millones.

La crítica, según Exequiel Collao, presidente de la organización, apunta a que desde 2006 se recauda menos dinero, debido al aumento de alumnos vulnerables. "Antes juntábamos $ 400 millones, pero hace tres años se creó una ley que obliga el incremento de estudiantes de escasos recursos, siendo obligación que haya un 15% de ellos. Gracias a eso, este año tenemos 900. Esto hace que disminuya el nivel socioeconómico de las familias que integran el colegio".

Ruta a la presidencia

- ¿Por qué decidiste entrar al Instituto Nacional?

- Porque quiero ir a la universidad, contestó con seguridad un niño de 13 años proveniente de La Pintana, el pasado 4 de enero. Era su primer día como alumno inscrito en el colegio y participaba de la actividad "El Instituto te Recibe", programa de inducción que cada año realiza el establecimiento para acoger a sus nuevos alumnos. Durante toda la primera semana de enero los estudiantes realizan distintas actividades de reconocimiento e incluso rinden una prueba de diagnóstico para ver si necesitan reforzamiento académico. Uno de los momentos culminantes es cuando caminan por el largo pasillo que lleva a la rectoría: sus paredes están decoradas con las imágenes de los presidentes de Chile que pasaron por el colegio. Una a una, los alumnos comentan sobre las figuras nacionales. "Ellos saben el peso que tiene estudiar en el Instituto Nacional", remata el alcalde Zalaquett.

Devolver la mano

Los ex alumnos constituyen un importante pilar dentro de este esquema. No sólo hacen donaciones y organizan actividades para financiar proyectos del establecimiento, sino que además colaboran con tiempo y presencia. Un caso es el del médico David Gálvez, quien creó el programa "Talento 800". El proyecto comenzó a operar en 2010 con un grupo de 50 estudiantes de primero medio. Durante la enseñanza media estos alumnos prepararán junto a Gálvez la PSU los sábados por la mañana, enfocándose especialmente en Biología. La meta es que los 50 obtengan más de 800 puntos en la prueba e ingresen a Medicina. Todos están seguros de que lo lograrán.

Proyecto Familiar

"Cuando una madre me pregunta cómo puede ayudar a que a su hijo le vaya bien, mi respuesta es clara: 'Despiértelo usted todas las mañanas y asegúrese de que tome un buen desayuno. A su regreso del colegio sírvale el almuerzo y siéntese a conversar con él sobre el día y sus tareas. Si le cuenta que tiene prueba en dos días más, pídale a sus hermanos que jueguen fuera de la casa y asegúrese de que tenga un ambiente de silencio para que pueda estudiar'", enfatiza un profesor.

Los apoderados del Instituto Nacional no reclaman porque los niños tengan exceso de trabajo. Lo dice Aguayo: "Ellos saben que ese método conduce a que sus hijos sean los mejores".

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