Por Josefina Ríos y María José López Noviembre 5, 2010

© Richard Ulloa

Pasadas las siete de la tarde del martes 2 de noviembre, monseñor Andrés Arteaga Manieu (51) se encontraba a la entrada de la parroquia Santa Marta de Ñuñoa. Poco antes de las 8:00 p.m. el arzobispo auxiliar de Santiago entró a la iglesia para asistir a misa. Una vez terminado el oficio, y con la Biblia bajo el brazo, como de costumbre, caminó hasta su domicilio, a pocos metros del templo, en la calle Diego de Almagro.

Esa casa, ubicada al costado izquierdo de la oficina parroquial, paradojalmente la comparte con el párroco de la iglesia ñuñoína, Javier Barros, quien la primera quincena de agosto junto a otros 11 religiosos firmó una carta que marcó la ruptura dentro de la Unión Sacerdotal de El Bosque, grupo que entonces, y por 15 años, dirigió el propio Arteaga.

La misiva, en líneas generales, criticaba la forma en que esta institución administraba sus propiedades. Asimismo, cuestionaba el hecho de no haber sido informados oportunamente de las acusaciones contra el ex párroco de El Bosque, Fernando Karadima, investigado por abusos sexuales y cuyo círculo es indagado por eventuales pagos a testigos. Días antes, además, 10 de los firmantes aseguraron que las declaraciones de las supuestas víctimas del caso parecían verosímiles.

Si bien monseñor Arteaga respondió rápidamente al embate, calificando esta división como prematura, la carta tuvo un alto impacto. De hecho, el viernes pasado, y por orden del cardenal Francisco Javier Errázuriz, la Unión Sacerdotal fue intervenida: Arteaga, hasta entonces director de la agrupación, fue alejado de su cargo. En su reemplazo, el arzobispo de Santiago nombró un comité directivo de transición, presidido por el vicario de la Zona Cordillera, Fernando Vives, quien ejercerá como delegado episcopal. Su rol consiste en ayudar a recomponer la unidad entre los miembros de la Unión Sacerdotal en el plazo de un año. Como asesores tiene a los bosqueanos Samuel Fernández  -muy cercano a Arteaga- y a Javier Barros, su compañero de casa y miembro de la disidencia.

Cercanos al obispo auxiliar de Santiago cuentan que hoy por hoy los sacerdotes, pese a vivir bajo el mismo techo, comparten poco. Cuando lo hacen, es a la hora del té. Evitan hablar sobre aquello que los divide, pues, según agregan, al obispo lo que más le duele de este episodio es la carta que le enviaron los 12 alejados de El Bosque, la que también firmó el padre Sergio Della Maggiora, su hermanastro.

"Hay quienes piensan que es inviable que quien es arzobispo auxiliar de la arquidiócesis más grande del país sea al mismo tiempo director de una institución cuestionada", comenta un cercano a Errázuriz.

Con todo, hace pocas semanas, cuando Barros hizo un corto viaje, le pidió a Arteaga que lo reemplazara en sus labores parroquiales. "No estamos peleados, estamos distanciados. Hay actitudes y posturas diferentes sobre un mismo tema. Por eso entendemos que aquellos que se marginaron ya no quieran asistir a las reuniones del grupo", explica un miembro de la Unión Sacerdotal.

Las razones de la intervención

Según el comunicado oficial de la Iglesia, la designación de un nuevo consejo directivo para la Unión Sacerdotal se diseñó para "enfrentar los desafíos presentes en las actuales circunstancias". Agrega que su principal tarea será fomentar la unidad del grupo, superando las dificultades que la "amenazan". La idea, así, es evitar una diáspora de religiosos de la entidad. "El cardenal no quiere que el caso Karadima afecte a esta institución, que ha aportado a lo largo de sus 62 años de vida 50 sacerdotes y cinco obispos", explica un asesor del Arzobispado.

Extraoficialmente, además, quienes conocen de cerca el proceso aseguran que la intervención de esa comunidad se debió a que al cardenal Errázuriz le preocupaba que monseñor Arteaga no fuera cien por ciento independiente frente a este tema. "Muchos piensan que es inviable que quien es arzobispo auxiliar de la arquidiócesis más grande del país sea al mismo tiempo director de una institución cuestionada", comenta un cercano a Errázuriz. La decisión del cardenal, en todo caso, habría molestado a Arteaga, quien estaría dolido con el arzobispo de Santiago, ya que su determinación lo habría tomado por sorpresa. "Esta versión no es real, el también vice gran canciller de la Universidad Católica estuvo al tanto del procedimiento en todo momento", matiza uno de sus cercanos.

Además, y si bien la declaración eclesiástica no hace referencia sobre las supuestas anomalías que esa entidad habría cometido en la recolección y administración de los recursos que manejaba, son muchos los que creen que ése fue uno de los principales detonantes de la decisión de monseñor Errázuriz. Según un reportaje publicado por Ciper, en la actualidad habría una decena de inmuebles a nombre de la organización. Es más, el artículo establece que el obispo Arteaga, como su representante legal, estaría detrás de la firma de compra de muchas de estas propiedades.

Cercanos a Arteaga explican que el tema de las platas de la organización está en orden. "Ha sido llamado a declarar sólo una vez a la justicia por este tema, y el 20 de agosto le entregó al cardenal un informe detallado de su participación en la administración de los bienes de la Unión Sacerdotal. Errázuriz quedó conforme con el documento", afirma un sacerdote de la comunidad bosqueana.

Arteaga en la encrucijada

Una carrera meteórica

Las interrogantes sobre el rol de Arteaga en el círculo íntimo de Karadima persisten. Muchos no le perdonan que haya sido precisamente él, un sacerdote de alto rango en la jerarquía eclesiástica, el primero en defender públicamente a Fernando Karadima.

Alumno del Colegio San Ignacio El Bosque, Arteaga -el mayor de siete hermanos- creció en una familia fuertemente vinculada a los jesuitas. Su madre fue por años secretaria del padre Fernando Montes, y dos de sus tíos son sacerdotes de esa orden. Hoy, sin embargo, las críticas más duras provienen de ese sector de la Iglesia.

Se acercó a la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, liderada por Fernando Karadima, cuando era adolescente. "Andrés salió del colegio bastante distanciado del carisma jesuita. Veía la religión de una manera distinta. Cuando ingresó a la comunidad de El Bosque se maravilló con la figura de su párroco, quizás porque careció de una presencia paterna fuerte: su padre estuvo largamente enfermo y murió cuando él era aún muy joven", cuenta un miembro de la Compañía de Jesús.

Sus buenos resultados académicos lo llevaron a estudiar Ingeniería en la Universidad de Chile. Sin embargo, su vocación sacerdotal pesó más fuerte y, tras dos años en la facultad, decidió entrar al seminario en 1978. Fue ordenado sacerdote en 1986 por el cardenal Juan Francisco Fresno. Ese mismo año asumió como vicario de la iglesia El Bosque. "El padre Fernando lo mantuvo siempre muy cerca, tanto en las reuniones de Acción Católica, como después en la administración de los asuntos de la parroquia", cuenta un feligrés. Es más, muchos lo consideraban el soporte intelectual de Karadima. "Le ayudaba con resúmenes de encíclicas y textos teológicos", agrega un ex miembro activo de El Bosque.

Su altamente reconocida inteligencia, le permitió escalar rápidamente en la jerarquía eclesiástica. En 1991 fue nombrado formador y director de Estudios del Seminario Pontificio Mayor. Magíster y doctor en Teología, ejerce desde hace años como profesor de esta materia en la Universidad Católica. Incluso, en 1998 el cardenal Carlos Oviedo lo designó como vicedecano de esa facultad.

Muchos consideran a monseñor Andrés Arteaga como el soporte intelectual de Karadima. "Le ayudaba con resúmenes de encíclicas y textos teológicos", agrega un ex feligrés de El Bosque.

Dos años después, y cuando el cardenal Francisco Javier Errázuriz asumió en la Arquidiócesis de Santiago, Arteaga fue investido como vice gran canciller de la PUC, donde representa al gran canciller: el cardenal Errázuriz. Cercanos a ambos aseguran que el arzobispo de la capital se fijó en él porque quería tener cerca a alguien perteneciente a la Unión Sacerdotal, una institución poderosa debido a la gran cantidad de vocaciones que ha entregado a la Iglesia y por su cercanía con la elite. Además, pesó su trayectoria académica en la UC.

Desde su oficina en la Casa Central, Arteaga ha ejercido una fuerte influencia en áreas como la pastoral, la relación con los sindicatos, la línea editorial de Canal 13 e, incluso, en la elección de sus rectores. Concretamente mostró su injerencia en los nombramientos de Pedro Pablo Rosso -en su segundo período- y en el del actual  líder del plantel, Ignacio Sánchez.

A pesar de su corta edad, su poder dentro de la Iglesia chilena se acrecentó definitivamente en 2001: con apenas 42 años se convirtió en el obispo más joven del país y en uno de los hombres de confianza del cardenal Errázuriz. Para sorpresa de muchos, el Papa Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de Santiago, cargo que ostenta hasta hoy.

A pesar del éxito profesional, la salud no le ha sido del todo favorable. Desde hace unos tres años sufre una enfermedad congénita similar al Parkinson. Durante los últimos meses, y producto del estrés del caso Karadima, esta dolencia se le ha intensificado.

Arteaga en la encrucijada

Apoyo irrestricto

Hoy, en el centro del huracán, a Arteaga lo acusan de haber ignorado sucesivas veces a las supuestas víctimas de Fernando Karadima. Incluso lo culpan de aprovechar su influencia en los medios. Pero en la Universidad Católica sostienen que el religioso ha recibido el completo apoyo de la comunidad académica. Incluso fue aplaudido de pie en junio pasado, durante la celebración del día de la universidad, realizada en el salón Oviedo del Centro de Extensión.

Pero las críticas desde otros ámbitos de la sociedad continúan. "Es un cura duro, como los de antigua data. Lo que le importa es mostrar su poder y no tanto evangelizar. Él no sólo autorizaba el manejo de recursos en la Unión Sacerdotal, además firmaba los documentos y es el único responsable de la buena o mala administración de sus dineros", agrega una fuente ligada al proceso judicial.

"En este momento, moseñor Arteaga lo está pasando muy mal. Enfrenta un escenario difícil pues es víctima de acusaciones injustas. Sin embargo, no ha perdido apoyo. La gente que más lo conoce confía en él", retruca el sacerdote miembro de la Unión Sacerdotal Samuel Fernández.

Pero la lealtad de Arteaga a Karadima le ha traído problemas con otros obispos. Según fuentes ligadas a la Arquidiócesis de Santiago el apoyo irrestricto a su mentor habría causado molestia en los otros dos obispos auxiliares: monseñor Fernando Chomalí y Cristián Contreras. "Aquí no hay defensas corporativas, pero sigue habiendo respeto y apoyo entre los auxiliares de la capital", advierte un prelado.

Arteaga, no obstante, está consciente de la incomodidad que por estos días causa su figura. De hecho, y según cuenta un sacerdote, hace un mes, durante un retiro del clero en Padre Hurtado -en el cual participó casi toda la jerarquía eclesiástica chilena-, dijo a los presentes que lamentaba profundamente la división que había en la Iglesia chilena producto del caso Karadima.

Cercanos a ambos aseguran que el arzobispo de la capital se fijó en él porque quería tener cerca a alguien perteneciente a la Unión Sacerdotal, una institución poderosa debido a la gran cantidad de vocaciones que ha entregado a la Iglesia y por su cercanía con la elite. Además, pesó su trayectoria académica en la UC.

Esto no le ha impedido, en todo caso, seguir en contacto y visitando al ex párroco de El Bosque y asistir a las reuniones que todos los lunes en la mañana sostiene la Unión Sacerdotal en ese templo. Su lealtad es irrestricta, pero fuentes cercanas al vice gran canciller de la UC aclaran que este apoyo no es ciego. "Andrés no ha dicho que el padre Karadima es inocente. Sólo ha asegurado que él jamás fue testigo de abusos. También ha dicho que confía en él, como confiaría a priori en cualquier ser humano", indica un sacerdote amigo de Arteaga. El vicario de la Zona Centro y miembro de la Unión Sacerdotal, Francisco Javier Manterola, agrega: "Recuerdo haberle oído decir en una ocasión que quien no confía en las personas, difícilmente puede confiar en Dios".

De todas formas, en su círculo íntimo aclaran que el obispo está abierto a la posibilidad de que la Santa Sede declare a Karadima responsable de las acusaciones por abuso sexual, las mismas por las que el sacerdote cuestionado declaró en calidad de inculpado el pasado 27 de octubre, en el Décimo Juzgado del Crimen de Santiago.

Pero más allá del veredicto, y como comenta un cercano a Arteaga, "por muy dolorosa que sea la verdad, Andrés siempre apoyará al padre Fernando, como quien apoya a su padre, aunque éste haya cometido un delito".

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