Por César Barros Junio 11, 2010

Existe un grupo de defectos en el carácter de los chilenos que me parece extremadamente irritante. Están en el ADN de nuestra educación y forma de trabajar. Son, probablemente, algunas de las causas centrales de la baja productividad: los chilenos trabajan en promedio más horas que los alemanes, pero con resultados diametralmente distintos.

La primera constatación es la opción tan criolla de entregar un trabajo mal hecho y cobrar por él como si estuviera bueno. Germina desde el colegio y de la universidad, donde las respuestas "medio buenas" se computan como tales y no como "malas". "Señor, pero si el desarrollo estaba bueno, hasta que me equivoqué en esa integral…". Ocurre incluso en ramos matemáticos, donde hay poco lugar para los  matices.

Eso luego se reproduce en el trabajo, donde las verdades a medias y las mentiras parciales son pan de cada día. Y como hijo bastardo del trabajo mal hecho nace la pésima costumbre de las excusas idiotas, que se aceptan sin más desde la casa paterna, luego en el colegio, la universidad y finalmente en la oficina. "Es que no me explicaron bien… yo creía que la entrega era pasado mañana… se me olvidó… los proveedores no respondieron a tiempo…".

Hermana de las excusas exitosas es la dilución de la responsabilidad en colegas, jefaturas y burócratas: "Todo el curso no pudo… mi hermano Perico también sacó torta… Halpern tuvo la idea…".

Y, finalmente, la nieta bastarda es la negociación exitosa de los errores. La posibilidad de cambiar fechas de pago y de entrega: en las empresas pasa todos los días. La aparición de "problemas inesperados": tema de rutina en las obras públicas y hasta en la venta de canales de TV.

En mundiales anteriores reinaban los "triunfos morales, las derrotas injustas, los goles que casi fueron, y los árbitros saqueros".

Bielsa le ha dado al fútbol chileno una dosis de profesionalismo, escaso no solamente en el ambiente deportivo nacional, sino en lo educacional y profesional.

Yo no sé cómo se maneja en la elección de sus jugadores, cómo los alienta, los atemoriza o los entrena. Pero su estilo refleja una actitud novedosa.

Una actitud donde el trabajo mal hecho no tiene cabida. Y el trabajo "medio bien hecho" tampoco.

Donde las típicas excusas del pasado no están presentes en sus conferencias de prensa. Tampoco los chistes simpaticones y mucho menos las groserías. Por eso la prensa lo respeta. Y los dirigentes. Y, por supuesto, los jugadores y la hinchada.

Me imagino que no soporta las excusas más o menos idiotas a las que la mayoría de los chilenos están acostumbrados. Y para qué decir de la dilución de responsabilidades y de la negociación de los errores.

Para Bielsa pareciera que todo es personal y colectivo a la vez. Todos parecen ser accountable sin excepción. Nadie lesea con él, ni se lo agarra para el chuleteo.

Ha sido una enseñanza colectiva de cómo se deben hacer las cosas. Para nuestros profesores de colegios y universidades. Para jefes y subordinados. Y, sobre todo, para padres e hijos.

Bielsa es, definitivamente, una lección de carácter.

*Economista.

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