Por Claudia Farfán M. y María José López Abril 30, 2010

Los jóvenes que vivían cerca de la parroquia Sagrado Corazón de Providencia sabían que en el patio de la iglesia existía una mesa de ping-pong disponible para ellos. Corría 1958 y ya era un rumor en todo el barrio El Bosque que Fernando Karadima había creado ese espacio de entretención para convocar a los hijos adolescentes de las familias que sagradamente asistían a la misa dominical.

"¿Les gusta jugar? Pueden venir cuando quieran", decía el recién ordenado sacerdote para captar la atención de los fieles que, en ese entonces, tenían entre 13 y 20 años. Acto seguido, él agregaba: "Me alegra mucho que estén aquí. Eso sí, vengan también a las reuniones de Acción Católica que se realizan el sábado".

Karadima tenía 28 años de edad y había egresado sólo hace unos meses del Seminario Pontificio Mayor, donde recibió la orden de manos del cardenal José María Caro. La primera misión de este sacerdote -su familia es de origen griego- fue asumir como vicario parroquial de la iglesia El Bosque. Y a pesar de no conocer mayormente a sus feligreses, fue ganándose con rapidez su simpatía y confianza. Muchos de ellos vieron en este ex alumno del Instituto Alonso de Ercilla -marista- a un hombre de un carisma excepcional en la predica del Evangelio. Un cercano, que lo acompañó desde su inicios, recuerda la facilidad con que él llegaba a las generaciones más jóvenes que pululaban en torno a la parroquia.

Uno de sus más antiguos feligreses, el ingeniero agrónomo Gonzalo Tocornal, relata que su magnetismo se explica, en parte, por "la forma alegre, abierta y simple con que muestra las cosas de Dios y el Evangelio". Para él, como también para la mayoría de la antigua comunidad bosqueana, resultaba cautivador escuchar la devoción que él proyectaba por la Virgen María y por el padre Alberto Hurtado. De hecho, para muchos su convocatoria no tiene que ver con grandes dones intelectuales, sino más bien con su marcada sencillez y espiritualidad.

Un sacerdote, miembro de la jerarquía, que fue su compañero en el Seminario no lo recuerda como un alumno destacado, sino más bien del promedio. En esos tiempos, dice este religioso, Karadima se caracterizaba por ser un "religioso piadoso": pasaba horas rezando el rosario.

Nacen los "bosqueanos"

No pasó mucho tiempo antes de que se formara un grupo al alero de la figura de este conocido sacerdote. Los primeros "bosqueanos" -así se les conoce hasta hoy- nacen justamente a comienzos de los años 60. Se trataba en su mayoría de alumnos que estudiaban en el colegio The Grange -como era el caso de Patricio Ferrer, Jorge Ahumada y Gonzalo Falabella- y de estudiantes del Saint George, como Ignacio Swett, Jorge Bulnes, Hernán Reitze y Sergio Lacámara.

"Cuando vi el reportaje de Informe Especial recordé la manipulación de conciencia de la que éramos víctimas. No en cuanto a los abusos sexuales, sino a la presión sicológica a la que él nos sometía", comenta un ex presidente de Acción Católica, el grupo que fundó Karadima.

Provenientes de algunas de la familias más tradicionales de Santiago, todos asistían a las misas dominicales y a más de una liturgia diaria en la parroquia del Sagrado Corazón de Providencia. También participaban en actividades pastorales y sociales. Según recuerda el gerente general de la pesquera Coloso, Domingo Jiménez, en los años 70 los "bosqueanos" visitaban "a los presos en las cárceles, misionaban en Chiloé y acompañaban a enfermos en los hospitales".

Comenzaba así a formarse dentro de este templo del sector oriente el movimiento pastoral conocido como Acción Católica, denominado así en reconocimiento al grupo homónimo de jóvenes que creó el padre Alberto Hurtado en todo Chile.

En apariencia esta organización de El Bosque trabajaba en armonía y seguía con entusiasmo al sacerdote educado por los hermanos maristas. Todos eran jóvenes sobrios, de buena conducta y manejaban los mismos códigos sociales de la clase alta. Usaban pelo corto, pertenecían a familias amigas y veraneaban en Concón, el balneario de moda de esa época.

Sin embargo, según cuenta hoy uno de los ex presidentes de Acción Católica, en ese entonces ya existía una rivalidad en ciernes entre ellos por las preferencias del carismático guía espiritual en que se había transformado Karadima.

"Todos queríamos ser los favoritos, hecho que implicaba permanecer a su lado en todo momento. Una de las máximas expresiones de confianza era acompañarlo a visitar a su madre, Elena Fariña, quien vivía en una casa aledaña a la iglesia que le había donado la institución. Sin duda, ella era la figura femenina que marcó su vida, pues su padre murió cuando él era joven, razón por la que Fernando debió trabajar para ayudarla a ella y a sus siete hermanos", relata este ex colaborador.

Feligreses de su círculo más cercano recuerdan que las demandas de Karadima eran rigurosas: "Teníamos que llegar una hora antes de que la misa empezara, asistir a todos sus retiros e incluso acompañarlo en sus trámites".

La influencia de Karadima

"Tú eres el elegido"

En lo que varios de sus antiguos seguidores coinciden es en que el gran instigador de esta pugna interna por el afecto era el propio sacerdote. De acuerdo a esta versión, el ex párroco de Providencia inventaba cargos y una jerarquía para mantener el control de su grupo más íntimo. A quienes marginaba los llamaba "los fantasmas". Y una de sus frases más características era: "Tú eres el elegido".  Pero, paradojalmente, según narra este ex presidente de Acción Católica, esta condición podía transformarse en un castigo debido a la presión que ejercía el padre Karadima sobre ellos. "Cuando vi el reportaje de Informe Especial recordé la manipulación de conciencia de la que éramos víctimas. No en cuanto a los abusos sexuales, sino a la presión sicológica a la que él nos sometía", comenta.

Un ex feligrés dice haber vivido una situación similar en los 60, hecho que habría empañado la imagen de bondad que tenía del sacerdote. Recuerda que a los 17 años, mientras se preparaba para entrar al Seminario, quien era entonces su inspirador en la iglesia le prohibió volver a tocar el piano. "Me decía que yo tenía buena pinta y que podría atraer a las niñas. Por el mismo motivo, me exigía no bajar a la playa en el verano".

Las órdenes del padre Karadima parecían no tener límites para buena parte de sus seguidores predilectos. De acuerdo a este mismo testimonio, una vez dentro del Seminario, le hizo ver a Karadima que ya no lo quería como su guía espiritual. Ante esta situación, el cura diocesano le respondió con molestia: "¡Por qué me haces esto a mí. Me has clavado un puñal en la espalda!". Al igual que muchos otros incondicionales al sacerdote, él dice haber interpretado la manipulación de Karadima como algo bien intencionado y necesario para acercarse a Dios, mensaje que había aprendido del propio párroco. Por eso, agrega, guardó silencio.

Según cuenta uno de sus más estrechos seguidores en el pasado, "las manipulaciones de conciencia pueden haber provocado efectos en las personas. Viéndolo desde el presente, más de alguna persona puede haber optado por el sacerdocio porque Karadima se lo exigió. De lo contrario, decía él, "uno le fallaba a Dios".

El boom de los 80

Recién en 1983, 25 años después de su llegada a la iglesia de El Bosque, Fernando Karadima fue nombrado párroco de ese conocido templo. No obstante, su poder ya se había hecho notar en la élite capitalina. El gran número de adherentes que llegó a tener el templo en los años 80 se acercóaron a él animados por el estilo de este carismático sacerdote. Muchos lo consideraban una especie de santo, dicen, por la espiritualidad y bondad que irradiaba en su vida pastoral. Pero también reconocen en privado que pertenecer a su núcleo cercano daba cierto estatus social. "Era bien visto estar junto al padre Karadima. Te aplaudían y se abrían puertas", asegura un cercano a la iglesia.

Un seguidor de Karadima enfatiza que el religioso tiene posiciones conservadoras y claras frente a los temas valóricos. "Siempre nos dijo que veía como un inconveniente que homosexuales entraran al sacerdocio".

Quienes asistían en esa época a las misas del día domingo en Avenida El Bosque, podían encontrarse con importantes representantes del mundo político y empresarial. Entre los asiduos feligreses de la parroquia han estado la familia del abogado Juan Pablo Bulnes, los doctores Leonardo y Sergio Guzmán Bondiek, los hermanos Roberto y Manuel José Ossandón y el diputado Alejandro García-Huidobro.

En su mayoría, los fieles de El Bosque no se identificaban con la Iglesia de izquierda de aquellos años, y se sentían cómodos en una misa tradicional, en la que no se hacía política desde el púlpito. El principal defensor de esta prescindencia de la institución católica era el propio religioso. "Aquí no se habla de estos temas", solían escuchar sus seguidores. Cuando él quería expresar su punto de vista lo hacía en sus círculos más íntimos. En esas instancias mostraba su simpatía por el gobierno militar, según recuerda un ex monaguillo que perteneció a su núcleo de hierro. "Recuerdo que a mediados de los 80 él se enorgullecía al contar que el general Augusto Pinochet le había enviado de regalo un juego de cuchillería fina a su hermana Patricia para su matrimonio". También se le veía caminar por los patios del templo en animadas conversaciones con generales -como Santiago Sinclair- y funcionarios del régimen, como Sergio Rillón. Éste, quien fuera uno de los más estrechos asesores de Pinochet, lo recibió también en su casa, ubicada frente a la parroquia.

La influencia de Karadima

Karadima era una figura respetada por la jerarquía de la Iglesia. Según cuenta el ex embajador ante el Vaticano, Francisco Javier Cuadra, en Roma lo estimaban por la cantidad de vocaciones sacerdotales que generaba desde su parroquia. A su alero han surgido casi 50 religiosos, entre ellos cinco obispos: Andrés Arteaga, Juan Barros, Tomislav Koljatic, Horacio Valenzuela y Felipe Bacarreza.

Por esos años, cuentan cercanos a la jerarquía, en la Santa Sede no tenían eco las críticas que Karadima y su comunidad suscitaban, a la que los sectores menos conservadores del clero tildaban de retrógrada y elitista. Éstos miran con recelo la influencia que tienen los "curas bosqueanos", quienes no pierden su identidad como grupo al margen del lugar al que son destinados. Para muchos efectos, ellos funcionan en bloque.

Karadima no tuvo relaciones estables con otras congregaciones. Gente ligada a la Acción Católica cuenta que en un principio apoyó el ingreso a Chile de los Legionarios, pero luego se distanció de ellos. Agregan que con el Opus Dei tampoco mantuvo lazos, aunque "los admira". Y que derechamente no le caen bien los jesuitas. "No le gustaba que compráramos la revista Mensaje", recuerda un seguidor.

Un asesor de Karadima enfatiza que el religioso no dudaba a la hora de manifestarse frente a los denominados "temas valóricos". "Siempre nos dijo que veía como un inconveniente que homosexuales entraran al sacerdocio". Otro cercano relata que "no había espacio para discutir con él cuando se trataba de tocar temas como el sacerdocio femenino o el celibato".

Dos caras de un sacerdote

Después de 24 años como párroco del Sagrado Corazón de Providencia, el octogenario sacerdote debió dejar su cargo por orden del Arzobispado de Santiago. La remoción ocurrida en 2006  provocó un distanciamiento entre el cardenal y "los bosqueanos", pues estos últimos no daban crédito a los rumores que involucraban al sacerdote en acusaciones de abuso sexual.

"Todos queríamos ser los favoritos, hecho que implicaba permanecer a su lado en todo momento. Una de las máximas expresiones de confianza era acompañarlo a visitar a su madre", dice un ex colaborador.

Un religioso diocesano dice que a esto se puede adjudicar que un año más tarde -en 2007- la autoridad máxima de la Iglesia chilena removió también al padre Rodrigo Polanco, discípulo del párroco de El Bosque, de su cargo como rector del Seminario Pontificio Mayor.

Aunque hace casi cuatro años que Karadima no dirige la emblemática iglesia de Providencia, y pese a que hoy enfrenta graves denuncias en su contra, su ascendiente al interior de esta comunidad religiosa sigue siendo prácticamente incuestionable. Para ellos no tienen cabida los testimonios de los ex feligreses que lo acusan. Ni siquiera conciben la idea de que pudo haber abusado de su autoridad. "Jamás torció la voluntad de las personas, como se ha dicho", afirma el agrónomo Gonzalo Tocornal. Una opinión similar tiene el empresario Domingo Jiménez. Él dice que "jamás me encontré con un sacerdote inquisitivo sobre temas de intimidad personal. Todo lo contrario".

Por ahora, son pocos lo que saben qué está pensando Karadima. A sus cercanos les ha dicho que "está tranquilo y asumirá con dignidad lo que determine la justicia eclesiástica". El mismo día en que se hizo pública la denuncia a través del diario "La Tercera" le comentó, casi sin inmutarse, a uno de sus más estrechos colaboradores: "Cada uno de nosotros carga su propia cruz".

Relacionados