Por quepasa_admin Diciembre 5, 2009

QPedia 2009: A

Andrés Velasco

Por Martín Vinacur

"Dime, Martín, ¿tú qué piensas? Esta aprobación -cariño, por decirlo de alguna manera- ¿es producto de haberle dado bolilla a algún consejo oportuno, o simplemente una mera casualidad?... Yo me inclino por lo segundo".

Velasco es un tipo inteligente. Se responde solo.

Deconstruir los factores que hicieron que Velasco tuviera la imagen que hoy tiene, sería perdernos de vista el ingrediente esencial: nosotros. Somos semiólogos espontáneos. Decodificamos signos y los reelaboramos en una creación colectiva.

Esta construcción, tal como sucede con Bachelet, da solidez a sus aciertos y nos hace más tolerantes con sus errores. El affaire del documento de Frei en el Congreso, reconocido por Velasco mismo como "torpeza", no pasó a mayores.

En la jornada de Velasco hay un arco, con simetrías que encajan en la narrativa del inconsciente colectivo. El relato providencial de su política contracíclica, guardar en vacas gordas para gastar en vacas flacas, es literalmente bíblico. Mientras todos criticaban su constipación de billetera, Velasco, silencioso, se mantuvo firme. A lo Noé.

Velasco es culto. Mundano. Así como ME-O es el depositario de los votos de desgaste, Velasco es el candidato ausente que mamá hubiera preferido. Velasco sería un mejor yerno, porque es mejor partido. Y lo es porque viene sin partidos.

Velasco es independiente, sin doble discurso. No conocemos el otro lado de su chaqueta. No coquetea con el viento.

En su historia es ineludible el episodio de su hija menor, la ordalía máxima a la que un padre se puede someter. Y es como padre que recibe el torrente de afecto y apoyo. Velasco es para nosotros, a partir de ese momento, más humano que nunca. Este episodio es un capítulo importante, pero está lejos de ser una estrategia de cálculo político. Su vida personal es una puerta que, desde la gratitud, él dejó quizás demasiado abierta. Entonces Velasco nos resulta atractivo, consumible. Y consumirlo es canibalizarlo, hacerlo nuestro. A imagen y semejanza. Todos somos ese padre.

Al revés de lo que suele suceder, Velasco se ha ido sacando máscaras de solemnidad que le eran ajenas. El que conocemos es más parecido al Velasco genuino.

-¿Qué tenés ganas de hacer?

-¿La verdad? Estar en casa, con cada una de mis hijas en cada rodilla. Y con mi mujer.

* Publicista AldeA Santiago

Anthony Bourdain

Anthony Bourdain

Por Daniel Greve

Bourdain no vino a Chile a cocinar. Ni a contar secretos. Simplemente llegó invitado por una marca de artefactos gastronómicos a hablar de su programa de TV. Y a decir que tenía el mejor trabajo del mundo, que le pagaban por comer y viajar y todas esas cosas que generan una incómoda envidia. Quienes fueron a su conferencia en plan groupie, pudieron deleitarse al verlo ahí, sentado, guapo, trasnochado y con su sonrisa periférica. Pero quienes fueron por sus libros, por su relato tánico, por su lengua mordaz, volvieron a casa a hacerse el haraquiri. Era obvio. Un cocinero que viene esponsoreado por una marca de cocinas y no cocina, logra confundir. Un Bourdain cocinando hubiese sido un espectáculo. Pero no pasó. La visita de Bourdain fue también una excusa para darse una vuelta fugaz y voraz por Chile, decepcionarse de nuestros completos y nuestro pisco sour -con justa razón- y fascinarse por el sur. Pero de cocinar, o de contar una historia potente, que no le hablen. Para eso están sus libros, no sus viajes.

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