Por Natalia Cabrera, desde Chanco Marzo 20, 2010

© Alfonsina Riffo

La mañana del sábado 13 de marzo, a Felipe Berríos se le nota molesto. Desde las oficinas en Santiago de Un Techo para Chile (UTPCh), el capellán de esta organización le habla a un grupo de jóvenes voluntarios que partirá al sur a construir mediaguas. El diálogo es duro. Les pide que trabajen mucho y duerman poco. Les dice que la misión de construir 20 mil mediaguas que la fundación se propuso tras el terremoto del 27 de febrero no será fácil. Les cuenta que en la zona las familias están durmiendo en carpas improvisadas con bolsas de basura para protegerse del frío. Y que eso no es justo. Pero sobre todo, esa fría mañana de marzo Berríos les exige que hagan caso omiso a las críticas que, en el último tiempo, han tildado la labor de UTPCh como una solución parche. "Ahora no tenemos tiempo para escuchar a alcaldes que están calentitos en su casa y no saben hacer su pega", remata. Los 40 jóvenes que lo escuchan atentos rompen en aplausos. Se ponen las poleras con el logo de la institución, toman sus mochilas y suben al bus que, en unas siete horas, los dejará en una de las zonas más golpeadas por el sismo.

El comienzo

Un Techo para Chile

Antes siquiera de pensar en construir, lo primero que hizo UTPCh para ayudar en esta emergencia fue investigar. Su misión, desde que se fundó, ha sido erradicar los campamentos en Chile. Y para eso, su director ejecutivo, Juan Pedro Pinochet, dice que hay que estudiar: "Mucha gente cree que nuestra labor se centra en la construcción de viviendas de emergencia, pero en teoría es mucho más que eso". Así, a dos días de la catástrofe, a la zona afectada llegó un grupo de voluntarios que, con papel y lápiz en mano, recorrió las ciudades damnificadas. Con la información que les pasaron las municipalidades de la VI, VII y IX Región hicieron un catastro de la situación y decidieron cuántas familias necesitan una mediagua para reemplazar lo que antes fue su hogar.

José Pedro Silva (24), estudiante de Derecho de la Universidad Diego Portales, y Alfonso Cárdenas (21), estudiante de Construcción Civil de la UC, fueron los encargados de realizar ese registro en Chanco. Ambos llevan seis años como voluntarios estables del Techo. En promedio, calculan, cerca del 60% de las casas de esa ciudad de la VII Región serán demolidas. Y aunque otro grupo de voluntarios los ayudó con el primer registro de damnificados, son ellos dos los que, en la práctica, están asignando las primeras 60 mediaguas de las 120 que planean levantar en la etapa inicial de reconstrucción en la zona.

"Esta casa es por mientras logro volver a construir una estable como la que tenía antes", cuenta Francisco Torres, obrero agrícola, mientras mira su hogar: una casona de 4 piezas que, en los próximos días, será demolida por los daños que le dejó el terremoto.

La tarde del sábado 13 de marzo, durante un recorrido de ambos por Chanco, la gente se les acerca. Les piden que revisen sus casas. Quieren que vean que, al igual que la del vecino, su vivienda no está en condiciones de habitarse. "Es súper fuerte tener que decirles a las familias que no van a recibir una vivienda de emergencia. Pero lamentablemente tenemos que ser enfáticos en eso: este plan de reconstrucción se está enfocando en la gente que más necesita", explica Silva.

Sólo a Chanco, llegaron cerca de 150 jóvenes a ayudar. Y para organizarlos, la estructura con la que trabaja UTPCh es clave. En la Escuela Los Héroes, ubicada en pleno corazón de la ciudad y que la municipalidad facilitó para recibir a los voluntarios, hay cerca de 10 personas que, día y noche, lideran al resto para que la reconstrucción salga a flote.

Un Techo para Chile

En pie a las 7

La premisa con la que trabaja UTPCh es simple: los jóvenes que ayudan deben ser líderes innatos. Los cerca de 15 mil voluntarios estables de la fundación lo tienen claro. Por eso, para organizar a las cuadrillas que construyen mediaguas se elige a quienes, entre otras cosas, ya llevan tiempo trabajando en terreno. En cada grupo de voluntarios hay dos jefes de escuela, dos intendentes y dos "camioneta". Los primeros dirigen el trabajo in situ y coordinan la entrega de materiales. Los segundos, ofician de dueños de casa: cocinan, hacen aseo y ordenan el espacio que están ocupando. Los terceros, hacen recorridos en las camionetas que la fundación arrienda y prestan ayuda a las cuadrillas en los aspectos técnicos de la obra. Al team hay que sumar un jefe de construcción, que enseña a su cuadrilla -de unos 8 jóvenes- cómo construir una mediagua.

En total, entre jefes y voluntarios, cada escuela de trabajo la componen cerca de 70 personas. Ahora, por la emergencia, este número se duplicó en las ciudades más afectadas.  Eso sí, a pesar de la la jerarquía, a la hora de construir todos, sin excepción, participan en el levantamiento de las mediaguas. "Uno no se queda sólo en el cargo. Si uno ve que una cuadrilla está atrasada en los plazos, ayuda y clava igual que todos", explica Alfonso Cárdenas.

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Los jóvenes que participan en la reconstrucción de Chanco duermen en el suelo. Algunos más precavidos trajeron colchonetas. Pero la mayoría sólo se abriga con su saco de dormir. Se acuestan a las 2 de la madrugada y están en pie a las 7. Toman un desayuno rápido y, antes de partir a construir, realizan "el envío": una ceremonia presidida por los jefes, donde se recalca por qué están allí. La idea, explican, es motivar a la gente. "Llevamos varios días de trabajo sin parar. Estamos cansados y, a veces, perdemos el foco, por eso hay que recordar que nuestro trabajo es clave", cuenta José Pedro Silva.

Acción bajo el Techo

Celebrando con sopaipillas

Lo primero que hacen los voluntarios al llegar al terreno donde construirán es conocer a la familia. Desde el principio, se pacta que ésta participe directamente en la construcción de su mediagua. Almuerzan y cenan juntos.

"La familia nos ve como un modelo a seguir. La mayoría de los voluntarios venimos de un lugar socialmente privilegiado. Tenemos que aprovechar eso para involucrarnos en todo aspecto", dice Gian Cofré (24), estudiante de Ingeniería Civil de la UC. Él está oficiando como líder de su cuadrilla. Y antes de llegar a construir, les pidió a todos que no dijeran garabatos, no se distrajeran del trabajo y  pusieran ganas en levantar los ocho paneles de madera que arman los 18 m2 de estas viviendas.

Estos paneles son construidos en Santiago por la Fundación Hogar de Cristo Futuro. UTPCh se los compra -paga cerca de $500.000 por mediagua- y los acopia en un recinto especial que tiene cerca de su oficina central en la comuna de San Joaquín. Desde ahí salen hasta donde se necesiten.

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En el trabajo en terreno hay tres reglas básicas: está prohibido llevar alcohol, drogas y tener sexo. "No venimos a carretear acá", cuenta José Pedro Silva. "Más de algún voluntario se ha ido después que dejamos claros los parámetros con los que trabajamos. Ahora no ha pasado. Todos estamos conscientes de que Chile está sufriendo y debemos levantarlo".

Levantar una mediagua tarda dos días. En tiempos normales, los beneficiados con estas viviendas pagan $40.000 por ellas. Desde Un Techo para Chile cuentan que es una cifra simbólica para darles "dignidad como propietarios de éstas". En el caso de los damnificados por el terremoto, la entrega es gratis.

Cada mediagua tiene su inauguración, donde hablan los jefes de cuadrilla. Cuando se entregó la vivienda a Rosalba Ávila, una frutillera de Chanco, le tocó hablar a Gian Franco Celle (24). Les dice que espera que la mediagua la resguarde a ella y a su esposo mientras apelan a su casa definitiva. Simbólicamente, le entrega una banda de inauguración improvisada y la invita a que conozca su nuevo hogar. Rosalba está llorando. No quiere que los jóvenes se vayan, por eso les cocinó sopaipillas y papas fritas. Es su forma de agradecerles.

En las mañanas se realiza "el envío": una ceremonia donde se recalca por qué están allí. "Llevamos días de trabajo sin parar. Estamos cansados y, a veces, perdemos el foco, por eso hay que recordar que nuestro trabajo es clave", cuenta José Pedro Silva.

"El cariño de la gente es lo que motiva a los jóvenes. Saber que su trabajo significa tanto para otros es lo que los hace colaborar todo el año en la fundación", explica Juan Pedro Pinochet.

Por mientras

Pese a las críticas que les han hecho, los voluntarios de UTPCh defienden su aporte. "Sabemos que trabajamos como un modelo de emergencia, la mediagua no es definitiva. La gracia es que la familia la use un año para luego apelar a la vivienda estable", dice José Pedro Silva. No niega que hay casos en que la estadía en las mediaguas se ha prolongado más de lo que quisieran. Pero entrega un dato clave: antes del terremoto, la organización no estaba construyendo viviendas de emergencia. "En teoría, en Chile no existía un lugar en el que el levantamiento de mediaguas fuera necesario. Ahora lo estamos haciendo por la catástrofe y estamos trabajando con familias que saben que ésta es una solución temporal".

En Chanco, la gente parece tenerlo claro. "Esta casa es por mientras me afirmo y logro volver a construir una estable como la que tenía antes", cuenta Francisco Torres, obrero agrícola, mientras mira su hogar: una casona colonial de 4 piezas que, en los próximos días, será demolida por los daños que le dejó el terremoto.

Un Techo para Chile

"Se ha dicho que son viviendas indignas -señala Juan Pedro Pinochet-, pero se trata de una construcción de emergencia. Si le agregamos más cosas, además de ser más cara, crecen las posibilidades de que la gente las utilice como viviendas estables. Por eso, tampoco creemos en su reutilización. El foco principal es que, tanto para la emergencia como para el trabajo estable de la fundación, las familias beneficiadas con la construcción apelen a una definitiva".

En Chanco y otras localidades afectadas, los voluntarios cuentan con el apoyo de los municipios -que les facilitan vehículos e información- y de los militares que operan en la zona, quienes construyen codo a codo con ellos. Los jóvenes dicen que todo el esfuerzo invertido vale la pena. Que sólo basta una escena como ésta para sentirse satisfechos: Guillermo González, un temporero del lugar, les agradece el trabajo, abre la puerta de su nueva vivienda y les dice: "Pasen, chiquillos, para que vean cómo adorné la mediagua que me hicieron".

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