Por Felipe Bianchi Octubre 17, 2009

Partamos por lo obvio: si no fuera por Mayne-Nicholls, Bielsa no estaría en Chile. Así de simple. Así de claro. No era una cosa de plata, ni de jugadores, ni del momento. Otro no lo habría conseguido.

Hace rato que Mayne-Nicholls quería a Bielsa en Chile (me consta). Y cuando lo logró fue igual que cuando un cabro chico termina por completar un álbum de figuritas o se saca un siete en un examen complicado: se reía solo. Sabiendo que después sólo podía haber premios, que era cosa de tiempo para iniciar la cosecha.

Digámoslo así: Bielsa enganchó primero con Mayne- Nicholls, no con Chile. Y enganchó porque el presidente del fútbol chileno es como es. Punto. Y también por lo que le pidió y le ofreció al rosarino.

¿Cómo es Mayne-Nicholls? Circunspecto, sensato, formal. Compuestito. Y también severo, sobrio. En el molde, parece un alemán o un inglés más que un chileno, aunque él asegura que es, ante todo, de Antofagasta. No es que sea estirado o tieso -de hecho en la intimidad es bastante gracioso-, pero para afuera es esclavo de su deber, hombre de pocas palabras, reposado, casi solemne. Minucioso.

Y eso, seamos francos, no suele darse mucho por estos pagos. Eso fue lo primero que le llamó la atención a Bielsa, como le debe haber llamado la atención a Blatter, en la FIFA. Y a la gente de la Católica, un poco antes.

Luego vino lo que pidió y ofreció Mayne-Nicholls. Partió por pedir disciplina. Que volviera la disciplina en una selección destruida por la mala conducta. También pidió sencillez. Limpiar la casa, revalorizar al fútbol chileno, devolver la dignidad a una "familia" golpeada por la improvisación y las ordinarieces. Por las faltas de respeto. Entre ellas, la mayor de todas: renunciar a la selección porque no traía beneficios.

En eso estábamos, en el subsuelo, en la bóveda fría, en las cavernas, por si usted no se acuerda. Por eso Mayne-Nicholls pidió. Pero también ofreció. Seriedad, respeto, herramientas para trabajar. Y algo muy importante: ofreció no meterse. Dejar las nominaciones, las decisiones técnicas y los usos tácticos al único, al que le corresponde, al señor entrenador.

Hace rato que Mayne-Nicholls quería a Bielsa en Chile (me consta). Y cuando lo logró fue igual que cuando un cabro chico termina por completar un álbum de figuritas o se saca un siete en un examen complicado: se reía solo.

No se habló nunca de clasificar, que es lo que suelen exigir los más simplones. No se habló de puntos, ni siquiera se habló de plata en un primer momento. Conceptos, principios. Ése fue el tono. Y obsesivo como es, Bielsa midió y masticó cada palabra de Mayne-Nicholls. Lo tasó, lo tanteó, lo evaluó. Y le creyó. Es difícil no creerle. Impone respeto Mayne-Nicholls. Y confianza. Desde más chico, cuando estudiaba Periodismo en la Católica. O cuando reporteaba el rugby para la sección deportes de El Mercurio. Tiene don de mando. Incluso jugando a la pelota, donde por razones de talento -escaso, precisemos- decidió más temprano que tarde ser defensa central. Así podía mirar de atrás y dirigir al resto.

Tras conocer por décadas el nivel de los dirigentes del fútbol chileno -lo digo sin ningún pudor, el nivel intelectual, cultural, social y profesional de casi todos ellos- después de verlos, de escucharlos, no cabe duda que Harold no calza con el prototipo. Al menos con el prototipo antiguo. Con esto me refiero no sólo a su aspecto, digamos, poco latino. Además, trabaja como mula. Y es malo para el trasnoche. Parco, poco afectuoso. Compulsivo. No es raro verlo en Pinto Durán un domingo en la mañana. O como pasó ahora, tras la clasificación, sentado frente a su escritorio el lunes -¡feriado!- antes de las nueve de la mañana.

Mayne-Nicholls vive y muere por el fútbol porque le gusta el fútbol. Juega fútbol, lee y mira fútbol, estudia de fútbol, colecciona fútbol. Es una mezcla rara, por lo mismo. Tiene camarín y tiene directorio. Tiene inglés y tiene calle, para decirlo de otro modo. Y eso no es fácil de conseguir. Es un pájaro raro, Mayne-Nicholls. Medio cuico, por aspecto, pero a la vez un poco pinganilla. Debe ser por eso, porque sabía como eran las cosas desde adentro, que luchó tanto por cambiar al fútbol chileno. Y vaya que lo está logrando.

* Periodista.

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