Por Macarena Lescornez y Carlos Serrano* Julio 16, 2010

Elija un domingo cualquiera, si quiere el primer fin de semana de julio para no ir muy lejos. Rafa Nadal conquista Wimbledon por segunda vez, Jorge Lorenzo deja a tiro de piedra la victoria final en MotoGP, la selección española se clasifica para las semifinales de Sudáfrica, Alberto Contador comienza a pedalear en pos de su tercer Tour de Francia. Casualidad, podrían argumentar algunos. Previsible, sentenciarán los más informados. Porque, admitámoslo, ya no es una sorpresa encontrar a españoles en la elite del deporte mundial.

El influyente -y polémico- diario Marca se refiere machaconamente a la "Edad de Oro del deporte español", opinión que comparte Sebastián Fest, periodista argentino de la agencia alemana DPA afincado en Madrid: "España ha cerrado el círculo y se ha convertido en la nación deportiva perfecta". Una realidad impensable hace apenas dos décadas, cuando la fama de "arrugones" se imponía en cada torneo y en casi todas las disciplinas. Dejando aparte los éxitos a nivel de clubes, el panorama era un sitio eriazo, apenas iluminado por un puñado de héroes solitarios adelantados a su tiempo. El golfista Severiano Ballesteros, el motociclista Ángel Nieto, los cuatro Grand Slams de Manolo Santana en los 70, las gestas ciclistas de Luis Ocaña y Federico Bahamontes en el Tour de Francia, el oro del esquiador Paquito Fernández Ochoa en Sapporo 72, la Eurocopa de 1964, alguna huérfana medalla olímpica… Simples chispazos en blanco y negro, un rendimiento objetivamente muy por debajo de lo esperable en un país europeo, joven, y de entonces 40 millones de habitantes.

El grito de Samaranch

Hay varios factores que explican este cambio radical: sociológicos, políticos, económicos y, si se quiere, psicológicos. Pero, por encima de todo, sobresale un hito como el punto de inicio de una fiesta que dura ya un cuarto de siglo y cuyo final parece aún estar lejos. La fecha oficial del despegue es el 17 de octubre de 1986, cuando el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), el recientemente fallecido Juan Antonio Samaranch, pronunció en Lausana sus palabras más soñadas, las que adjudicaban a su ciudad, Barcelona, la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992.

"Sin duda es el punto de inflexión, el paso a la modernidad del deporte español", sentencia categórico Juan Morenilla, redactor de deportes del diario El País. "Antes la ayuda era a menor escala, raras excepciones en medio del páramo. Era el triunfo del esfuerzo individual, de los genes, del que estaba tocado por una varita mágica", recuerda el veterano periodista deportivo Quique Gozalo, del diario La Razón.

El duro siglo XX español comenzaba a tomar color tras una sangrienta guerra civil, una interminable dictadura y una complicada transición a la democracia, marcada por el terrorismo, los problemas económicos, la corrupción y hasta un fallido intento de golpe de Estado. Desde ese momento quedó claro que no sólo se querían organizar los mejores JJ.OO. de la historia, sino que era fundamental aumentar el nivel competitivo de los deportistas locales y crear las bases para que el éxito no fuera flor de un día. "Barcelona 92 demostró a todo el país que no estaban obligados a seguir siendo sumisamente perdedores", concluye Fest.

Los impuestos de los deportistas

El Plan ADO (Asociación de Deportes Olímpicos), creado en 1988, marcó la diferencia. Instituido por el Comité Olímpico Español (COE), el Consejo Superior de Deportes (CSD, gubernamental) y Radio Televisión Española (RTVE, pública) sólo puede calificarse como un acierto histórico. Un verdadero maná en el desierto. Hoy es una máquina engrasada para generar campeones, gracias a un potente sistema de becas y ayudas integrales, en las que participan 15 empresas privadas, entre ellas Endesa, El Corte Inglés, Coca-Cola, Repsol y Telefónica. Por ejemplo, el Plan Londres 2012 cuenta con una dotación de 51,3 millones de euros (casi $35.000 millones), de los cuales los privados aportan el 75%. Si tenemos en cuenta la crisis que sufre España -20% de cesantía y todas las alarmas en rojo-, la cifra puede considerarse estupenda, sólo 5% inferior a la de  Pekín 2008.

"Invertir en el deporte español no sólo es inteligente, sino también rentable", destacaba hace poco el secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky. "Las empresas sólo se arriesgan a perder el 10% de lo invertido. Recuperarán el 90% de su dinero a través de la publicidad", explica. Y, por si fuera poco, los deportistas tienen un estatus fiscal especial, con exenciones y todo tipo de facilidades a la hora de pagar tributos. Un aliciente extra para dedicarse de forma profesional y exclusiva, una de las claves, aseguran los expertos, para pasar de los diplomas a las medallas.

Copas sobran

No son pocas las voces que critican el plan por elitista y demasiado volcado en la excelencia, pero los resultados no dejan lugar a dudas: 26 medallas (sólo 5 de oro) entre París 1900 y Seúl 1988; 87 preseas (29 oros) en la etapa ADO, en sólo cinco JJ.OO.

Eso en citas olímpicas. Enumerar los éxitos en otras competiciones se antoja una larga tarea, culminada con el Mundial de Fútbol, la tradicional mancha en el historial del deporte español. Hasta el momento del gran éxtasis, cuando Andrés Iniesta venció la valla holandesa, los campeonatos mundiales se sucedían en casi todas las disciplinas. Sólo en esta última década: baloncesto (Japón06), balonmano (Túnez 05), doblete en fútbol sala (2000 y 2004), hockey sobre patines (4 de los 5 últimos mundiales), waterpolo (2001), 4 Copas Davis (a fin de cuentas, el Mundial del tenis) en 5 finales, Fernando Alonso bicampeón en F1 y corriendo ahora en la codiciada escudería Ferrari, tres campeonatos del mundo de ciclismo en ruta… Por no hablar de los triunfos a nivel europeo o de fueras de serie como Nadal, actual número uno de la ATP; Pau Gasol con dos títulos de la NBA consecutivos con Los Angeles Lakers; o Alberto Contador, favorito para ganar su tercer Tour de Francia. Todos dignos sucesores del primer deportista que rompió el molde en España, del primer "extraterrestre" nacional: el ciclista Miguel Indurain, ganador de cinco Tours y dos Giros de Italia.

La nación deportiva perfecta

¡A por ellos, oé!

Tras los convulsos años 70 y 80, y la entrada a la Unión Europea, los españoles mejoraron ostensiblemente su nivel de vida. Las mejoras en la nutrición, en el sistema sanitario -tienen la esperanza de vida más alta después de Japón- y en los planes deportivos escolares fueron indispensables a la hora de cultivar talentos. Sin embargo, la pieza angular fue la planificación. Dejó de estar a voluntad del gobierno de turno y se transformó en un verdadero asunto de Estado, agigantado por la competencia entre las distintas regiones e, incluso, por una creciente participación a nivel municipal, lo que ha hecho que las instalaciones de primer nivel -como polideportivos, pistas de barrio, canchas públicas o gimnasios- florezcan.

Y en esta ecuación no hay que olvidar el respaldo sin fisuras de la TV pública. Con horas y horas de emisiones de deportes, en principio, minoritarios y deficitarios -como el voleibol, el hockey césped, las carreras de cross - country, la natación o la equitación-, ampliaron el espectro del panorama deportivo, escapando de la omnipresencia del fútbol y acercando a la afición.

Tacho de la Calle, uno de los pioneros en transmisiones deportivas -como la Vuelta Ciclista a España, los JJ.OO. o los mundiales de motociclismo-, resalta el papel de los medios a la hora de explicar el boom: "La gente veía por la pequeña pantalla, en directo, lo que antes les contaban por los periódicos y la radio. Era verdad. Era la reacción ante una acción.Como cuando salíamos de las películas de vaqueros y todos queríamos jugar a ser vaqueros. Ahora la película era un partido de tenis, de básquet...".

Pero, por sobre todo, cambió la psicología del deportista. Se pasó de cumplir el expediente al convencimiento de que no hay límites. El grito de guerra acuñado hace dos años de "¡A por ellos, oé!" resume a la perfección el nuevo espíritu. España al ataque, a la ofensiva. Lo nunca visto.

"Es una generación desacomplejada, que no tiene ni remotas referencias del oscurantismo cavernario de hace unos años, aquel victimismo que no era más que una excusa cualquiera. La mayoría ha triunfado en categorías inferiores, saben muy bien que los alemanes o estadounidenses no muerden y han aceptado con naturalidad medirse a grandes retos en el extranjero", dijo esta semana José Sámano, redactor jefe de Deportes de El País.

"Es que esto hay que verlo", señala jocosamente Gozalo. "El otro día cuando jugamos contra Alemania, los asustados eran ellos. España mantuvo su personalidad. Eso no pasaba antes, que celebrábamos un empate en un partido amistoso". Morenilla abunda en el nuevo marco mental del deportista: "Ya no acude con miedo. Ahora está más crecido, más confiado, porque se acostumbró a competir contra los mejores. Alonso con Schumacher, Contador con Armstrong y Nadal con Federer".

"Es una generación desacomplejada, que no tiene ni remotas referencias del oscurantismo cavernario de hace unos años, aquel victimismo que no era más que una excusa cualquiera. Saben muy bien que los alemanes o estadounidenses no muerden y han aceptado con naturalidad medirse a grandes retos en el extranjero", dice José Sámano, redactor jefe de Deportes del diario El País.

Miguel Ángel Díaz, locutor de Radio Marca y autor del libro "Los secretos de La Roja", destaca que "hemos aprendido a competir. Antes había pavor, miedo histórico, el abismo de los cuartos de final… La Eurocopa 2008 nos sacudió de golpe todos los complejos".

"Temblaba más la cabeza que el fútbol, temblaban más las convicciones que las piernas. En los años más aciagos, la selección de fútbol sufrió incluso algo peor que la burla: la indiferencia", remata Fest.

La fábrica

Por si fuera poco, el culto a la cantera, remató la faena. Los futbolistas Xavi Hernández, Íker Casillas y Carlos Marchena -piezas angulares en Sudáfrica- ya ganaron juntos el Mundial sub-20 en 1999.  Algo parecido ocurrió ese mismo año en Lisboa con los llamados "Juniors de oro", la selección sub-19 de baloncesto, que derrotó al entonces invencible EE.UU. en la final. Entre sus integrantes estaban Gasol, Juan Carlos "la Bomba" Navarro y Raúl López, todos ellos jugadores de la NBA posteriormente y campeones de todo lo imaginable en esta década.

"Ha habido un buen trabajo desde la base", certifica Miguel Ángel Díaz. "Somos un ejemplo y muchas federaciones extranjeras vienen para copiar el modelo español. También han ayudado los clubes, que hace 20 años no apostaban por un joven y ahora sí lo hacen". El ejemplo más reconocido es la cantera del F.C. Barcelona, la célebre Masía, nido del que han salido jugadores como Xavi, Iniesta, Cesc Fábregas, Carles Puyol, Gerard Piqué o el mismísimo Lionel Messi, entre otros.

Axel Torres, director del influyente blog balompédico Planeta Axel, cree que "hay razones para ser muy optimistas. Se ha conseguido lo más importante: ganar por primera vez, instaurar una sensación de normalidad en la victoria, eliminar el vértigo y asumir el favoritismo con personalidad. Los aspectos psicológicos que tienen que ver con la tradición ya están superados. Ahora se trata sólo de jugar y las generaciones que vienen por detrás son realmente interesantes. Esto es sólo el comienzo".

*Ex corresponsal de medios chilenos en España, y Periodista español y ex director del Área Deportiva de TVN, respectivamente.

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