Por Claudia Farfán y Camila Bonilla Febrero 27, 2010

© Raúl Lorca

Su silencio inicial fue difícil de interpretar. Como otras veces les ha sucedido a quienes conocen poco a Verónica Espinoza, esa tarde de mayo de 2009 a nadie le resultaba fácil saber qué pensaba mientras le leían en voz alta el bosquejo de la autobiografía que ella misma había encargado.

La mujer se mantuvo inmutable por varios minutos. Hasta que, de un momento a otro, esbozó una sonrisa. Era claro: los dos autores a quienes les había encargado el proyecto de sus memorias habían captado lo que ella quería.

En el texto estaban consignados su difícil infancia, sus buenas notas escolares, su modesta vida familiar en Paine y su esfuerzo por seguir estudiando pese a las dificultades económicas que enfrentó. También estaba puesta por escrito su visión personal del vínculo que sostuvo con Gerardo Rocha y la batalla que había dado tras la muerte del empresario para proteger el patrimonio, de aproximadamente US$ 19 millones, que heredaron los tres hijos que tuvo con el fundador de la Corporación Santo Tomás (CST).

Sin reparos que hacer, Verónica Espinoza dio por terminada la reunión que había citado en un fundo de Villarrica. La imagen de sí misma que soñaba inmortalizar estaba plasmada en las páginas del libro. Poco tiempo después, quedaría aún más convencida cuando le propusieron el título provisorio del texto: "Yo, Verónica Espinoza".

La felicidad no le duraría demasiado. Nueve meses más tarde, su nombre volvió a figurar en las páginas policiales, tal como había ocurrido ese verano del 2008 cuando Rocha asesinó por celos al martillero público Jaime Oliva y, en el incidente, él mismo terminó con gran parte de su cuerpo quemado -lo que le provocaría la muerte poco después-. Claro que, esta vez, las causas de su aparición en la prensa eran distintas. Tenían que ver con la misma biografía que tanto le había gustado en Villarrica. Los dos autores a quienes escuchó con atención en mayo del 2009, Esteban Tomasevich y Diane Khavessian, ahora se querellaban en su contra. La acusaban de no haberles pagado sus honorarios.

"Aunque no sea verdad"

Tras la muerte de Rocha, en mayo de 2008, y a  pesar de los enfrentamientos que tuvo con la familia del empresario, Espinoza había logrado figurar en los medios como una mujer que fue víctima de los hechos y luego como una madre preocupada de sus hijos.

Ella sabía cómo enfrentar a los medios. Esa imagen no era al azar. Los atributos de ella que aparecían en la prensa eran los mismos que habían concluido los análisis elaborados por los especialistas comunicacionales que, por esos días, ella contrató para que la asesoraran en esos temas.

De hecho, la preocupación por su imagen ha sido un motivo de desvelo permanente para Verónica Espinoza. Con un olfato innato para desenvolverse en público, según dice uno de sus antiguos consejeros, en un principio no requirió de la ayuda de terceros para posicionarse en los medios de comunicación. No sólo sabía dónde y a quién dar sus primeras entrevistas, agrega el profesional, sino también conseguía mostrarse como una persona vulnerable, a quien la vida le había jugado una mala pasada.

Es así como en una de sus primeras apariciones en la prensa escrita, sólo una semana después de la muerte de Gerardo Rocha, afirmaba que no le importaba tener un bajo perfil como ex pareja del fundador de la CST. Y daba sus opiniones con un rostro deslavado, vestida completamente de negro, en el amplio departamento que ocupó junto al empresario, en el barrio de San Damián.

La agencia de comunicaciones que contrató Espinoza le hizo ver la necesidad de aparecer como una "mujer con proyectos y capaz de administrar la fortuna que habían recibido sus hijos". "En lo esencial, le entregábamos muy digeridos los mensajes claves que debía transmitir", afirma un ex asesor.

Sin embargo, nada en esta intervención parece casual a la luz de algunos correos electrónicos que salieron de su computador. En julio del 2008, cuando aún mantenía una relación cordial con Gerardo Rocha hijo, ella le daba consejos respecto a cómo desenvolverse frente a los medios. En ese entonces, ambos coincidían en que no había que vender la corporación educacional, como lo habría deseado el fundador de la institución. Espinoza le mandaba mails con frecuencia para orientarlo en su posicionamiento público.  En el encabezado de sus correos lo llamaba "Pollo", tal como sus cercanos lo hacen con el primogénito del empresario.

En uno de estos e -mails ella le dice: "Usa a la prensa, que no te utilicen a ti. Da entrevistas, pero sólo habla del futuro, no del pasado. Lo que no sepas, evítalo. No digas nunca ni sí ni no. Da tranquilidad diciendo que estamos todos unidos como familia, todos juntos, a pesar de los conflictos. Aunque no sea verdad. Eso da una imagen de fortaleza. Usa a la prensa, porque es publicidad gratis. Si no, cuesta un millón cada página. Habla de la fundación (CST) y de sus proyectos. Di que se va a masificar la educación, sin mostrar posiciones categóricas. Si eres muy de derecha, se van los amigos de izquierda. Si eres extremadamente católico, se van los potenciales capaces de convertir al catolicismo. Siempre por el lado, nunca de frente. No creas en lo que dice la prensa, ellos buscan vender".

Al final del e-mail, Verónica Espinoza le comenta que ella lo respaldará en cualquier decisión que él adopte como presidente de la corporación: "¿Qué quieres hacer con todo? Si tú no quieres vender, yo no vendo". Poco después, apenas unas semanas, se pelearían a muerte. Justo cuando Rocha hijo toma el control total de la CST.

La asesoría

El principal motivo del quiebre entre Espinoza y Rocha hijo  son las desavenencias que surgen por la herencia del empresario. Ante la inminente batalla judicial que desencadenaría este conflicto, en octubre de 2008, la sicóloga contrató a la agencia PMC Comunicaciones para que le diera una profunda asesoría en el manejo mediático de su imagen.

Como la alumna aplicada que fue en el Liceo Moderno Cardenal Caro de Buin, ella asistía con libreta en mano a casi todas las reuniones que se efectuaron entre sus asesores jurídicos y comunicacionales. Tomaba nota de los consejos que era necesario poner en práctica. Más de una vez, estos encuentros se realizaron en el Starbucks de Alonso de Córdova. Allí, por ejemplo, se preparó la declaración que Espinoza debía dar en el juicio por la muerte de Jaime Oliva. La sugerencia fue que no tratara de convertirse en la "estrella" del proceso.

La otra Verónica

Según el diagnóstico que hizo PMC, la sicóloga debía contrapesar la responsabilidad que se le atribuía en el deceso del ex martillero, quien había sido su jefe muchos años antes. De acuerdo a la evaluación de los especialistas en comunicaciones, ella parecía haber actuado con una ingenuidad inexplicable al revelar a Rocha el abuso del que habría sido víctima por parte de Oliva.

Pero ésa era sólo una parte del nuevo diseño comunicacional sugerido por PMC. También se le aconsejó a Espinoza cuestionar  la capacidad de Gerardo Rocha hijo para conducir el imperio económico creado por su padre. Debía debilitar la imagen de "salvador" del legado educacional con que el ex piloto asumió el control de la CST.

Además, la agencia le hizo ver  a ella la necesidad de aparecer como una "mujer con proyectos y capaz de administrar la fortuna que habían recibido sus hijos". "En lo esencial, le entregábamos muy digeridos los mensajes claves que debía transmitir, porque sabíamos que ellos serían destacados por la mayoría de los periodistas", afirma un ex asesor de PMC.

Clienta díscola

Buena parte del 2009, la nueva estrategia de PMC tuvo un resultado auspicioso, pues en medio de la disputa por la herencia, Verónica Espinoza figuró en algunos diarios financieros y en las páginas de negocios de otros matutinos hablando sobre el futuro de la Corporación Santo Tomás. Logró escapar de las páginas policiales y su imagen tomó distancia de la tragedia de febrero del 2008.

Pero la sicóloga no siempre seguía al pie de la letra las anotaciones que apuntaba en su libreta. Sin mediar explicación de su parte, en más de una oportunidad volvió a escarbar en el drama que desencadenó su ex pareja. En noviembre de 2008, por ejemplo, asistió al programa Animal Nocturno de TVN para relatar, una vez más, el caso que sus asesores le habían insistido no volver a tratar.

"Da tranquilidad diciendo que estamos todos unidos como familia, todos juntos, a pesar de los conflictos. Aunque no sea verdad. Eso da una imagen de fortaleza. Usa a la prensa, porque es publicidad gratis" , aconsejaba Espinoza por mail a Gerardo Rocha hijo cuando tenían una relación cordial.

En ésta y otras ocasiones, sus consejeros intentaron frenar el ímpetu controversial de esta mujer de pocas palabras y voz tenue. "Nuestro objetivo era contenerla con el fin de que su conducta fuese prudente. Creíamos que debía mantener un bajo perfil y un equilibrio en su estado de ánimo", agrega un ex asesor.

Los riesgos

Para reforzar la imagen de Verónica Espinoza como "una mujer capaz y con proyectos", sus abogados estuvieron de acuerdo en un principio con respaldarla en su decisión personal de escribir su autobiografía. Varios de ellos dieron entrevistas para ser consignadas en el libro y uno de los integrantes del equipo jurídico, Luis Iván Muñoz, socio del estudio Muñoz & Ríos, prestó su casa de campo en Villarrica para esa reunión clave donde su clienta sonrió conforme con el trabajo de sus ghostwriters.

Con el paso del tiempo, sin embargo, el apoyo a la idea de publicar las memorias fue disminuyendo, en la misma medida que crecía la persistencia de Espinoza en sacarlo adelante. Una de las mayores aprensiones de sus asesores habría sido el excesivo protagonismo que ella adquiría, lo cual -según decían- podía poner en riesgo su potestad sobre el patrimonio de sus hijos. La razón es que  los US$ 19 millones que recibieron los niños no pueden ser destinados a proyectos personales de su madre ni de ninguna otra persona.

Incluso, esa situación ha sido mencionada en el estudio Muñoz & Ríos como una de los motivos que causaron el quiebre profesional con su famosa clienta. Esta versión, sin embargo, es cuestionada en el entorno de la sicóloga, donde atribuyen el distanciamiento definitivo entre ambas partes a una supuesta deuda millonaria que tendría uno de los abogados del bufete con Verónica Espinoza.

La controversia generada la semana pasada a causa  del libro es un tema que se resolverá en tribunales. Hoy, ella enfrenta una querella por estafa y giro doloso de cheques, y además los autores del libro le exigen una indemnización de $40 millones. Espinoza contrató al estudio Puga & Ortiz para su defensa.

En este escenario la sicóloga parece haber perdido el control total sobre el destino de su libro. Y peor aún, sobre su contenido. Tomasevich y Khavessian han comentado que la propiedad intelectual les pertenece, y al interior de la familia Rocha aseguran que ambos autores se habrían acercado a ellos para continuar con el proyecto. Habrían aducido que el verdadero protagonista de la historia podría ser el fallecido Gerardo Rocha.

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