Por Felipe Bianchi Febrero 12, 2010

Partamos por hacer justicia: no estaríamos frente a tema alguno si el gobierno de Bachelet no hubiera pensado, querido y aceptado mejorar la cara del Estadio Nacional. El gigante de Ñuñoa, el elefante blanco o como quiera usted llamarle, necesitaba refacción hace décadas. Y por distintas razones y la misma ceguera y negligencia, nadie daba el paso. Ni Pinochet, ni Aylwin, ni Frei, ni Lagos.

También es digno de alabanza que, puestos a analizar los tiempos y los avances del plan -desde ahora "la obra"- la presidenta haya tenido la decencia de optar por lo sano: reconocer el atraso y no abrir el boliche a la buena de Dios, como estaba, con lo que había no más… que era malo y poco. Se pudo caer en esa tentación populista y egótica, porque la inauguración estaba planteada justo antes del cambio de mando y porque Bachelet ha sido -por mucho y por lejos- la autoridad que más ha impulsado la refacción y construcción de estadios en Chile en toda su historia.

Dicho esto, vamos al tema de fondo: la obra. ¿Cuál obra? Pocas veces un trabajo arquitectónico tan caro y tan importante para la ciudad ha contado con menos información antes, durante y después de ser lanzado a los cuatro vientos. Porque seamos francos: no se sabe nada, y ésa es la primera gran señal de alarma. El símbolo de que algo huele mal.

¿Que hemos visto en estos meses? Al MOP tratando de poner la cara para dar una fecha que no existe, que se corre y que ya resultó estar, al menos una vez, equivocada. Nadie, hasta ahora, se ha plantado frente a la prensa para decir realmente, con pelos y señales, de qué va el proyecto. Nadie está realmente a cargo. Deme un nombre ¿a ver? No hay. Y por ende no hay mapas ni plazos reales. Lo único que se escucha y se ve son las quejas de Gonzalo Mardones, el arquitecto designado por Piñera para analizar la obra. De hecho, Mardones ha sido más protagonista en esto que los que supuestamente están a cargo.

¿Qué empresa dirige todo, qué arquitectos, qué contratistas, qué fiscal? Todo es una nebulosa. Aunque adentro juren que están claritos, hacia afuera es pura oscuridad. La percepción generalizada es que no sólo hay muchas manos para un solo plato, sino que hay varios cubiertos que ni siquiera se han usado (o licitado).

¿Hay fecha realista, seria, creíble de inauguración? No. Y de hecho el paso del tema a la administración Piñera puede hacer que todo cambie otra vez. Se dijo marzo. Las pinzas. Ahora dicen abril. Mmmm. ¿Mayo? Capaz. La empresa encargada de la instalación de las nuevas butacas, Bash, ya admitió que terminará sus faenas al menos en 70 días más, dos meses, que choca de frente con las fechas dadas una semana antes por el ministro Bitar. Incluso los encargados reconocieron que el plazo podría extenderse hasta mayo. Y si le agregamos la segunda parte del plan -la fachada y el techo-, la fecha de entrega podría dispararse al 2011. ¿No era que sólo faltaban los asientos?, como se dijo desde el MOP. Farso, farso, farso. Falta muchísimo más.

¿Qué hacen los arrendatarios mientras tanto? ¿La U, por ejemplo? ¿La misma ANFP? ¿Y los atletas? Seguir sufriendo. Y esperando. Porque el tema de fondo es que el proyecto fue encomendado… sin proyecto. Así de simple. No había, y aún en cierto modo no lo hay. Imposible coordinar nada. El otro día, de incógnito, metí las narices un rato en el estadio. Ojalá no echen a alguien, pero me dejaron pasar. ¿En cuatro palabras? No hay para cuando. Aunque no soy un experto, me llamó poderosamente la atención una simple cosa: había poca gente trabajando. Poquita. Unas treinta personas. Yo calculaba que habría al menos unas 200 por la magnitud de la obra y la premura de los plazos. No era así. Pudo haber sido la hora…

En todo caso, Mardones (Piñera) ya anunció que podrían hacer todo de nuevo: congelar y llamar a concurso nacional e internacional con bases más claras y exigencias arquitectónicas irrenunciables. Porque ésa es otra: los asientos están más cerca, unos de otros, de lo que pide la FIFA. Y la cancha mucho más lejos -producto de la pista de rekortán y el foso- de las exigencias para los estadios internacionales. ¿El techo? Moya. En el aire, literalmente.

¿Se puede inaugurar así? De modo alguno. Sería irresponsable. Por mientras, todos miramos desde afuera. Ya un poco enojados. Bastante, en realidad. No por el atraso, que siempre está dentro de lo probable en obras tan gigantescas, sino por la falta de claridad. De hecho, dejo planteada otra duda: ¿es cierto que una vez más nadie contempló dentro de las obras hacer el museo deportivo que el Estadio Nacional se merece? ¿Es cierto que no forma parte del proyecto? ¿Que otra vez se van a perder la oportunidad de que, como pasa en Inglaterra, en Argentina, en Brasil, en Francia, en Italia, en Uruguay, en Holanda y en casi todo el mundo, la gente pueda visitar el estadio en la semana para hacer turismo deportivo? ¿Es verdad que a nadie se le ocurrió?

* Editor de contenidos de CDF.

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