Por Equipo Qué Pasa Agosto 27, 2010

© Pedro Rodríguez

Eduardo Hurtado

Jefe de faena de Terraservice

Eduardo Hurtado (53) nunca perdió las esperanzas. Las alimentaba con oraciones. No en vano se fue rezando junto a su señora toda la noche del sábado 7 de agosto, cuando se turnaron el manejo del auto para llegar rápidamente desde su casa -en La Ligua- hasta la mina San José. Allí lo habían destinado para que tomara el mando de la máquina de aire reverso -sistema de perforación utilizado por su empresa- que viajaba desde la División Mantoverde de Anglo American hasta la zona del desastre. Fue de los primeros en llegar.

También confiaba en los vívidos testimonios de los mineros, que aseguraban que sus compañeros estaban vivos. Por eso nunca se dio por vencido. Ni siquiera cuando la madrugada del lunes 16, mientras perforaban a la profundidad de 509 metros, la sonda "rompió" en un caserón y, pese a que está seguro de que escuchó ruidos, la cámara no mostró vida. La bala le quedó pasada.

Cuando el lunes 16, los geólogos Cristián Astudillo -de Anglo American- y Nicolás Cruz -de Minera Escondida- decidieron cambiar la máquina hacia otro sector, Hurtado sintió que ese sondaje sería distinto. Existía más información topográfica y la planificación se hacía con extremo cuidado.

El sábado 21, a las 11:00 de la mañana, le informaron que si todo se hacía bien la sonda debería romper dentro de las próximas 24 horas. Hurtado reunió a sus hombres, el turno de siete operarios que en ese momento manejaban la máquina, para hablarles. Les pidió silencio y prudencia para evitar que corrieran rumores y los motivó: bautizó esta operación como el "sondaje de la vida" y junto con explicarles las labores técnicas, les dijo que ahora había que poner el corazón, porque simplemente esta vez no podían fracasar. Ese turno y el siguiente trabajaron con más cuidado y precisión que nunca. Hurtado jamás se alejó de la plataforma. Hasta que, a las 5:40 de la madrugada, "rompieron". La emoción lo inundó cuando sintió los suaves golpes que venían desde abajo.

Pero el día le reservaba otras sorpresas: cuando sacaron la última barra del pozo, Hurtado se dio cuenta de que venía pintada de rojo. Para asegurarse de lo que veía pidió un bidón de agua y limpió el instrumento. Una vez descubierta la pintura comentó: "Esta marca no es nuestra". Luego se dirigió a Laurence Golborne y le dijo: "Ministro, hay vida".

Pedro Gallo

Microempresario

"Escúchenme, vean lo que traigo". Pedro Gallo Ceballos (38) pasó varios días repitiendo esta frase afuera del yacimiento San José. Hasta que le pusieron atención y su invento, un microteléfono hechizo con un delgado cable de 900 metros de largo, se convirtió en el aparato con que el lunes 23 de agosto los mineros -desde abajo- hablaron con el ministro Golborne.

Gallo llegó a la zona el viernes 6 de agosto. Antes de subir a la mina -desde su casa, en Copiapó- sacó $ 50 mil de su cuenta de ahorro, puso bencina a su camioneta, compró algo de comida, cigarrillos, se despidió de su esposa embarazada de siete meses y pidió disculpas a sus clientes porque intuía que se ausentaría por un buen tiempo: tiene una pequeña empresa llamada "Bellcom Comunicaciones", que presta servicios a mineras de la zona.

Para armar el teléfono con el que el pasado martes también se comunicó el presidente con los mineros, Gallo recurrió a varios desechos que tenía en su casa: un micrófono, condensadores, resistencias, circuitos impresos y una receptora. Los envolvió en una moldura plástica. A ello agregó un largo cable que uniera el teléfono multilínea -con que hablan en la superficie las autoridades- con la pequeña caja artesanal que recibirían los trabajadores: con su pericia como técnico electrónico logró hacerla entrar por la paloma que bajaría por el sondaje.

Pero no fue nada fácil convencer a los expertos que el teléfono artesanal "marca Pedro Gallo" era el apropiado. Primero pasó por manos de la Onemi, luego por los rescatistas Patricio Cerda y Miguel Fortt. Fue este último quien al observar el aparato, le dijo: "Está bueno, pero hay que reducirlo aún más para que entre en el tiro de sondaje". Su puente con los especialistas fue Jorge Díaz, el médico de la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS). Y fue en el hospital de campaña donde armó su teléfono. "Estaba seguro que iba a funcionar y nosotros lo motivamos", cuenta Pedro Cárdenas, gerente de la ACHS.

Así, pasaron días antes de que lo presentaran ante los expertos, quienes observaron detenidamente su teléfono. "Esto nos sirve", dijeron a coro. Y luego miraron a Pedro sonriendo: "¿Y vos, dónde estabai?", le preguntaron. "Siempre estuve aquí, pero nadie me había visto", respondió emocionado. Luego, cuando Golborne vio el aparato, miró a Gallo, frunció el ceño,  sonrió y le dijo: "Ya, démosle".

Así, cuando el domingo Gallo se enteró de que había claras señales de que los mineros estaban vivos, se presentó de inmediato ante las autoridades. Al día siguiente, tomaron su teléfono, lo echaron dentro de una paloma de seis metros de largo y lo lanzaron hacia abajo. Se demoró 1 hora y 45 minutos en llegar a manos de los mineros. "Entró perfecto, con un milímetro por cada lado de espacio", recuerda Gallo.

Los minutos que pasaron para que la comunicación se lograra se hicieron eternos para Pedro. Estaba muy nervioso. De pronto, Golborne estableció contacto: "¿Aló, me escuchan?", dijo. "Aquí mina",  respondieron desde abajo. Luego, la historia es conocida. Entonces, Pedro se alejó. Caminó unos metros, encendió un cigarrillo, respiró profundo, tragó saliva y de lejos y con lágrimas en los ojos, contempló la escena. Hoy trabaja en el último requerimiento bajo tierra: un parlante que les permita a los 33 mineros escuchar, a todos juntos, los mensajes de la superficie.

Héroes

Miguel Fortt

Ingeniero en minas

En 1975, Miguel Fortt (63) recién trabajaba como ingeniero en minas cuando vivió una experiencia que lo marcó para siempre: doce mineros quedaron atrapados tras  el hundimiento de una mina en Viejo Potrerillos. "Fue un hecho muy desafortunado, porque sólo pudimos sacar vivos a ocho. Eso no se olvida", dice. Desde entonces se convirtió en voluntario de rescates, labor que ha combinado con su trabajo en minas en Estados Unidos, México, Colombia, Ecuador, Australia y Chile. En una de esas emergencias, junto a su equipo, salvó a 57 personas de una tormenta de viento blanco. El yacimiento San José es el operativo de ayuda número 14 en su vida y el que ha liderado al  alero de André Sougarret.

Fortt llegó a la mina San José tras un llamado del ministro Golborne, el sábado 7 de agosto, 48 horas después del derrumbe. En ese momento, estaba sacando muestras en un yacimiento de oro, para una nueva empresa minera. No dudó en partir hacia la San José.

Fueron  los familiares de los atrapados quienes pidieron al gobierno que unieran a Fortt al equipo de rescate: es un viejo conocido en el norte, por su trabajo como voluntario. Dos días antes, Fortt se enteró por un extra noticioso de la tragedia. De inmediato, y desde su casa en Caldera,  envió un mail a la empresa San Esteban indicándoles lo que él creía que se debía hacer. "Les dije que la única opción era una operación de sondaje", recuerda. Nunca supo si recibieron el correo.

Todos los días sube y baja a la mina. Por las noches hace clases de Física Aplicada en la Universidad del Mar, en Copiapó, luego duerme en Caldera con su familia, y en las mañanas va al campamento "Esperanza" a trabajar con el equipo de rescate.

La noche del sábado 21 de agosto, Miguel se había quedado a dormir en la mina, en una carpa. Estaba frente a las plataformas de sondaje cuando, pasadas las 6 de la mañana del domingo 22, escuchó un silencio que le llamó la atención. "Supe de inmediato que habían hecho el primer contacto. Me impacté, fue tranquilizador", recuerda.

En la tarde, apenas llegó a su casa, celebró con su esposa y su madre. "Con un vaso de whisky con tres hielos".

Francisco Poyanco

Ayudante de sondaje

Empleado de la faena Mantoverde de Anglo American.

La comitiva liderada por el ministro Golborne y el ingeniero Sougarret comenzó a alejarse lentamente del camión de la empresa Terraservice, donde se apilaban las barras. Eran cerca de las dos de la tarde y en sus manos el titular de Minería tenía la carta que Mario Gómez había mandado a su mujer. En el camión sólo quedó el ayudante de sondaje Francisco Poyanco (30). Mientras todos se alejaban, comenzó a ordenar las bolsas de nylon y los cables con los que el minero más viejo había enviado el mensaje a su familia. "Me di cuenta que entre los plásticos había otra bolsa con cinta adhesiva. Adentro había un papel. Lo primero que pensé fue dejármelo para mí como recuerdo", rememora.

Sin embargo, y tras leer la nota, Poyanco cambió rápidamente de opinión. Se levantó, corrió a la orilla del camino y gritó que había más. Los primeros en escucharlo fueron su jefe, Eduardo Hurtado, y el ministro Golborne, quienes le indicaron que leyera. Con voz fuerte, el ayudante de sondaje dio cuenta de lo que decía el mensaje de grandes letras rojas: "Estamos bien en el refugio los 33".

Héroes

Sandra Jara

Geóloga de Maptek

Sandra Jara (32) fue la primera que lo supo. El sábado 21 de agosto en la mañana, y luego de proyectar por última vez en el software Vulcan el recorrido de la sonda B10 -operada por Terraservice en conjunto con Anglo American- en 3D, los "pelos se le pusieron de punta": si todo funcionaba como lo esperaban, en las próximas 24 horas la máquina en cuestión "rompería suelo".

Los días previos habían sido de trabajo arduo. Jornadas de cerca de 15 horas diarias en las que, primero el ingeniero Álvaro Quezada, y luego ella, instalados en el casino de la faena, pasaban al Vulcan todos los datos de los 18 sondajes que se llevaban simultáneamente en la mina  para proyectarlos y ver las posibilidades reales de que lograran el objetivo final.

Los trabajos de la B10 comenzaron el lunes 16. Quezada en conjunto con los geólogos Nicolás Cruz -de Escondida- y Cristián Astudillo -de Anglo American- definieron el lugar de una nueva plataforma de sondaje y establecieron que harían mediciones cada 50 metros, de manera de ir proyectándolo con suma precisión. Jara reemplazó a Quezada en sus tareas el miércoles 18.

Con la certeza de que el domingo sería un día importante, la geóloga y Cruz llegaron a las 5:00 de la mañana a la mina. A las 6:00 de la madrugada les avisaron por teléfono que habían "pinchado".

Walter Véliz

Gerente de Geología de Minera Escondida

La noche del 7 de agosto, Walter Véliz (49) llegó a su casa en Antofagasta y comenzó a coordinar el traslado de dos perforadoras de polvo y una de diamantina hasta Copiapó. Dice que no pudo dormir hasta las tres de la mañana. Al mediodía del domingo ya estaba en la mina San José, aprendiendo lo que nunca había hecho: perforar hasta romper casi 700 metros para encontrar vida en vez de minerales y con una precisión angustiante. Porque en una faena minera, las perforaciones se manejan con rangos de error de 5%. Y esa cifra, extendida a 700 metros, podría significar alejarse 35 metros del minúsculo punto de 4 por 4, donde se suponía estaban el refugio y el taller.

Después de eso, Véliz comenzó a sentir una presión y un dolor en la espalda, una presión que veía en sus compañeros Marcos Bermúdez, Nicolás Cruz y César Campillay. Porque todos sabían que nada sería igual después de esto y que este rescate los redefiniría.

En el operativo, Véliz estaba a cargo de la planificación y ejecución del sondaje. Él y su equipo llegaban a las 7:30 a la mina y nunca se iban antes de las 11 de la noche. Sus sondajes fueron lentos porque, como aprendieron, la "precisión es enemiga de la velocidad". Y porque tuvieron que llegar a conocer la topografía y geología de un suelo que no era el de ellos. Que se veía duro al principio y blando al final. Que tenía rocas difíciles y que demoraba todo.

sandra jara

Sandra Jara, geóloga.

Cristián González

Técnico geominero de la empresa Norte Grande

Algunos lo llaman "el Soplón". Otros, le reclaman que no respetó el protocolo y que se anticipó a las autoridades. Que él no era la voz oficial para contar a los familiares que los 33 mineros estaban vivos. Pero a Cristián González (24) nada de eso le importa demasiado. "Es algo natural, un instinto que cualquiera hubiera seguido. ¿Cómo no iba a contar?", asegura González, quien es administrador de Norte Grande, empresa que prestó apoyo logístico durante el rescate.

Cuando a las 14 horas del domingo 22, su padre -quien además es su jefe- le contó que los mineros estaban vivos y que había una carta que lo confirmaba, no dudó en propagar inmediatamente la buena noticia. Salió corriendo cerro abajo, levantando tierra y con una emoción que lo ahogaba. "¡Están vivos, están vivos! Mandaron un mensaje que están todos bien, pero no pueden decir nada", aseguró a un grupo de familiares en el campamento. "Yo conozco a los mineros porque trabajé siete meses en la mina y soy bien amigo de Claudio Acuña y José Ojeda. Me comprometí con sus familias que, apenas supiera algo, les iba a decir. Por eso salí a avisarle a la gente, sin pensar qué iba a pasar después", relata.

Héroes

René Aguilar

Gerente de Riesgos de la División El Teniente de Codelco

René Aguilar (35) llegó a la mina San José el lunes 9 como segundo hombre del equipo que encabezaba André Sougarret. Su elección obedeció a su expertise en temas de seguridad, pero también a su condición profesional de sicólogo. Desde su arribo al lugar de la tragedia tuvo que contener emocionalmente a los expertos que trabajaron en las tareas de salvataje y a los familiares de los mineros. En momentos de máxima tensión, recuerda, debió mitigar los conflictos en ciernes entre expertos, a quienes nunca antes había visto y que tenían un diagnóstico disímil frente a lo que se debía hacer. "Se debía respetar la excelencia de cada uno y velar al mismo tiempo por el trabajo en equipo. Siempre me preocupé de decirles que lo más importante era rescatarlos", cuenta.

Con los parientes de los trabajadores, Aguilar se reunía dos veces al día para despejar sus dudas y aminorar así su angustia. Su desafío era infundir tranquilidad, sin que ello significara crear demasiadas expectativas. Emocionado ante el hallazgo de los trabajadores, el domingo 22 el sicólogo se salió por unas horas de su rol para derramar unas lágrimas. Sin embargo, un día después volvió a su labor de contención, cuando fue elegido como uno de los profesionales que establecerían contacto telefónico por primera vez con los mineros atrapados.

Roberto Antequera

Chofer de Pullman Bus

Durante los 15 días que Terraservice trabajó en la planta San José, Roberto Antequera (35)trasladó a sus empleados. Se levantaba a las 5:00, para comenzar su recorrido una hora después. "Había dos turnos, ambos de 8 a 8 y yo debía pasarlos a buscar a sus casas y a dejarlos a la mina. Luego, viajaban de la mina a sus hogares", dice.

El domingo 22, Antequera y los operadores de Terraservice llegaron media hora antes de lo habitual al campamento. Eran las 7:27 a.m. y los nocheros aún no terminaban su turno cuando vio correr al ministro Golborne al lugar donde estaba la sonda. De inmediato captó que algo estaba pasando. Prendió la cámara de su celular y siguió  a éste en su camino. Así, pudo captar el momento en que el secretario de Estado escuchó los primeros indicios de que había vida 700 metros bajo tierra. "Fue muy emotivo presenciar cuando el ministro escuchó por la sonda cómo los mineros golpeaban el tubo. Yo grabé ese episodio. Estoy feliz de haber podido captar esas escenas con mi teléfono y así compartirlas con sus seres queridos. Fue imposible aguantarnos las lágrimas", relata orgulloso, aunque lamenta que sólo le quedaba un minuto y medio en la memoria del teléfono.

Durante la filmación -que luego fue entregada a TVN-, Antequera relata lo que ocurre en la mina. Dice que los nervios lo traicionaron, razón por la que se equivocó de ministro: "En la grabación, que salió al aire, salgo diciendo, ´aquí se ve al ministro Hinzpeter´. Una pena porque en verdad era Golborne, pero cualquiera pudo haberse confundido en esa situación".

Jorge Díaz

Director médico de la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS)

"Teníamos la esperanza de que estuvieran vivos, pero pensábamos que podría haber lesionados graves y algunos muertos. Por eso, lo primero fue saber cómo estaban, preguntarles por su hidratación", explica el doctor Jorge Díaz (57), quien el lunes 23 hizo contacto con los mineros.

El médico cuenta que el domingo 22 estaba en Coquimbo, a unos 200 kilómetros de la zona cero, atendiendo asuntos familiares, cuando a las 7 de la mañana sonó su celular con la buena noticia. Cinco horas más tarde ya se encontraba en el yacimiento para reunirse con el ministro Mañalich y los demás representantes del gobierno. La idea era poner en práctica el plan médico que habían bosquejado: "Asegurar el estado de salud de los trabajadores, hidratarlos, comenzar a alimentarlos y prepararlos para su salida", resume.

Desde que se produjo la tragedia, la ACHS ha estado en la zona, ya que Minera San Esteban es afiliada a la institución. El jueves del derrumbe, Díaz cumplía turno en Copiapó: desocuparon las camas de la clínica y convocaron al personal, pensando que llegarían los heridos... pero con las horas se hizo evidente que eso no ocurriría y que el accidente pintaba para tragedia. Por eso, decidieron levantar un primer hospital de campaña en la mina, con turnos de 12 horas, dos ambulancias, dos paramédicos, una enfermera y un médico.

Díaz, experto en medicina de altura y salud ocupacional, pensó desde el principio que por la pericia de los mineros muchos debían estar a salvo, pero que uno de los mayores riesgos era que la presión generada por el derrumbe pudiera afectarlos. En todo caso, desde la semana pasada que ya tenían listos 33 contenedores con agua, suero, glucosa, complementos nutricionales, broncodilatadores, medicinas, alcohol y parches oculares, entre otros, "pero para unos días, no para tantos meses", confidencia.

Héroes

Óscar Castro

Ingeniero en minas de la División El Salvador de Codelco

El domingo 8 de agosto, Óscar Castro subió por primera vez a la mina San José. Iba con el corazón oprimido por la responsabilidad: horas antes había sido designado para dirigir las operaciones de sondaje para el salvataje de los mineros. De él dependería el diseño y el control de la única alternativa que existía entonces para iniciar un posible rescate. Sobre sus espaldas -dice- sintió la angustia de los familiares, pero también, en medio de la desesperación, escuchó las palabras de ánimo que dio el ministro Golborne a su equipo -donde su brazo derecho era el geólogo José Toro-  para trabajar hasta llegar al destino final. Desde entonces, recuerda, el movimiento de las máquinas jamás paró, pese a que hubo momentos en que la frustración y la impotencia lo golpearon. Fue lo que ocurrió el jueves 19 de agosto, el día en que una de las barras de sondaje que monitoreaba este profesional no llegó al refugio donde se suponía que estaban los 33 trabajadores. "Lo más difícil fue contarles esto a las familias, porque la esperanza estaba cifrada en nuestro resultados", dice hoy. A partir de entonces, la tensión fue mayor para Castro y su equipo pues, tal como sospechaban, no tenían información fidedigna para cumplir con su labor.

Como sucedió muchas otras veces, la noche del sábado 21 el ingeniero se retiró tarde de la mina San José, después de concluir su turno. Pero sólo alcanzó a dormir cuatro horas. El teléfono lo despertó a las seis de la madrugada del domingo: estaban vivos.

Raúl de la Jara

Encargado del Departamento de Emergencias de Casanova Fire Equipment

Cuando el rescatista Raúl de la Jara (27) se enteró que en la mina San José había mineros atrapados, no prestó mucha atención. Era la una de la mañana y no dimensionó la gravedad de la situación. Fue al día siguiente cuando se dio cuenta de que era en serio. Y que podía hacer algo. En su empresa, Casanova Fire Equipment, contaban con una moderna máquina traída desde Francia, el AudioResQ II, que permite detectar a personas vivas sepultadas. Justo en el minuto en que ni siquiera se tenía certeza de si los mineros estaban en el refugio, el aparato era vital. Se contactó con Pedro Riveros, quien coordinaba las operaciones, y éste le dijo que había un solo problema: conocían la máquina sólo por internet. Nadie sabía operarla. Y De la Jara partió al yacimiento. Llegó el viernes 6 de agosto a las 9 de la noche. Como con el derrumbe principal la mina estaba fracturada, se realizaron fortificaciones y entraron recién el sábado a las 8:30 de la mañana. Los 40 rescatistas ingresaron en un vehículo con más de 100 litros de agua embotellada más alimentos.

Al descender por la chimenea todo era ruidos, desprendimiento y oscuridad. La temperatura era cercana a los 35 grados y la humedad bordeaba el 100%. El plan era que primero bajaran los rescatistas de avanzada, en una suerte de posta, para que abrieran el paso y chequearan si era seguro seguir bajando. Pero vino un derrumbe y el equipo para detectar vidas no pudo ser utilizado, porque no se alcanzó la profundidad necesaria.

Gabriel Díaz

Ayudante de sondaje

Durante 12 días, Gabriel Díaz (30) siguió la tragedia de los 33 mineros atrapados en la mina San José a través de la televisión. Pero ese miércoles 18 de agosto por fin ya estaba ahí, listo para su tarea como ayudante de sondaje en el turno de la noche, junto a su compañero Pedro Beltrán. "El trabajo nocturno era difícil, el frío era intenso y el viento soplaba con mucha fuerza. La mayoría de las veces costaba ver porque había mucha neblina", explica. Pero la noche del sábado 21 fue distinta: "Estaba claro, tranquilo, como nunca. Era como si la luna nos estuviera avisando algo", agrega.

Cerca de las seis de la mañana lograron el objetivo. Se apagaron las máquinas y Díaz fue el encargado de dar los primeros tres "mazazos", como se conocen en jerga minera los golpes que se dan a las barras para establecer contacto. Con la emoción y el orgullo de haber sido quien dio el primer golpe de alegría, el ayudante de sondaje dejó su turno a las 8:00 de la mañana de ese domingo, con el compromiso de no contarle a nadie lo que había presenciado para no infundir falsas esperanzas entre los familiares. "Aunque ya se había corrido la voz, no pudimos confirmar la noticia, pero la alegría era tanta, que entre nosotros no paramos más de hablar".

Héroes

Nelson Flores

Operador de sondaje de Terraservice

Ese sábado 21 de agosto hubo cambio de planes. Como todas las mañanas desde hacía ya 10 días, Nelson Flores (38) estaba listo para comenzar su turno a las 8:00. Cuando se preparaba para tomar el control de los comandos de la máquina, esos mismos donde puso el rosario de su hija, muerta hace un año cuando comenzó a trabajar en la San José, su jefe, Eduardo Hurtado, le preguntó si podía cambiarse al turno de la noche, porque el encargado para esa tarea estaba con problemas. Su sí fue inmediato.

"A las 8:00 de la noche, cuando comenzó mi turno, la máquina ya estaba a una profundidad de 624 metros. Cuando alcancé los 660 metros no me moví más, el trabajo se tornó lento y delicado, porque la precisión debía ser total, esa era la orden", recuerda el operador, oriundo de Tierra Amarilla. A las 5:40 de la madrugada, y mientras seguía perforando en sigilo a una profundidad cercana a los 683 metros, Flores sintió que las barras se iban solas para abajo. Habían llegado. "Inmediatamente corté la presión de aire y el avance, de manera de no hacer daño si es que había algo abajo. Faltaban dos metros para terminar la barra que usábamos, cuando rompimos. La bajé hasta el fondo, y pusimos otra para poder medir la altura del túnel al que habíamos llegado. El cálculo arrojó una cavidad de cerca de 3.80 metros de altura".

La noticia era demasiado buena. Corrieron a comunicársela a Hurtado. A las 6:30 de la mañana, siguiendo la orden del jefe, se apagó la máquina y las luminarias, y cuando el silencio fue total, dieron tres golpes a la barra. Rápidamente sintieron los golpes de respuesta. "Tras las mediciones de rigor, procedimos a retirar las barras. Aunque mi turno ya había terminado -a las 8:00 de la mañana-, yo me quedé. No podía irme". Su decisión no fue en vano, tras cuatro horas, en las que sacaron una a una las 108 barras, Flores fue el encargado de extraer la última, aquella que venía pintada de rojo.

Juan Carlos Díaz

Minero

El jueves 19 fracasó otro intento para encontrar a los mineros. Pero Carlos Díaz (43) tenía la certeza de que la búsqueda avanzaba por el camino correcto. Conocía muy bien el lugar: trabajaba ahí desde hace un año, y seis horas antes del derrumbe había terminado el último turno como operador de la máquina de perforación Jumbo.

A pesar de su optimismo, el cansancio le pesaba. Y tambien el miedo. Desde el sábado 7 -cuando se sumó a los trabajos de salvataje-, la idea de que él podría haber sido uno de los atrapados no lo abandonaba.

Así, ayudaba doce horas al día al equipo responsable del sondaje. Gran parte del tiempo, Juan Carlos manejaba una grúa y trasladaba fierros y madera para fortificar el yacimiento y evitar nuevos derrumbes. Conseguía petróleo y grasa para las máquinas dirigidas por los geólogos e ingenieros. En determinados instantes del día, ayudaba a los expertos a reconfigurar los planos de la mina que tan bien conocía.

El domingo 22, llegó al yacimiento a las 7:45 de la mañana.  Entre lágrimas y abrazos, él se preguntaba cómo estarían Juan Carlos (Aguilar) y don José, dos de sus amigos atrapados.

Pedro Riveros

Jefe de Unidad Rescate de Mina Carola

El jueves 5 de agosto, el jefe de la Unidad de Rescate de Mina Carola, Pedro Riveros (55 años), fue uno de los primeros en llegar a la planta San José. Junto a los bomberos Daniel Palma -quien viajó raudamente desde Antofagasta-, Eduardo Doll y Juan Díaz Gutiérrez bajó por la chimenea en busca de sobrevivientes. Y aunque entonces no hubo resultados positivos, no ha parado. El propio Jonás Gómez, dueño de la Mina Carola, le ordenó no volver a trabajar hasta que terminen las labores de rescate. Por eso, este padre y abuelo ya comenzaron a comprar materiales para iniciar el simulacro del descenso y montar una réplica del ducto de 66 centímetros de diámetro que se construirá para llegar hasta donde están los 33 mineros.

Es que en octubre del 2000, Riveros se prometió crear una unidad de rescate para ayudar, en el menor tiempo posible, a las decenas de mineros que constantemente sufrían accidentes. En esa ocasión debió rescatar el cuerpo de un minero que llevaba cinco días muerto en el fondo del yacimiento El Salado, en Atacama. Con la ayuda del Cuerpo de Bomberos de Chañaral, más la cooperación de Enami, que prestó en comodato el yacimiento Mercedes para realizar entrenamientos de salvataje, Riveros formó hace nueve años una unidad de rescate.

 astudillo

Cristián Astudillo, geólogo de Anglo American.

Cristián Astudillo (41)

Geólogo de exploraciones de División Mantoverde de Anglo American Chile

Después de esa llamada, la vida de Cristián Astudillo (41), giraría en torno a esos números urgentes. A los 33 mineros que estaban atrapados en la mina San José, y a las dos horas y media que se demoraría la sonda de Mantoverde, donde trabaja, hasta llegar a ese yacimiento de la minera San Esteban. Porque después de esa llamada que le hizo el geólogo Alfonso Sanguinetti -de Terraservice-, preguntándole por Eduardo Tapia -gerente de Minas de Mantoverde- para pedirle el apoyo de una sonda de aire reverso, la rutina de Cristián daría un giro que lo ubicaría en el centro del rescate y la adrenalina.

Después de esa llamada, cuando la plana ejecutiva de Anglo American le había dado el visto bueno, Astudillo supo que ese domingo 8 de agosto saldría hacia la mina, a la cual llegaría cerca del mediodía. Cuando alcanzó el yacimiento, posicionó su sonda, que por ser la más nueva  fue asignada a una ubicación privilegiada. En esos primeros intentos, Cristián conoció el terreno con el que se tendría que medir, y aprendió cómo se comportaba su sondaje cuando se colaba a través de la roca.

Los 312 metros que lograron el lunes 9 no sirvieron porque se habían desviado. En el segundo sondaje, siete días más tarde, llegaron a los 509 metros y bajaron cámaras, sólo para darse cuenta de que ahí no había nada. Para sentir una frustración que sólo desaparecería tras el tercer intento, cuando se cambiaron de plataforma y se trasladaron a una quebrada, en un punto casi escondido. Cristián instaló esa sonda y en eso no oculta su orgullo. Porque, junto a miembros de otro equipo, iba midiendo y corrigiendo su trayectoria, reparando cualquier rotura de la barra, hasta que el 22 de agosto le pegaron al techo de la galería, que estaba a 683 metros y tan cerca de la hazaña. Cristián recuerda el procedimiento: bajaron la barra e hicieron contacto a los 688 metros.

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