Por Alfredo Jocelyn-Holt Enero 2, 2010

Tengo al frente mío una media docena de libros de corte publicitario-oficial sobre Chile que aparecieron para la época del Centenario,  algunos "XL", profusamente ilustrados, llenos de cifras e información; también una larga serie de números de 1910 de revista Zig-Zag. Curiosamente, sin embargo, si uno revisa con cuidado dichas publicaciones se llevará la sorpresa de que la Iglesia Católica es más bien opaca u opacada. En efecto, se suelen enfatizar la unión Iglesia y Estado; los vínculos administrativos a través del ministerio correspondiente (Culto); la dependencia financiera de sus más altas autoridades, canónigos y curas, contemplada en el presupuesto nacional; y su relativamente magra cobertura sacerdotal (en un país de 4 millones de habitantes, 1 sacerdote por cada mil chilenos).

En definitiva, una discreta figuración nacional, a lo sumo, mitigada por ciertas referencias que aluden a su relativa participación impartiendo enseñanza primaria y secundaria (en esta última sólo un 18% en 1915); más llamativamente, el que 95 instituciones hospitalarias fueran servidas por religiosas; y el hecho de que existiera una Universidad Católica, aunque todavía en pañales con sólo tres facultades y 990 alumnos. Agreguemos a ello algunas fotografías anecdóticas que muestran a mujeres cubiertas con sendos velos negros (a la usanza árabe), a una que otra aparatosa ceremonia clerical, y eso sería todo del Chile supuestamente "católico".

Obvio que es una visión parcial, a tono con prejuicios anticlericales muy de época, los cuales podían ser hasta más brutales. Valdés Canje (figura destacada en las polémicas de ese año) sostenía que la enseñanza de Iglesia era un "engaño", fomentaba la "división de clase", y "maleaba" el carácter. Una visión que, sin duda, tuvo acogida favorable en el mundo gubernamental; de ahí que las publicaciones oficiales tendieran a bajarle el perfil a la Iglesia, omitieran la enorme influencia política de su hábil jerarquía, sus vínculos con el Partido Conservador, y su todavía potente gravitación en el mundo rural. No siendo otro el propósito en mente que priorizar los "progresos" de un Chile laico y republicano.

Un escenario muy distinto al de nuestros días. En que si bien todo indica que vivimos en un país claramente menos católico que el de 1910 -un sacerdote por 6.500 habitantes, sólo un 77% de católicos en todo el país, 6% de los cuales asiste a misa dominical, según cifras de 1992-3-, cierto afán obsecuente por congraciarse y no ofender a la Iglesia es, quizá, mayor. En cuanto sondeo difundido, la Iglesia aparece como una de las instituciones más confiables. Su presencia en medios periodísticos es conspicua. Su llegada a círculos de poder es indiscutible, al punto que algunos hablan de un poder de veto para cargos ministeriales y en temas "valóricos", y eso que no dispone de un partido específico que la ampare, como sí lo había en 1910.

A todas luces, una paradoja. Antes éramos un país sostenidamente católico aun cuando se criticaba o ponía a raya a la Iglesia; mientras que, hoy, estamos ante un país menos católico pero cuya Iglesia goza de renovada buena salud. Una muy posible explicación es que en 1910 la sociedad seguía siendo atávicamente católica aun cuando el liberalismo oficialista era político y moderadamente anticlerical; en cambio, hoy en día, la sociedad es laica, quizá postcristiana, pero nuestro mundo político hace rato ha dejado de ser secularizante y liberal.

* Historiador

Un país menos Católico

1910

98% de la población es católico
0,8% no tiene religión o es pagano
2.653 religiosas
697 sacerdotes
5 diócesis católicas
295 parroquias en todo Chile

2010

69,9% es católico
8,3% se declara ateo o agnóstico
15,14% evangélico
4.877 religiosas
2.400 sacerdotes
27 diócesis católicas
937 parroquias en todo Chile

Fuente: Revista Zig-Zag (1910) / INE /  Conferencia Episcopal de Chile.

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