Por Joseba Elola Julio 23, 2010

Jim Vandehei llevaba 15 años haciendo periodismo político en Washington. En la Cámara de Representantes, en el Senado, en la Casa Blanca. Para The Wall Street Journal, para The Washington Post. Su sueño ya se había cumplido. El chico ambicioso del Medio Oeste americano que un día de San Valentín de 1995 dejó su Oshkosh natal, Wisconsin, para convertirse en reportero político ya era una firma consolidada. "¿Por qué los reporteros políticos son mucho más divertidos de escuchar que de leer?", fue una de las primeras preguntas que se hizo junto a su colega, su jefe en The Washington Post, John Harris.

Empezaron a elucubrar. Sí. Una web. Sólo de política. Con los mejores reporteros de Washington. Periodistas que te cuenten la intrahistoria, lo que se comenta en los pasillos. Periodistas que te lo cuenten al instante. De la fuente al reportero y del reportero al sitio web. Corría el año 2006.

Presentaron su idea a un empresario antes de hablar de ello en su periódico. Apareció Robert Allbritton, joven ariete de la dinastía periodística de los Allbritton, propietarios de los canales de televisión WJLA y News Channel 8 y ex editores de The Washington Star; un hombre que llevaba tiempo dándole vueltas a la idea de sacar de nuevo un periódico político en Washington DC. Unieron fuerzas. Trato hecho.

Vandehei y Harris llegaron al Post y contaron su proyecto. "Tenemos a alguien que respalda nuestra idea", les dijeron a sus jefes. El Post les propuso hacer el proyecto con ellos. Pero ya estaban dispuestos a volar solos.

-¿Es cierto que ya tenían registrado el dominio postpolitics.com cuando hablaron con sus jefes en el Post y que luego se lo revendieron?

Vandehei sonríe, titubea, baja los párpados. Sentado en su pequeño despacho en Wilson Boulevard, en un edificio que mira al Capitolio, pero al otro lado del río Potomac, sonríe cual niño pillo que confiesa un pecadillo. Es prácticamente la única sonrisa que concede durante la entrevista. "Bueno, bueno, sí, es verdad -se queda en silencio-. Eh... Hubo un poco de tensión, no demasiada, pero hubo algo de tensión, obviamente, cuando dejamos el Post, está claro, estaban cabreados. Fuimos rápidos y también quisimos ser transparentes, y les dijimos: Miren esto es lo que vamos a hacer, lo que básicamente supuso mostrarles nuestro plan de acción. Oímos rumores de que ellos iban a fundar una web para tratar de aplastarnos. ¿Es eso lo que están intentando hacer?, ¡una mierda! Nadie había comprado el dominio de postpolitics.com, así que lo hicimos. Era una manera de pararles los pies. Se sorprendieron al ver que éramos los propietarios de esa marca. Pero se la devolvimos".

-¿Por cuánto?

-No fue una cantidad astronómica: se la vendimos por lo que nos había costado. No me acuerdo, no era demasiado, pocos miles de dólares, alrededor de 2.000 o algo así. Hay rumores de que se la vendimos por un millón, pero no es cierto. Acabó en un acuerdo de caballeros.

Vandehei y Harris arrancaron con la idea de contratar a una docena de reporteros: seis cracks de Washington y seis reporteros jóvenes con ganas de comerse el mundo. "Éramos una banda de garaje", dice Vandehei, empuñando su botella de Diet Coke. Tenían las ideas claras. La era institucional de los periódicos es agua pasada. Lo importante son los talentos individuales, la confianza ha migrado del medio al reportero. Legisladores y miembros de los lobbies quieren leer a la firma de la que se fían.

Con cifras de usuarios únicos que oscilan entre los 3 y 4 millones, según Nielsen, editan una versión gratuita en papel que se distribuye en las calles y centros de poder de la capital: 32.000 ejemplares de un periódico tabloide sencillo, compacto y directo.

Arrancaron con un sitio web un tanto mediocre, el 23 de enero de 2007. Les llevó un año que tuviera aspecto de web de nueva generación. Noticias al instante desde los pasillos del Capitolio, cotilleos, investigación, reporteros con cámaras de video. Tres años y medio más tarde, Politico.com es uno de los experimentos web más exitosos del mundo. Han convertido el Capitolio en un pequeño Hollywood de la política: las maniobras, los disparos, las carreras meteóricas, los engaños. Su sección Politico 44 es un auténtico diario del minuto a minuto del presidente Obama. Han impuesto un ritmo endiablado que ha cambiado el tempo de los medios norteamericanos: las noticias se queman en 20 minutos. Hace un año tenían 100 empleados. Ahora son 145. Para final de 2010 serán 170, dice Vandehei.

Pero, sobre todo, se han convertido en referencia. En Washington, las mañanas arrancan cuando Mike Allen, un reportero de la vieja escuela, procedente de la revista Time, cuelga su primera entrega noticiosa, la que marca el rumbo del día. Allen se levanta a las 4.30. A las 6, el mundillo político ya se puede conectar a politico.com para ver qué dice.

"El 2009 fuimos ligeramente rentables; este año tenemos un confortable margen de beneficios, en torno al 25%", confiesa Vandehei, de 39 años, impecablemente trajeado y con un cartelito que cuelga de su solapa con su nombre de pila rodeado de dibujitos naifs. "Empresas de defensa o activistas medioambientales pagan mucho dinero para influir en el legislador. Se dirigen a Politico porque saben que Rahm Emanuel -mano derecha de Obama- o Nancy Pelosi -presidenta de la Cámara de Representantes- verán su anuncio".

Con cifras de usuarios únicos que oscilan entre los 3 y 4 millones, según la consultora Nielsen, editan una versión gratuita en papel que se distribuye en las calles y centros de poder de la capital: 32 mil ejemplares de un tabloide sencillo, compacto y directo que proporciona entre el 50% y el 60% de los ingresos. El resto, publicidad de la web.

-¿Cómo explica que todo haya ido tan rápido?

-Fue una buena idea. Tuvimos suerte con el momento del lanzamiento. Nos fuimos del Washington Post a finales de 2006. Dentro de 20 años, cuando se hable de la historia de los medios, se dirá que un cambio revolucionario se produjo a finales de 2006: fue el año en que empezó la transición de los viejos medios hacia un periodismo basado en la web y otros dispositivos móviles. Cuando nos lanzamos, nadie sabía que toda la maldita industria reventaría. No es que lo hubiéramos anticipado, tuvimos suerte. La gente se quedó fascinada con nuestro proyecto. The New York Times, The Wall Street Journal, todo el mundo escribía sobre nosotros: en momentos de penumbra, ahí aparecía un medio que empezaba a contratar gente. Salimos en enero y en mayo ya estábamos copresentando un debate presidencial. ¡Era inaudito!

Droga para los politicoadictos

-Está su eslogan de las tres efes (fast, fair and first: rápidos, justos y primeros). Está la contratación de un cuerpo de élite de periodistas. Están las constantes apariciones en televisión de los reporteros, la construcción de una audiencia deseable para los anunciantes. ¿Qué otros factores explican su éxito?

-Tenemos éxito porque nuestro foco está claro, y será cada vez más importante para los medios. Tú escuchas el nombre Politico.com y sabes lo que te va a dar. En la portada, la noticia política no batallará con una de deportes o con la del tiempo. Y luego, al final del día, el contenido importa, importa inmensamente, ahora mucho más que nunca. Ya no vale eso de decir: "Ah, tengo que leer The Washington Post". Nadie tiene por qué leer el Post cada día: tienes que ganarte a los lectores, tienes que contarles cosas que no sepan cada día. Fuimos capaces de hacerlo.

-¿Todo esto podría haber sucedido sin Obama?

-Es una buena pregunta. Creo que sí porque hay una audiencia enorme, nacional e internacional, que se interesa por la política norteamericana. Lo bueno de la web es que si te interesa la política puedes participar y nutrir tu adicción como nunca. ¿Nos ayudó Obama? Es indudable que sí. Salimos en enero porque sabíamos que iba a ser una cuestión entre Obama y Hillary Clinton, que serían las presidenciales más interesantes de nuestras vidas. Su presidencia ha ayudado a sostener nuestro tráfico.

-Se les ha acusado de estar inclinados a la derecha.

-Al principio sí que oí esa crítica, pero ahora ya no la escucho tanto. No tenemos una agenda, sacamos noticias que son duras para cualquier bando.

Rápido, rápido, rápido. A sus 39 años, Vandehei es un hombre rápido que piensa rápido y habla rápido. Su web se consolidó rápido. Su discurso es conciso, directo y, adivinen, rápido. Como su web.

El año pasado, la revista Vanity Fair lo situó entre los 100 hombres más poderosos de la nueva era de la información. Es el primer representante de una organización básicamente web en el Consejo de los Premios Pulitzer. Vandehei es un yonqui de la información política. Dice que hay muchos como él. "Hemos nutrido la adicción de los yonquis de la política".

Alto, fibroso, pulcro, Vandehei es un tipo que también se levanta a las 4.30 y se conecta al correo electrónico. Empieza a mandar ideas a sus colaboradores. Lleva a sus dos hijos -Sophie, de 7 años, y James, de 6- al colegio. Su mujer, Autumn Vandehei, trabaja para una organización sin fines de lucro. Comenzó su carrera como reportero de deportes en el Oshkosh Daily Northwestern. "He crecido en Washington, me encanta la ciudad, la política. Es fácil volverse cínico aquí con mucha de la mierda que tienes que leer y con la que tienes que lidiar, pero ésta es la mejor forma de gobierno que hay y es divertido estudiarla, escribir sobre ella". Cuando puede, escapa a la casa que tiene en el Estado de Maine y se dedica a pescar.

Damned, bolony, eat that shiet -maldito, mierda, come mierda-: Vandehei recurre al lenguaje de la calle cuando quiere énfasis.

-Usted dijo, recientemente, que los días de los periódicos generalistas pasaron, ¿por qué?

Ya no vale eso de decir: "Ah, tengo que leer The Washington Post". Nadie tiene por qué leer el Post cada día: tienes que ganarte a los lectores, tienes que contarles cosas que no sepan cada día. Fuimos capaces de hacerlo.

-Los días de tanta gente proporcionando noticias de interés general indudablemente se han acabado. Lo veremos en un par de años. Si te interesa la información de interés general vas a la red y consultas The New York Times, no vas a dirigirte al Miami Herald o al Chicago Tribune para ver qué pasa en el mundo. Para las noticias internacionales irás a CNN International. Las organizaciones tendrán que centrarse en rentabilizar su tráfico local, dominar el seguimiento de las competiciones deportivas locales. The Wall Street Journal y The New York Times continuarán prosperando como periódicos de interés general; no creo que por debajo de eso muchos lo consigan.

-¿Y los periódicos en papel, cuánto sobrevivirán?

-Creo que estarán ahí durante largo tiempo. Si tienes más de 40 años, sigue siendo tu modo favorito de leer, creciste leyendo así, te gusta; es caro pero los anuncios sirven para financiarlo. Tenemos una edición en papel y creo que seguiremos teniéndola por muchos, muchos años.

Vandehei se declara entusiasta del iPad. Ya están preparando su aplicación para el dispositivo de Apple. "Creo que es transformador". Dice que es el primer dispositivo realmente legible y que es un escaparate muy potente para los anunciantes.

"Los anuncios en el iPad son preciosos y creo que serán la gracia salvadora para muchos periódicos y medios". Piensa que el uso de contenidos por parte de los agregadores de noticias -Google, por ejemplo- acabará siendo regulado o, al menos, organizado: "Yo no tengo problemas con esta cuestión porque incluso The Huffington Post, que roba pedazos de nuestras informaciones todo el tiempo, nos envía mucho tráfico. En algún momento se litigará con estas cuestiones. Habrá más restricciones sobre cuánto contenido puedes reproducir de otro medio sin tener que reembolsar algo".

Hace tres semanas, una polémica entrevista de Rolling Stone le costó el puesto al general al mando de las tropas en Afganistán, McChrystal, por sus críticas a la administración norteamericana. Politico.com y Time.com colgaron un archivo en pdf de la entrevista antes de su publicación por parte de la revista. Lo retiraron a las pocas horas, tras las protestas de Rolling Stone. El acto fue condenado por muchos medios, incluido The Huffington Post. La carrera por ser el primero tiene sus límites.

Vandehei empieza a juguetear con su bolígrafo. Se impacienta, la entrevista va camino de los 40 minutos. Dice que no le cabe duda que acabará llegando el pago por contenidos, aunque en Politico no lo contemplen.

"La gente pagará por contenidos; no por todos, pero sí por los de The New York Times, no me cabe la menor duda". Critica la lentitud de reflejos de los grandes medios tradicionales: "Hay una revolución en marcha, ¿te quedarás ahí sentado ridiculizando la revolución? Tienes que ser capaz de adaptarte a ella, tener la humildad y la agilidad de decir: vamos a cambiar.

Y tiene muy claro lo que no quiere que pase en Politico. "La naturaleza humana es volverse complaciente y para mucha gente es ser mediocre. En el momento en que dejemos que la complacencia se instale, se extenderá como el cáncer: lo he visto en muchas organizaciones".

La entrevista se acaba y Vandehei se levanta, rápido. Acude a consultar las últimas novedades con los compañeros de primera fila frente a su despacho. Rápido, rápido, rápido.

© Diario El País de España.

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