Por Ana María Sanhueza Noviembre 12, 2010

© José Miguel Méndez

¿Arrogante o tímida?

"No tengo conciencia de haber sido arrogante con mis compañeros (en la selva), porque no es parte de mi carácter. Creo que más bien fue mi timidez, la que muchas veces se ve como arrogancia... Y el susto también, porque me sentía muy asustada. Estaba entre hombres agresivos y muchas veces, cuando te sientes atacada, sale de ti una fuerza que puede parecer arrogancia, pero es porque te sientes maltratada.

Yo creo que el tema de la arrogancia venía más de cómo la gente me veía. En la selva, uno de los problemas que tuve fue que en las noticias mi nombre salía constantemente, no así el de mis compañeros, en particular el de un americano (Keith Stansell, quien afirmó que "Ingrid es una arpía"). Eso era algo que allá no se entendía... Era muy doloroso para él, porque si bien a mí me secuestraron como colombiana, Francia se movilizó por mí de una  gran manera... (debido a mi nacionalidad francesa)

Me dolieron sus palabras, pero también me dolieron por él. Creo que a él le sucedió lo que a muchos de nosotros: a veces nos molesta de los demás, lo que no vemos de nosotros mismos".

Del amor al odio

"Esto es un efecto péndulo, porque cuando hay una persona a la que ensalzan, a la vuelta la diabolizan. Yo ahora estoy en la mitad: me dejaron de odiar un poquito y no me quieren mucho. También, el efecto es por la prensa sensacionalista: las primeras vacaciones que tuve tras la liberación fueron en Miami con mi familia. Entonces, me tomaron una foto en que se me vio en la playa en bikini y con mi amante...pero era mi primo.

De mí han dicho tantas cosas… pero he hecho el ejercicio de perdonar. Porque al final de cuentas, adicionalmente a la maldad, la malquerencia y a todos esos sentimientos, hay uno que es la estupidez y, ante la estupidez, tienes que saber perdonar…

"Esto es un efecto péndulo, porque cuando hay una persona a la que ensalzan, a la vuelta la diabolizan. Yo ahora estoy en la mitad: me dejaron de odiar un poquito y no me quieren mucho", dice Betancourt, quien acaba de lanzar su libro en Chile, editado por Aguilar.

Yo creo que hay gente a la que le gusta ver a los demás sufriendo. Y cuando están restablecidos se produce un efecto de rechazo... En el caso de Colombia, hay intereses políticos: aunque yo no esté vinculada a la política, sigo siendo una figura política. Por ejemplo, mi familia se opuso mucho a Uribe porque él no quería enfrentar el tema de los secuestrados y su idea era dejar pasar el tiempo. En mi caso, le tengo gratitud, pues él se la jugó y si la Operación Jaque hubiese fracasado, a él lo hubieran despellejado".

Ni a Pablo Escobar...

"Cuando presenté la solicitud de compensación, que es un derecho de todas las víctimas del terrorismo, mi imagen quedó completamente perjudicada. Fue una lapidación absoluta. Los insultos, la rabia que hubo en Colombia contra mí después de eso, no tiene antecedentes. Es decir, ni en el peor momento de Pablo Escobar, cuando estaba poniendo bombas en las calles, nunca existió el horror y el odio que hubo contra mí. Y contra ninguno: en Colombia ha habido criminales como 'el violador de Los Andes', un tipo que mató y violó a muchos niños, y en ningún momento existió ese odio que hubo contra mí.

Me tuve que desistir de ese reclamo, el mismo que los demás compañeros secuestrados presentaron porque es parte de una ley que protege a las víctimas del terrorismo. Con ellos no pasó nada, pero cuando yo lo hice, se armó el escándalo. Del gobierno que me liberó, yo no veo más que cosas buenas... Pero se dice que 'Ingrid se ganó el premio a la ingratitud, después de que la salvamos, ahora reclama plata al gobierno'. Pero es la ley la que nos faculta. Es algo que todas las víctimas necesitan para su proceso post traumático".

Ingrid se confiesa

La "enfermedad" colombiana

"Cuando me secuestraron (en febrero de 2002) fue porque yo era candidata a la presidencia. Pero en Colombia, durante los próximos cuatro o cinco años no querían saber nada de nosotros. Decían que a los secuestrados de hoy había que sacrificarlos para evitar que haya secuestros mañana. Y ése era el razonamiento políticamente correcto en Colombia, tanto, que cualquier persona que pidiera la liberación de los secuestrados era acusada de traición. En los primeros años de Álvaro Uribe, nuestras familias eran muy mal recibidas. Perdieron el derecho al sufrimiento y a ser víctimas de lo que estaba sucediendo... Para mí, la única explicación para eso es la 'enfermedad colombiana', un país enfermo de intolerancia, que no acepta el llanto de una madre".

Los amigos del secuestro

"Tengo una red de amigos que me han ayudado muchísimo en varios aspectos para enfrentar la vida, porque hay cosas que solucionar y temas financieros que son complicados. En ese sentido, el aterrizaje a la libertad fue suave. Pero también tengo otro apoyo: mis compañeros en el secuestro. Los más cercanos son Mark, Lucho, Pincho y William. Con ellos no hay semana que no hablemos, somos familia. Lucho no tiene que explicarme muchas cosas, y converso con Pincho, me cuenta sus secretos. Varias veces me sentí como la mamá de muchos, porque tuve un poquito ese rol en la selva. Es que allá, entre hombres no se confiaban las cosas. Esa confianza se produjo también porque vivíamos lo mismo... Y estaba en lo más bajo del tratamiento del secuestrado: me tenían amarrada por el cuello y los guardias eran pesados conmigo. Era siempre atacada y criticada por todos lados".

"Cuando presenté la solicitud de compensación, mi imagen quedó completamente perjudicada (...). Ni en el peor momento de Pablo Escobar, cuando estaba poniendo bombas en las calles, nunca existió el horror y el odio que hubo contra mí".

El divorcio

"De mis amigos del secuestro, yo estoy aún en la cola de la etapa de la adaptación. Ellos, en cambio, ya tienen casa y muchos han  pasado por el divorcio, pero ya están con el proceso finiquitado. En el caso mío, probablemente todo se ha complicado porque soy una figura pública: llevo año y medio esperando la decisión del juez y no llega.

Juan Carlos (Lecompte, su ex marido) se ha mostrado como víctima, y yo pienso que los dos somos víctimas, no creo que nadie lo sea más que el otro. Los dos sufrimos, y es un poquito triste terminar una relación que fue de mucho amor en confrontación y malquerencia. Es una ecuación muy mala. Siempre me sorprende la manera en que él ha utilizado la relación conmigo para organizar su vida en torno a eso. Si hasta ha escrito sobre mí y eso es triste, dificulta las cosas.

Yo estuve seis años, pero tengo compañeros que estuvieron 10 y 12 años secuestrados. Y cuando vuelves, no solamente eres otro porque tienes otra manera de pensar, otras  prioridades en la vida y porque has vivido mucho silencio y mucho tiempo sin conversar con alguien, por lo tanto, llegas con una cantidad de traumas del desamor... Entonces, se vuelven unos divorcios muy tristes, en los que se involucran cosas como la plata, que no debería ser. Esas discusiones de plata me parecen, sinceramente, indecentes".

Ingrid se confiesa

Conversando con las FARC

"Antes del secuestro, yo había tenido momentos de conversación con la gente de las FARC. En Colombia hubo un grupo guerrillero que se desmovilizó, el M-19, y muchos de sus integrantes trabajaron conmigo en política. Yo tenía mucha afinidad intelectual con ellos, y eso ocurre hasta hoy. Pero yo nunca empaticé ni con las FARC ni con la guerrilla, porque siempre he tenido un rechazo visceral a la violencia.

Pero al mismo tiempo, creo que hay que negociar con los terroristas. Por ejemplo, una vez estaba hablando con un comandante llamado Arturo, y él me contó que era de Los Esteros, una región muy pobre, que yo conocí muchísimo y que era habitada por los esclavos que lograron escaparse de los cultivos de azúcar hace cientos de años. De pronto, Arturo me cuenta que era descendiente de ellos y me dice: 'A mi familia la trajeron de África encadenada al cuello y nosotros nos liberamos'.

Por esos días, yo tenía hepatitis y por eso estaba sin cadenas, en cambio, todos mis compañeros se encontraban amarrados. Entonces, yo le dije a Arturo: 'Qué curioso, tus antepasados llevaban cadenas y tú no has podido olvidarlo y mira lo que haces en nombre de la revolución que defiendes... ellos tampoco olvidarán nunca lo que les hiciste'.

Arturo se quedó callado, se levantó y se fue. A las pocas horas, sacaron todas las cadenas. Y él se convirtió en el único comandante que tuvo todo el tiempo a los secuestrados sin cadenas. Por eso digo que la palabra siempre llega..."

El comandante Gómez

"En la cúpula (de las FARC) hay comandantes que no hablan con nadie porque tienen un mundo muy estrecho. También, hay un secretariado lleno de ambiciones personales: hay guerras por tener más control e influencia, lo mismo que ocurre en cualquier otro espacio de poder. Siempre se están vigilando y cuidando lo que dicen, es un sistema arbitrario, y cualquier cosa que ponga en duda la fidelidad a la organización se paga con muerte. Es un régimen muy estaliniano.

"Siempre he pensado que el monstruo de las FARC lo creamos nosotros por la exclusión social. Eso no quiere decir que yo las justifique y no piense que hoy las FARC son un cartel de droga, pero sí creo que Colombia tiene que hacer un mea culpa".

Pero yo allá tuve una buena relación con Joaquín Gómez, que era parte del secretariado. Era un hombre culto, que hablaba varios idiomas y que era un ingeniero petrolero educado en Rusia. Él había terminado en las FARC básicamente por las exclusiones que se dan en mi país: nunca lo dejaron trabajar en Ecopetrol, que es la sociedad de petroleros del Estado, porque había estudiado en Rusia... Siempre he pensado que el monstruo de las FARC lo creamos nosotros por la exclusión social. Eso no quiere decir que yo las justifique y no piense que hoy las FARC son un cartel de droga, pero sí creo que Colombia tiene que hacer un mea culpa. Porque hay una intolerancia y una falta de amor que es una enfermedad, una incapacidad de ponerse en el sitio del otro.

Su "Amistad" Con Clara Rojas

"Probablemente, yo tuve actitudes que no fueron correctas, justificadas o no... Fue por desconfianza, porque había gente en el secuestro en la que confiaba y otra en la que no. Nosotros estábamos bajo mucha presión y la guerrilla tenía una estrategia, que era dividirnos para manipularnos. Entonces, había personas que tenían cierta relación con las FARC que implicaba información cuando yo pasaba todo el día pensando en cómo escapar. Por eso, yo me cuidaba mucho al hablar con unos y no con otros, porque si alguien se enteraba y le contaban mis planes a las FARC, no sólo me quitaban la posibilidad, sino que también el castigo era tenaz. Por eso, justificada o injustificadamente, y es algo que reconozco, pude haber tenido, consciente o inconscientemente, actitudes de rechazo hacia mis compañeros y eso pudo haberlos herido...

Yo creo que entre Clara (Rojas) y yo hay cariño. Y siempre hubo solidaridad. En los peores momentos que estábamos enfrentadas, sin hablarnos y con mucho desagrado, si teníamos que enfrentar una situación, estábamos unidas siempre.

Se dieron comportamientos complicados, muy difíciles de enfrentar, dolorosos, todo eso es verdad. Pero a final de cuentas, le tengo cariño".

Nada con la política

"No quiero volver a la política porque cambié. Le perdí el gusto. Me parece que la política saca en los seres humanos las características más viles. Yo tuve que vivir dentro de ese mundo y no me gustó. Entonces, ahora que soy libre y viví tantas cosas, quiero darme la oportunidad de vivir algo que me guste. Por ejemplo, he pensado dedicarme a escribir...".

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