Por Cony Stipicic H. Septiembre 17, 2010

© José Miguel Méndez

Aunque los judíos no tienen autoridad, y se vinculan como pares, el rabino Eduardo Waingortin habla por un número significativo de ellos. Argentino, lleva 22 años en Chile, encabeza el Círculo Israelita -perteneciente al Movimiento Masortí (que es la corriente mayoritaria del judaísmo acá y en el mundo)- y es el representante de las comunidades judías ante el país.

-¿Se sienten convocados por la sociedad?

-Diría que sí, pero no lo suficiente. O no de forma igualitaria. Debemos reconocer que no somos proporcionalmente del mismo nivel que otras religiones.

Los judíos en Chile son unos 50 mil. "En 17 millones, nada", reconoce el rabino Waingortin. "No sé si nuestra participación es proporcional. Más bien creo que la inserción de los judíos ameritaría que se nos considerara en más temas".

-¿En qué casos han sido consultados?

-En la píldora del día después y en el aborto, en tres oportunidades. Siempre en el Parlamento, pero con poco espacio. A ratos daba la sensación de que te preparaste mucho, pero eran tantas las personas que tenían que exponer… Eran tiempos muy breves. Y había otro espacio diferenciado para la Iglesia Católica, que era recibida en forma separada. Lo entiendo: representan a la mayoría de la población.

-Usted apela más a lo cualitativo…

-Claro, entiendo que todos tenemos derecho a la opinión y en forma igualitaria.

Lo que duele

-¿Cómo es el mundo judío en Chile?

-Muy diverso y creativo. Tenemos representado, probablemente, el mosaico de las distintas líneas que hay en el judaísmo y existe en la comunidad una actividad amplia y rica. Hay gente intelectual con grandes conocimientos y pensando en temas judíos profundos -porque el judaísmo sigue pensándose, es una religión en constante evolución-. Y desde nuestra inserción, existe una vocación de servicio que viene desde el inicio de la aparición de judíos en Chile.

"Escuché a Don Francisco relatar una paliza que recibió de un grupo nazi en su colegio y cómo sacó garras y aprendió a defenderse. Este país claramente no fue excepción en la época de la II Guerra Mundial. Pero creo que, a partir de allí, Chile recibió bien a los judíos extranjeros que vinieron escapando de la guerra en Europa".

-¿Cómo definiría el grado de inserción de los judíos en Chile? ¿Es comparable al de otro países?

-En toda Latinoamérica se da este proceso de los judíos participando activamente en la sociedad. El judío es profundamente democrático. De hecho, desde el punto de vista religioso, no tenemos un Papa ni una estructura jerárquica, y la mayor parte de nuestros libros están basados en una filosofía dialéctica. Por lo tanto, la discusión y el espíritu democrático son esenciales. Eso fecunda una gran creatividad y una búsqueda constante del saber y de la verdad. En una casa judía se valora mucho el estudio. Es típica la disidencia, pero a nivel académico. Esto llevado a la práctica implica una inserción importante en la vida política y cultural.

-¿Hay todavía espacios donde no se les da cabida?

-En Chile, creo que no. Lo mismo que en otros países de Latinoamérica. Entendería que el gobierno de Venezuela no fuera amigable con los judíos, aunque allá estuvieron sumamente integrados durante siglos.

-¿Existen clubes sociales en que no les permiten el ingreso?

-Eso se da en algunos países. Yo no cuestiono ese derecho a elegir con quién uno desea estar. Pero me da lástima si está basado en una discriminación. Yo puedo elegir a mis amigos, pero si en esa elección incorporo elementos discriminatorios, habla de una sociedad débil.

-O sea, ¿no hay ningún grado de discriminación acá?

-No. El caso que me preguntas lo he escuchado, pero nunca lo supe directamente.

-¿Será que en Chile la elite es la que discrimina, y no sólo respecto de los judíos?

-Honestamente, yo nunca lo sentí en Chile, como tampoco en Argentina. Pero tal vez sea porque nunca me vi con esas elites a las que te refieres. Conozco a gente que tiene recursos, tanto económicos como políticos o de otro tipo, pero no a esa elite más conservadora o clásica de la que hablas. Pero no he tenido problemas. Es más, me sorprende en Chile la relación que tienen los distintos credos. Nuestra Tefilá -el tedeum judío que se estrenó hace dos domingos- tuvo una muy generosa recepción. En la Confraternidad Judeocristiana, donde participan tanto evangélicos como católicos, hemos tenido una generosísima acogida.

"La Iglesia Católica dejará el celibato en algún momento"

-Usted viene de Argentina, pasó por Israel… ¿cómo ve a los chilenos?

-Yo diría que acá hubo épocas. Escuché a Don Francisco relatar una paliza que recibió de un grupo nazi en su colegio, un colegio fiscal, y cómo sacó garras y aprendió a defenderse. Este país claramente no fue excepción en la época de la Segunda Guerra Mundial. Pero creo que, a partir de allí, Chile recibió bien a los judíos extranjeros que vinieron escapando de la guerra en Europa. Ahora, debe quedar claro que un judío nacido aquí es chileno, no es extranjero. Éste es un país que acoge bien al forastero, y eso lo digo en mi condición de argentino. Hemos logrado conocer al chileno y admirarlo.

-¿Y como sociedad qué le parece?

-Hay algunas cosas que no me gustan, como su jerarquización. Me duele, a veces, la forma en que se mira a la persona que, en algún grado, está en menor condición, lo que contrasta -y no lo entiendo- con lo solidario de este pueblo. Pareciera que están más dispuestos a dar dinero por una causa solidaria que a tratar bien a la persona que vive en casa o a quien ayuda a estacionar…

-¿Y a qué lo atribuye?

-Es cultural porque no lo veo asociado a la educación. Uno diría que a mayor educación debería existir más respeto por el otro, mayor respeto a la diversidad, y eso a veces no se da aquí. Tomo cafecito afuera, porque soy argentino, y veo cómo se trata a la persona que te sirve y me da lástima. En una oportunidad, me acerqué y le pedí disculpas, por la vergüenza ajena que sentí por uno que se había retirado con escándalo.

-Acaban de terminar 20 años de gobierno de la Concertación. ¿Qué evaluación tiene?

-Vengo de Argentina, donde no existían dos núcleos de la población. Los que apoyaban la democracia eran mayoría indiscutible y los que apoyaban al gobierno militar, una minoría ínfima. El tema era el perdón más que la reconciliación. Pero acá se requería reconciliación, y creo que los años de la Concertación sirvieron para eso, para que el país creciera, para se combatiera la pobreza, se incrementaran los niveles de educación, aunque todavía ésa es una tarea pendiente. Tengo un concepto muy favorable de la presidenta Bachelet.

-¿Por qué?

-Porque es una mujer que ha sufrido mucho y que vivió en carne propia, tal vez más que ningún otro presidente, una situación de despojo, exilio, dolor, de la muerte de su padre. Ella fue la representante de todos los elementos que pudieron haber sido espinudos, como se dice en Argentina. Con su presencia en el poder y con su generosidad fue un catalizador de esa reconciliación.

"Hablé con un sacerdote amigo, que me decía que el celibato para él representaba la entrega absoluta. Mientras que yo, me señalaba, tenía a mi familia. Mi argumentación es que a mí me resulta mucho más fácil empatizar con alguien que tiene un problema con sus hijos y puedo ser más efectivo en entenderlo".

-¿Qué etapa se abre con Piñera en el gobierno?

-Una etapa sumamente enriquecedora, de alternancia que, a su vez, habla de una madurez política importante. Ésta es una oportunidad para que Chile entre nuevamente a una democracia madura, con todos los lógicos cambios que ello implica: pasar del oficialismo a la oposición con generosidad de miras y, como dice la parábola, plantando algarrobos: alguien lo hizo antes que nosotros y ahora los plantamos para los que vengan después. La idea del cortoplacismo, que a veces invade los sistemas políticos deja espacio, cuando una democracia es madura, para plantar algarrobos.

Iglesia católica: El rey y el profeta

-La Iglesia Católica sigue siendo el credo mayoritario en Chile y por años pesó a la hora de las decisiones políticas. ¿Qué rol le asigna hoy?

-Hay paradigmas que se van forjando. Por ejemplo, hay un paradigma bíblico del rey y el profeta. El rey es el que tiene el poder y el profeta el que lo acusa constantemente de los desvíos en el ejercicio del poder. En el Medioevo aquellos que tenían el poder religioso tomaban el espacio del profeta, poniendo al rey en su lugar y acusándolo cuando no hacía las cosas correctamente. Pero en un marco democrático eso cambia, el paradigma es diferente y el contrapeso viene de los poderes del Estado.

-La separación Estado-Iglesia data de 1925, pero es un hecho que el clero ha tenido injerencia en cuestiones públicas, y en grado no menor durante los gobiernos de la Concertación.

p>-Las iglesias y religiones -que es nuestro caso- tienen la tarea de indicar rumbos, pero de ninguna manera condicionarlos, porque estamos en un paradigma diferente.

 

-Para muchos la Iglesia Católica aquí sí condicionó el rumbo.

-Es difícil medirlo. Sí siento que la Iglesia Católica acá jugó un rol muy importante en la defensa de los derechos humanos y eso es para sacarse el sombrero. Ahora, deben ser difíciles los cambios de paradigmas, pero la sociedad gana en diversidad con ellos.

-En Chile, la sociedad parece haber entendido ese cambio de paradigma antes que los pastores…

-Eso ocurrió con el divorcio. Ahí vi con dolor la actuación de algunos clérigos a quienes estimo mucho. Traté de entenderlos poniéndome en su lugar, pensando en cómo sería para mí que algo tan obvio cambiara por una decisión política. Empaticé con su dolor, pero no coincidí con las formulaciones que hicieron. A mí me resulta más fácil porque nosotros aceptamos el divorcio. Y veo que la sociedad en ese caso cambió de paradigmas mucho antes, y a la Iglesia le costó entenderlo. Pero los contrapesos funcionaron y se estableció el divorcio, tal vez tardíamente.

"La Iglesia Católica dejará el celibato en algún momento"

-¿Cómo ve la crisis que ha enfrentado la Iglesia Católica por los casos de abusos sexuales?

-Lo que está puesto en tela de juicio no es la Iglesia Católica, porque ésta va más allá de las personas, así como cada religión está más allá de sus profesantes. Lo que está puesto en tela de juicio es la conveniencia de seguir con el celibato, teniendo en cuenta que es relativamente moderno dentro de la Iglesia y sabiendo, históricamente, que no ha sido respetado. Insistir en algo tan contranatural pone a la sociedad en una situación incómoda. Pero creo que la Iglesia tomará una decisión sobre este tema. Tardará, porque es una institución que adopta sus determinaciones cuando ya están demasiado consensuadas, pero dejará el celibato en algún momento.

-Los religiosos judíos se casan y tienen familia. ¿Qué diferencia podría haber en la forma de relacionarse de los sacerdotes con su gente si se dejara de lado el celibato?

-En algún momento hablé con un sacerdote amigo, que me decía que el celibato para él representaba la entrega absoluta, en lo práctico, no en lo teológico, a una tarea comunitaria. O sea, que él poseía todo el tiempo del mundo y no tenía la obligación de una esposa e hijos. Mientras que yo, me señalaba, tenía a mi familia. Mi argumentación es que a mí me resulta mucho más fácil empatizar con alguien que tiene un problema con sus hijos y puedo ser más efectivo en entenderlo. No es el tiempo, sino la efectividad. Y, por otro lado, cuando uno tiene familia puede ser un modelo ejemplarizador.

Amenazas antisemitas

-¿Qué explicación tienen para la oleada de pintados y amenazas antisemitas del último tiempo?

-No lo entiendo para nada.

-¿Lo ha afectado en lo personal?

-No por amenazas, sino porque tenemos custodia. Nos movilizamos con más precaución.

-¿Y en Chile todavía hay espacios en que los judíos podrían tener más presencia? -No pondría la visión entre judíos y no judíos. El país debería ser lo suficientemente amplio como para que las personas más capacitadas puedan ascender y tomar los espacios que correspondan, independientemente de su religión.

-Hay diferencias bastante radicales entre los judíos y en Chile está haciéndose evidente la cantidad de grupos que hay. En Israel los más liberales son muy críticos de los ortodoxos: dicen que se dedican a rezar y tener hijos y no producen, sino que viven del Estado.

-Pero ésa no es la realidad acá. No están esos núcleos, que en todo caso yo no critico, más bien trato de encontrarles espacio dentro de la historia judía, que es la historia de una religión que evoluciona con el mundo y con las exigencias y los desafíos que impone cada generación. Hay que entender que hubo situaciones traumáticas que han truncado esa evolución. Y algunos de esos grupos sobrevivieron a matanzas terribles en Europa, a denigraciones que los llevaron a temerle a cualquier cambio. Yo entendería esto como una reacción a situaciones traumáticas y creo que, con el tiempo, muchos de esos grupos entrarán nuevamente a un proceso evolutivo.

-Los judíos en el mundo, especialmente en Estados Unidos, han logrado ir copando espacios de poder importantes en los últimos 50 años…

-Yo no diría que copan espacios de poder, sino que son estudiosos, son tesoneros, entonces logran ser efectivos en sus proyectos.

-¿Y en Chile todavía hay espacios en que podrían tener más presencia?

-Yo no pondría la visión entre judíos y no judíos. Creo que el país debería ser lo suficientemente amplio como para que las personas más capacitadas puedan ascender y tomar los espacios que correspondan, independientemente de cuál sea su religión.

-¿Qué representa para usted el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter? Podría él ser un símbolo de ese planteamiento meritocrático suyo, al menos en el mundo político.

-Aunque existieron otras personas en el poder antes, creo que él es muy capaz, muy abierto al consejo y un hombre muy noble. Lo conocí hace tiempo, cuando era muy joven y tuve la oportunidad de oficiar en su boda. Entonces lo veo muy humanamente. Y cuando lo veo como político me sorprende gratamente.

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