Por Reinaldo Escobar, desde La Habana Noviembre 28, 2009

Viendo un documental sobre los últimos días de Franco, una amiga española me dijo: "Yo estaba en esa demostración y no podía sospechar entonces que el fin estuviera tan cerca". En la tarde del pasado 20 de noviembre, mientras decenas (quizás cientos) de simpatizantes con el régimen cubano me zarandeaban en la vía pública, tuve esa sensación de asfixia emocional que se sufre al comprobar que la pesadilla no termina, sino que evidentemente recomienza.

La desazón se había anunciado dos semanas antes. Mi esposa, la blogera Yoani Sánchez, sufrió un secuestro cuando intentaba participar en una marcha contra la violencia. La iniciativa había sido de un grupo de jóvenes artistas y consistía en desfilar por cinco cuadras a lo largo de la calle 23, la más céntrica de La Habana. Portaban carteles que decían cosas como "Súmate" y "No a la violencia". Yoani, la blogera Claudia Cadelo, el escritor Orlando Luis Pardo y otra joven llamada Silvia, fueron interceptados unos 300 metros antes del punto de encuentro, en la intersección de 23 y la Avenida de los Presidentes. Un auto negro con matrícula privada frenó junto a ellos y tres hombres vestidos de civil, sin identificarse, los conminaron a subir. Empujones, gritos, forcejeo. Los transeúntes que esperaban un ómnibus y otros que pasaban miraban atónitos sin atreverse a intervenir. "¡Auxilio, estos hombres nos secuestran! ¡Avisen a la policía!". Pero nadie hacía nada.

Uno de los secuestradores gritó a los curiosos: "No se metan, que éstos son unos contrarrevolucionarios". Entonces llegó una patrulla con policías uniformados. Yoani les pidió auxilio, pero ellos sólo obedecían las órdenes que les daban los secuestradores. Claudia y Silvia fueron sacadas de allí por la patrulla policial y Yoani y Orlando Luis metidos a la fuerza en el auto negro. Golpes, amenazas, más golpes, la cabeza de los secuestrados en el piso del auto. "Hasta aquí llegaron tus payasadas, Yoani" y unos minutos después fueron arrojados violentamente en una calle solitaria.

Cuando finalmente lograron reencontrarse, lo primero que hicieron fue avisarle al resto de los amigos, que es igual a haberle avisado al resto del mundo. Una secuencia de llamadas telefónicas, correos electrónicos, posteos en Twitter, SMS y contactos personales desató la furia de los medios informativos fuera de la isla. El buque insignia de la blogósfera alternativa cubana había sido atacado y la solidaridad fue masiva e inmediata.

Las palabras de Obama

Yo estaba a 500 kilómetros del lugar de los hechos, visitando a mi familia en la provincia de Camagüey y sólo me pude encontrar con mi esposa en la noche del sábado. Tenía un pómulo inflamado y casi no podía caminar por los dolores en las vértebras de la región sacro-lumbar. Un amigo trajo una muleta y fuimos al policlínico del barrio. Nos estaban esperando. La doctora de guardia hizo la consulta bajo la supervisión de un funcionario de la salud pública que todo el tiempo insistía en minimizar los daños. Evidentemente, ellos temían que la intención fuera arrancarles un certificado oficial como prueba para una denuncia, pero nosotros sólo buscábamos atención médica.

Esperé tres días para escribir algo en mi blog. Fue entonces que publiqué un texto que titulé: "Reto a duelo (verbal)", donde desafiaba a un tal agente Rodney, que fue el único de los atacantes que pudimos identificar. Puse su foto y puntualicé que lo esperaba a las cinco de la tarde del 20 de noviembre, en la misma esquina de 23 y Avenida de los Presidentes, no para liarme a golpes con él, sino para dialogar, para escuchar las razones que ellos pudieran esgrimir, para que tuvieran la oportunidad de negar los hechos o, si lo preferían, para que pidieran disculpas. Subrayé que no convocaba a nadie, ni a los opositores, ni a la prensa, ni siquiera a mis amigos, pero que aceptaba la presencia de testigos.

Parecía que ya no cabrían más acontecimientos en nuestras vidas, pero sucedió que el miércoles 18 de noviembre Yoani recibió lo que se puede catalogar de una sorpresa profesional. El señor Barack Obama, presidente de Estados Unidos, le hizo llegar sus respuestas a siete preguntas que ella le había enviado semanas antes. Las encabezó con un cordial saludo, donde la felicita por haber obtenido una mención en el Premio María Moors Cabot de la Universidad de Columbia y añadía: "Tu blog ofrece al mundo una ventana particular a las realidades de la vida cotidiana en Cuba". A lo largo de sus respuestas, Obama ratificaba su predisposición al diálogo: "Estados Unidos no tiene intención alguna de utilizar fuerza militar en Cuba". A pesar de ser ésta la primera vez que, al menos en 50 años, un presidente norteamericano responde a un comunicador de la isla, ni un solo medio oficial cubano ha informado o ha comentado algo sobre el asunto. El presidente Raúl Castro recibió otras siete preguntas de Yoani Sánchez, pero ha tenido menos tiempo para responderlas.

La herida de Cuba

La agresión

Faltando siete minutos para que fueran las cinco de la tarde del  20, puse mis pies junto a la señal de granito que marca la intersección de la Avenida de los Presidentes y la calle 23, en el capitalino barrio del Vedado. La noche anterior la televisión cubana había anunciado que ese viernes, en ese mismo sitio, se realizaría un evento cultural de los universitarios para celebrar el Día Internacional de los Estudiantes, el cual ya se había conmemorado en su fecha, el 17 de noviembre. Festejarían también el cincuenta aniversario del triunfo de la revolución (con once meses de atraso) y el próximo Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, programado para abril de 2010.

Dos kioscos vendiendo libros, un centenar de sillas plásticas frente a un improvisado escenario por el que pasarían varios trovadores y una inusual comparsa constituían la evidencia de que allí, desde las cuatro y media, todavía dentro del horario de clases, los estudiantes harían su jolgorio. Pero había más. Un crecido número de gente sospechosa de no ser estudiante merodeaba por el lugar. Hacían fotos, hablaban por teléfonos celulares y walkie talkies. También estaban mis amigos, gente de diferentes tendencias y creencias que, sin haber sido convocados, decidieron ser mis testigos en el duelo que pretendía ejecutar.

A las cinco y quince, como movidos por el mismo resorte, todos los representantes de la prensa extranjera acreditados en Cuba, la CNN, NBC, AP, Reuters y otros, me rodearon apuntando hacia mí sus cámaras y micrófonos. Les señalé hacia donde ya se movía la comparsa (creo que movida por el mismo resorte que ellos) y a modo de comentario profesional, entre colegas, les dije que la noticia parecía estar allá, donde los estudiantes celebraban una fiesta. "Porque lo que yo estoy haciendo aquí es esperando a un señor", dije. Y entonces les expliqué sintéticamente, y a viva voz, lo que ya había publicado en mi blog.

Apenas pude terminar la última frase -"y si me pide disculpas, se las doy"-, cuando un joven talibán saltó al ruedo. ¡Qué buena memoria tenía ese muchacho! Dijo todas sus consignas con una fidelidad impresionante. Inmediatamente nos rodearon otras personas, que a coro junto al talibán, con la excelente pronunciación aprendida en el sistema educacional cubano y haciendo uso de la vibrante voz que da una salud asegurada gratuitamente por el Estado, impidieron que la voz de este solista continuara diciendo cosas que no estaban en el guión oficial de la actividad programada.

El deporte es otra conquista de este proceso que ya dura 50 años, aunque si nos atenemos a sus más compartidas reglas lo cierto es que mi oponente perdió por no presentación. Hay que reconocer que los que acudieron en su lugar sabían dar golpes. Por suerte, o porque a pesar de todo es verdad que Dios existe, la mayoría de los impactos cayeron en los amigos que me rodeaban como una coraza protectora. Era un escudo de un notable sentido ecuménico: un bloguero, un pastor bautista, un opositor y una mujer de las que integran el grupo de apoyo a las damas de blanco, esas incansables madres, esposas e hijas que reclaman sin reposo la libertad de sus familiares encarcelados por motivos políticos. Si yo hubiera recibido todo lo que cayó sobre ellos, quizás no podría ahora estar escribiendo este texto.

La única señal

Ya han pasado los días. Los chichones y hematomas van desapareciendo de nuestros cuerpos. La herida más difícil de curar es la que me produjo la constatación en carne propia de los terribles efectos que ha dejado en una parte de la población cubana el prolongado daño ocasionado. La intolerancia y el fanatismo siempre fueron ajenos a nuestra idiosincrasia. Hubiera aceptado un abucheo, una burlona trompetilla, pero tardaré en recuperarme del odio -ojalá que fingido- de personas jóvenes que permitieron ser llevadas allí, no como cabras al matadero, sino como perros de presa frente a un hombre desarmado.

Algunos comentaristas han llegado al extremo de especular que lo ocurrido ese día fue la respuesta del gobierno cubano a la mano tendida por Obama. No soy tan vanidoso como para pensar que fui el elegido para responderle al mandatario norteamericano, pero tengo que esforzar mucho mi buena voluntad para no ver en este gesto de barbarie una señal, una rotunda e inequívoca advertencia a todos los que se imaginan que existe la más mínima posibilidad de dialogar con el poder.

No sería una señal venida de las altas esferas si yo creyera que el centenar de coristas que me insultaba, me escupía y golpeaba, eran personas que habían tenido acceso a mi blog (bloqueado dentro del territorio nacional) y una vez que leyeron mi texto decidieron ir allí a darme mi merecido para defender al agente Rodney, que en definitiva lo único que había hecho era ser el jefe de la cuadrilla que magulló a mi esposa. Para creer eso, tendría que ser más vanidoso todavía.

Me queda la esperanza de que, dentro de un tiempo que debería ser corto, cuando vuelva a ver los videos de lo ocurrido, comente a los amigos que yo estaba allí y en ese momento no podía sospechar que todo estaba terminando.

Una pareja incómoda

Reinaldo Escobar (1947) es periodista de la Universidad de La Habana y ejerce como independiente. Desde diciembre del 2007 mantiene una página personal en el portal Desde Cuba, el mismo en el cual escribe su esposa Yoani Sánchez, quien ha recibido distintos premios -y ha sido reseñada en medios de todo el mundo- por su popular blog Generación Y. Ambos viven en la capital cubana, desde donde escriben sus textos críticos. Desde marzo del 2008, sus blogs están bloqueados en Cuba: desde entonces, para actualizarlos, deben enviar los textos por e-mail a amigos en el extranjero, quienes los suben a internet. Cada post recibe cientos y hasta miles de comentarios.

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