Abogados que sepan de administración empresarial. Educadores que complementen su labor con estudios de psicología. Son enlaces entre diferentes disciplinas que responden a una tendencia internacional que cambiará el modo unidisciplinario de concebir la educación superior.
Estudiar una carrera y ser experto en un único ámbito ya no es sinónimo de éxito laboral. Un profesional apetecido por el mercado es aquel que, además de dominar los temas vinculados a su profesión, logra complementar sus conocimientos con otras áreas del conocimiento. Con el ingreso de Chile a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), más que nunca se necesita formar capital humano con las habilidades para jugar en las grandes ligas, y desenvolverse con las reglas de las economías desarrolladas.
El desafío es que Chile en una década pase de un PIB per cápita de 14 mil dólares a uno de 30 mil. Ello implica no sólo tener políticas económicas exitosas, sino que también dar un vuelco en su educación superior. En países como España, donde el PIB per cápita es de 33 mil dólares, la cobertura universitaria es cercana al 70%. Es decir, siete de cada 10 alumnos que egresan del colegio acuden a las aulas universitarias. En Chile, en cambio, sólo lo hacen cuatro de cada 10. Y de éstos, un 68% pertenece a la primera generación de su familia que alcanza este nivel educacional.
Pero el desafío es mayor. Se trata no sólo de aumentar el acceso a la educación superior, sino que también de generar capital humano capaz de adecuarse a un mundo globalizado. Alcanzar el estándar de países desarrollados se traduce necesariamente en un mercado laboral competitivo que exige personas con mayores calificaciones. Y para ello la clave estará en la calidad y heterogeneidad de los profesionales.
Investigación, la clave para el crecimiento
Para que el país dé un salto importante en su desarrollo, tiene que ser capaz de generar conocimiento. Sólo así habrá profesionales con las habilidades necesarias para adaptarse a un mundo en constante cambio. Para el vicerrector de Investigación de la U. Cátolica, Juan Larraín, el impacto de la investigación científica se da en tres niveles: "Formación de capital humano avanzado, mejoramiento de la calidad de vida e innovación. Si bien la relación entre investigación e innovación no es lineal, existen múltiples ejemplos que demuestran que la primera es insumo de las innovaciones disruptivas. Un caso paradigmático es el de la penicilina. Aunque fue descubierta por Alexander Fleming en 1928, no fue hasta 1940 que un grupo de investigadores demostró su potencial uso para la salud. De esta forma nace la industria de los antibióticos, que hoy tiene un mercado de billones de dólares".
Aunque, en 2010, las carreras científicas concentraron un 4% de la matrícula de primer año, en los últimos cinco años éstas experimentaron un alza de un 19%. Dar un salto en el desarrollo del país implica, necesariamente, un aumento de la formación de masa crítica capaz de generar investigación.
Aunque, en 2010, las carreras científicas concentraron sólo el 4% de la matrícula de primer año, en los últimos cinco años éstas experimentaron un alza de un 19%. Tendencia que debería mantenerse en el tiempo. "Si bien aún representan un pequeño porcentaje de la oferta universitaria, éstas debiesen tener un importante crecimiento en el Chile del futuro. El científico es el alma pensante del país. Al menos en su versión non-fiction. Chile necesita más científicos. Y no sólo en laboratorios. Se necesitan para resolver creativamente problemas en distintos ámbitos sociales, para tomar decisiones en un mundo cada vez más complejo, tanto en lo técnico, en lo ético como en lo cultural", señala el vicerrector de Investigación y Doctorado de la UNAB, Andrés Gomberoff.
Un punto en el que también coincide el director del Centro de Innovación Tecnológica de la U. de Chile, Juan Carlos Letelier, para quien la investigación es una herramienta para resolver las distintas problemáticas que se van presentando día a día en los más diversos ámbitos. "Existen problemas que son propiamente locales y que nadie va a resolverlos por nosotros. Por ejemplo, cómo evitar una nueva catástrofe como fue el virus ISA, que casi destruyó la industria del salmón, o cómo mantener el escaso suelo agrícola o cómo se buscará cobre en condiciones más y más extremas. Para todas estas tareas se requiere innovación, es decir, la conjunción de investigación científica y desarrollo industrial. A pesar del crecimiento económico, nuestra matriz productiva sigue siendo la de un país en vías de desarrollo. Para cambiarla, es necesario contar con ciencia y tecnología hecha Chile", dice Letelier.
Ensamblajes de carreras
Profundizar en otras áreas para cumplir con los perfiles complejos que se requieren en un mercado laboral competitivo significa tener profesionales interdisciplinarios. Como programadores de software con habilidades de management o ingenieros comerciales que incursionen en psicología organizacional y médicos que ejerciten habilidades comunicativas.
Cumplir con los perfiles complejos que requiere un mercado laboral competitivo significa contar con profesionales interdisciplinarios, capaces de profundizar en otras áreas del conocimiento. Es lo que se conoce como ensamblaje de carreras.
"Se están formando cada vez nuevos entornos. Hay mayor competitividad, y mientras más competitividad, más avanza la industria. Los profesionales deben ser más sofisticados y estar atentos a lo que el mercado requiere. La economía chilena alcanzará los niveles de productividad que se propone cuando sea capaz de prestar servicios en una economía globalizada", explica Jaime Arancibia, vicerrector de Asuntos Académicos de la U. de los Andes.
Es por esto que será clave en una economía de primer nivel cuán especializados sean los profesionales y cómo logren diferenciarse entre sus pares y encontrar un nicho distintivo que los convierta en los más apetecidos de un mercado laboral voraz. Esta tendencia hoy ya comienza a ser una realidad. Las universidades están implementando sistemas parecidos a los del mundo anglosajón, como la creación de minors y de colleges. En ellos, el alumno estudia en el pregrado y de manera conjunta las asignaturas de su carrera con las de otra que desee.
Seguir estudiando
Continuar con los estudios universitarios es un requisito que cada día irá tomando más fuerza. Así como los futuros estudiantes de Medicina o de Ciencias tienen claro que tendrán que sumar más años a su pregrado para obtener una especialización, ya es un hecho que los ingenieros comerciales también deben contar con programas de perfeccionamiento, como los MBA, para competir en el mercado laboral. Según José Joaquín Brunner, director del Centro de Políticas Comparadas de Educación de la UDP, "nadie que realice un primer grado superior (bachillerato, licenciatura o título) creerá que es su única y última experiencia de estudios en ese nivel. Los jóvenes tendrán el convencimiento de que volverán en algún momento a cursar estudios de nivel superior, ya sean presenciales o a distancia, cortos o largos y dentro o fuera del país".
La recomendación es cursar los estudios de posgrado una vez que se han adquirido, al menos, unos dos años de experiencia laboral. El objetivo no es sólo sumar conocimientos teóricos, sino que también prácticos. Las competencias son la clave a la hora de elegir profesionales para un determinado trabajo. "Los cursos serán más flexibles, habrá más énfasis en el aprendizaje autónomo, más trabajo en equipo, más mezcla entre lo teórico y lo práctico. Las personas aprenderán a usar las enormes bases de datos y aprovecharán la información y el conocimiento disponibles en la red para trabajar y vivir", explica Brunner.