Por Axel Christensen | Director ejecutivo BlackRock Abril 23, 2010

Los mejores alumnos de mi promoción de posgrado en EE.UU. partieron a trabajar al banco de inversión Goldman Sachs. No necesariamente porque pagaba los más altos sueldos -competidores de menor cuantía ofrecían más por atraer talento-. Más bien, el atractivo era su reputación de contratar a gente brillante y ambiciosa, que ocuparía cargos claves, ya sea en el mismo Goldman, en otras firmas de Wall Street o incluso en el sector público (dos ex ejecutivos de Goldman, Robert Rubin y Henry Paulson, sirvieron como secretarios del Tesoro en administraciones demócrata y republicana, respectivamente).

Es quizás por esta capacidad de reclutar mentes privilegiadas que nadie se extrañó demasiado que Goldman Sachs saliera relativamente sin daños de la crisis financiera que empezó el 2007, la que terminó por liquidar a Lehman y Bear Stearns y puso de rodillas a gigantes como Citi o Merrill Lynch. Si bien Goldman tuvo que recibir fondos del gobierno para salir del problema, se anotaron entre los primeros en devolverle el dinero, motivados tanto por las restricciones que estos fondos podían imponer en el pago de bonos a ejecutivos y empleados, así como en reforzar su imagen como "el banco más sólido y respetado de Wall Street".

Por ello fue una sorpresa el anuncio de la SEC (equivalente a la SVS en EE.UU.), el pasado 16 de abril, de demandar al venerable Goldman por fraude. El reclamo se basa en que Goldman Sachs ("GS") habría diseñado en el 2007 una estructura construida a partir de créditos hipotecarios seleccionados -por su negativo perfil crediticio- por parte de un fondo que obtendría ganancias si dichos créditos no eran pagados. GS no habría informado, según la SEC, a sus clientes que compraron el instrumento, que a su vez perderían su inversión en el caso de insolvencia de estos créditos.

Últimamente el fondo -administrado por el hábil inversionista John Paulson (que no tiene relación con el ex GS, Henry Paulson)- se llevaría una utilidad de mil millones de dólares. A su vez, los inversionistas que tomaron el otro lado de la apuesta -entre ellos un par de bancos europeos que debieron ser rescatados por sus respectivos gobiernos- perdieron cientos de millones. GS como intermediario habría recibido entre 15 a 20 millones de dólares.

El incidente no sólo llevó a una fuerte corrección en el precio de la acción de Goldman, sino que tiene al mercado nervioso respecto a los ribetes que este tipo de acción legal podría tener en el resto de los bancos, muchos de los cuales estructuraron miles de instrumentos similares al cuestionado de GS (aunque no necesariamente con un inversionista como Paulson seleccionando malos créditos para luego apostar contra el instrumento).

El episodio es una interesante muestra del conflicto de interés que enfrentan los bancos de inversión al momento de combinar el servicio a sus clientes con operaciones de cartera propia. Ello está en el centro de la reforma al sector financiero que el gobierno de Obama -envalentonado tras la aprobación de la reforma de la salud- pretende llevar a a cabo. Esta reforma, entre otros aspectos, busca separar las actividades bancarias con clientes respecto del manejo de posiciones propias, doctrina conocida como Regla de Volcker, en reconocimiento a la autoría del asesor del presidente Obama y antiguo presidente de la Reserva Federal.

No sólo el gobierno americano ha puesto el tema de los bancos de inversión, yendo tras su figura más emblemática: Goldman. También los gobiernos del Reino Unido y Alemania comenzaron investigaciones. Asimismo, la Unión Europea también indaga a GS en el rol que habría tenido al estructurar operaciones con el gobierno griego, ayudándole a reducir temporalmente su significativa carga financiera, la que, finalmente, al quedar expuesta, gatilló la crisis de deuda soberana que salpicó a Portugal y España.

Pero el asunto no sólo se ha quedado en el ámbito de las grandes organizaciones, como el mismo Goldman, la SEC y los gobiernos. Se han conocido más detalles acerca de la transacción específica que da origen a la acusación de fraude, incluyendo los relacionados a Fabrice Tourre, un joven corredor de bolsa de apenas 27 años a cargo de la operación, que en correos electrónicos a amigos anticipaba que con cada vez mayores niveles de endeudamiento, el colapso era una cosa inminente y que los únicos sobrevivientes serían personas como él, que intermediaban estas complejas y muy endeudadas estructuras, sin necesariamente entender todas las implicancias de sus "monstruosidades"

"No es primera vez que Goldman Sachs enfrenta cargos y hasta ahora ha podido salir airoso, incluyendo el pago de varios millones dólares durante la burbuja de internet. Hay inversionistas que incluso enfrentados a apostar por GS y la SEC, apuestan a Goldman".

Este timming no podría haber sido mejor para la publicación de Michael Lewis, famoso autor del ya clásico Liar's Poker -en donde narraba sus propias experiencias de excesos en Wall Street durante los 80- o del libro sobre el cual se basó la película The Blind Side, que le valió a Sandra Bullock el Oscar a la mejor actriz.

El libro de Lewis The Big Short: Inside the Doomsday Machine es un entretenido y pormenorizado relato de aquellos inversionistas como Paulson, y anticipa el castillo de naipes construido a partir de créditos hipotecarios extendidos a diestra y siniestra sin consideración alguna (incluyendo uno para que un jardinero mexicano con US$ 14.000 de ingreso anual pudiese comprarse una casa de US$ 750 mil, sólo por el hecho de que no tenía historia crediticia previa).

El texto menciona a todas luces a Goldman Sachs como un activo intermediario -junto con otros destacados bancos de inversión- interesado en satisfacer a clientes que seguían atraídos por los mayores retornos de este tipo de instrumentos, aun sabiendo de que crecientemente los hedge funds tomaban la posición contraria. Si bien en ningún momento se puede concluir que existió fraude, el texto deja más que claro que los incentivos de generar utilidades pueden llevar a ofrecerle a un cliente todo tipo de instrumentos, aunque quede claro a todas luces que no entiende lo que está haciendo, sólo recurriendo a la permanente advertencia en los mercados financieros: caveat emptor (que el comprador tenga cuidado). Es decir, recordarle al cliente que siempre es su responsabilidad última el asegurarse de que entiende las reglas del juego, incluyendo que el intermediario que lo asiste en la transacción también puede estar manejando posiciones propias con las que busque generar retorno.

John Paulson

John Paulson, el multimillonario gestor de hedge funds.

No es primera vez que Goldman Sachs enfrenta cargos y hasta ahora ha podido salir airoso, incluyendo el pago de varios millones dólares durante la burbuja de Internet. GS es una organización poderosa, con importante influencia política (fue un contribuyente relevante a la campaña de Obama). Hay inversionistas que incluso enfrentados a apostar por GS y la SEC, apuestan a Goldman.

Sin embargo, es importante reconocer que el entorno tras la crisis financiera es muy distinto a situaciones anteriores. Existe un impresionante nivel de enojo del público norteamericano contra Wall Street, que se transmite a través de las autoridades políticas, particularmente considerando que habrá elecciones parlamentarias este año. Aun el banco más respetable parece estar pasando un momento complicado. Si la acusación de la SEC prospera, se podría generar una oleada de demandas civiles que afecten seriamente el patrimonio principal de GS: su reputación. A pesar (o no obstante, dirán algunos) de sus mentes brillantes.

Finalmente, creo que algunas lecciones de este incidente quedan para nuestra propia industria financiera. Reconociendo que el interés de obtener un retorno puede ser un importante aliciente a la innovación financiera, es importante que ella deba estar contenida dentro de un marco legal y más allá de lo meramente lícito, para evitar consecuencias indeseadas. Y en no perder de vista, como inversionistas, lo de caveat emptor.

* Director Ejecutivo de Black Rock.

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