Por Patricio De la Paz Abril 23, 2010

Es una de las voces más calificadas en Chile para adentrarse en la relación entre la Iglesia y el poder. Sol Serrano -doctora en Historia, académica de la UC- lleva años investigando el tema. Desde París, donde hoy se encuentra haciendo clases, analiza la coyuntura actual de la jerarquía eclesiástica.

-Esta semana la Iglesia chilena pidió públicamente perdón a las víctimas de abusos cometidos por sacerdotes. ¿Cómo lee usted eso?

-Pidió perdón y llamó a las víctimas a hacer las denuncias. Ello es una prueba irrefutable de que no hay manto de protección y que la misión de la Iglesia no requiere su defensa corporativa. Ello contribuye enormemente a ordenar el debate y que esto no sea un festín anticlerical, sino una seria discusión sobre las distinciones entre lo religioso y lo civil. Se criticó a la Iglesia de tratar esto como un pecado y no un delito. Eso no es válido, los casos están en la justicia. Eso valida no sólo la actitud de la Iglesia ante la sociedad secular; sino también la reflexión que en su interior se haga sobre lo sucedido. A mayor proactividad, mayor legitimidad.

-¿Qué gana y qué arriesga la Iglesia chilena con esa decisión?

-Es que ése no es el punto. Es mejor preguntarse por lo bueno y por lo malo, porque aquí hay mucho dolor de por medio. Lo malo es que hubo víctimas. Lo bueno es que será difícil que las vuelva a haber. Lo malo fue que en algunas partes se trató de minimizar. Lo bueno es que la Iglesia como tal se hace plenamente cargo. Insisto en que esto fortalece finalmente a la Iglesia.

-En estos días se supo también de una investigación sobre el sacerdote Fernando Karadima, ¿qué opina?

-Estoy fuera de Chile, y aunque uno lea una noticia no tiene su temperatura. Habrá que esperar el juicio, pero no deja de ser impactante que un sacerdote tan severo esté siendo acusado. Lo presumo inocente, como todo ciudadano, pero si no lo es, es un golpe mayor a un grupo que ha sido muy cohesionado e influyente en la sociedad chilena.

-La actual crisis ha tenido a Benedicto XVI en el centro, pidiendo perdón, dando explicaciones... ¿Su papado se verá fortalecido o damnificado?

-Es muy temprano para saberlo. La condena del Papa ha sido clara y  categórica. Ha sido, antes que nada, solidario con el dolor de las víctimas -se ha reunido con ellas- y asumió lo que esto significa para la Iglesia. En este sentido, no ha minimizado ni relativizado la gravedad del problema. Esto fortalece su pontificado.

-¿Qué le parece el manejo comunicacional y político que ha hecho la Iglesia respecto de las denuncias por abusos sexuales por parte de sacerdotes?

-El Papa ha sido cauteloso y seguro. Ha dado la pauta a seguir. Pero la Iglesia no es un solo actor. Aunque lo es en doctrina, y sea centralizada en la cúpula, es también una organización colegiada. Sus voces son múltiples y complejas. Por ejemplo, la forma en que se abordó el caso de los abusos en Boston es muy distinta al de Irlanda. Posiblemente para el Vaticano "ordenar" las voces es un problema comunicacional mayor. Pero ello no es posible. Aquí hay y habrá mucho debate. Por lo mismo, desde el debate público, es necesario hacer distinciones entre las diversas voces.

-¿Qué le parecieron las declaraciones del cardenal Tarcisio Bertone acerca del supuesto vínculo entre pedofilia y homosexualidad?

-Relacionar el celibato con la pedofilia es insostenible, tal como señaló Bertone, porque aquella es una enfermedad transversal en la sociedad. Existen muchísimos pedófilos que son casados. En el mismo sentido, los homosexuales no son de suyo pedófilos, como tampoco lo son los célibes. La pedofilia es una enfermedad que se distingue por el abuso sexual de menores, por definición indefensos. Es una categoría en sí misma que debe ser considerada como tal. Y es una enfermedad que busca espacios donde ese abuso no sólo sea posible, sino también impune. Uno de ellos fue el sacerdocio. Ése es el problema de fondo, a mi juicio, para la Iglesia: que sacerdotes pedófilos pudieran haberlo sido impunemente, abusando de su autoridad. El asunto no está ni en el celibato ni en la homosexualidad, sino en el abuso de autoridad. Es la impunidad lo que esta crisis ha desterrado.

-Los últimos hechos, ¿afectan la legitimidad de los sacerdotes en la sociedad?

-No en el mediano plazo. Es un golpe tremendo que no debe ser minimizado en el sentido que ya señalé, pero así como un grupo pudo abusar de los débiles, la enorme mayoría de los sacerdotes ha estado con los muchos débiles de este mundo y  han sido fieles a sus votos y a su misión. Por eso es tan relevante que la reflexión eclesiástica y pública no esté centrada en el sacerdocio como tal, sino en las condiciones que hicieron posible la impunidad. La seguridad que tenemos de que esos hechos ya no podrán ocurrir legitima al sacerdocio depurado de aquello. Y la depuración requiere proactividad: que todo se sepa, por doloroso que sea. Entre más lidere el proceso, más fortalecida saldrá su misión.

La impunidad

-En una columna suya en El Mercurio dice que ahora se conocen más hechos porque, entre otras cosas, los fieles entienden la obediencia a la jerarquía católica de manera distinta, pues se ha validado el reclamo. ¿Hablamos, entonces, de fieles con mayor independencia, que enjuician, incluso a riesgo de pasar por desobedientes?

-Denunciar un abuso es cualquier cosa menos desobediencia. La obediencia católica es a la fe y a la doctrina de la Iglesia. En los sacerdotes, la obediencia es a su poder sacramental. La Transubstanciación no depende de si a uno le gusta o no tal o cual sacerdote, por decirlo en corto. Es una creencia en los sacramentos, uno de los cuales es la ordenación sacerdotal. Es difícil comprenderlo desde fuera de la religión, requiere comprender las creencias de esa religión, aunque no se compartan. Eso es un requisito analítico. En la misma lógica religiosa, la aceptación del poder sacramental del sacerdocio no significa una obediencia en otras materias argumentables. El punto que me interesa rescatar, desde una perspectiva histórica más que teológica, es que la mayor autonomía de las personas permite hacer distinciones muy claras entre lo que es la obediencia que deriva de la fe religiosa y una obediencia en dominios de otro orden. El caso en cuestión es un abuso de autoridad. Ésta es la distinción que esos niños pudieran hacer de adultos en una cultura donde la relación de autoridad y obediencia es materia de disputa permanente, como es el caso de la ley. Por dolorosos que sean estos hechos, contribuyen a depurar el sentido religioso de la obediencia.

-¿Se han equivocado los laicos en ser tan pasivos?

-Pero fueron los propios fieles, cuando ya eran adultos, los que  denunciaron los hechos sucedidos en su infancia. No sé si la pedofilia ha sido una práctica antigua. Yo he revisado muchísimos archivos eclesiásticos -que son mucho más abiertos de lo que se cree-, y me he encontrado principalmente con adulterio -que es pecado, pero no es delito- y sodomía, como se llamaba antes, pero en mucho menor grado y no con menores de edad. Eran, efectivamente, problemas internos y no legales. No quiero ser relativista -no lo soy-, pero la vivencia de lo que se considera bueno o malo también tiene una dimensión histórica. El maltrato infantil ha sido horroroso y permanente en la historia y, sin embargo hace menos de un siglo que realmente nos duele y sólo desde hace unas décadas que, como sociedad, nos hemos hecho cargo de la violencia en la familia. Los niños -finalmente los más débiles- han sido más maltratados de lo que creemos, no sólo en los casos que ahora conocemos, sino en el trabajo, en la calle, en la familia. De hecho, históricamente la Iglesia fue una de sus grandes defensoras y fue, claramente, la primera al recibir a los abandonados.

-¿Que opina de la investigación sobre el sacerdote Fernando Karadima? -Habrá que esperar el juicio, pero no deja de ser impactante que un sacerdote tan severo esté siendo acusado. Lo presumo inocente, como todo ciudadano, pero si no lo es, es un golpe mayor a un grupo que ha sido muy cohesionado e influyente en la sociedad chilena.

-Con fieles más autónomos, ¿cómo se sostendrán las jerarquías eclesiásticas en una institución tan vertical como la Iglesia?

-Es que no hay contradicción entre obediencia y autonomía. Al contrario: se potencian. Si no la obediencia sería sólo sumisión y no la pertenencia a una misma comunidad de creencias. Históricamente, en los últimos dos  siglos, debido a la secularización y a los dardos del secularismo, se dio una cierta clericalización porque la disciplina doctrinaria y litúrgica eran fundamentales. El Concilio Vaticano II es el cierre de ese ciclo.

-Ha dicho que lo que hoy ocurre, al contrario de lo que uno pudiera pensar, fortalecerá los lazos entre la Iglesia y sus fieles. ¿Por qué?

-El conocimiento de los casos de pedofilia fortalece los vínculos porque se depura el sentido de la autoridad y de la autonomía. La obediencia se depura de su sentido más mundano de poder y fortalece su sentido espiritual. Quiero ser clara en que la obediencia en una religión es la consecuencia de la adhesión a un misterio que es la fe. Es fruto de la libertad, no de la coerción. Cuando hay coerción, entonces pasamos del dominio de la religión al dominio del poder.

-¿Pero ello no significará una avalancha aún mayor de denuncias que las vistas hasta ahora?

-No es la avalancha la que importa. Es la verdad de los hechos. Y ello es una forma de liberación de las víctimas  y de toda la Iglesia.

-¿Cómo será la Iglesia después de toda esta crisis?

-¡Ah, eso es como el misterio de la Santísima Trinidad! No soy quién para aventurarlo; pero mirándolo como una historiadora que ha estudiado el tema, me atrevo a manifestar algunas intuiciones: creo que en el mediano plazo  la Iglesia tendrá que sostenerse cada vez más en los fieles. El celibato no será un tema crucial; los diáconos asumirán un rol cada vez más importante; y un gran tema será el papel de las mujeres consagradas, entre los cuales está el sacerdocio femenino. No es una relación directa, es un síntoma de los cambios que creo que habrá entre la Iglesia institucional y la sociedad, como los ha habido antes en la historia.

Relacionados