Por quepasa_admin Octubre 17, 2009

Pese a las sonrisas con que se "celebró" el ingreso de 160 mil nuevos jóvenes al padrón electoral, el nivel de participación e interés en la política de este segmento de la población está lejos de pasar por un buen momento.

Las cifras son claras. La Encuesta de Jóvenes y Participación 2009 Periodismo UDP & Feedback muestra que, en los principales centros urbanos de las regiones Quinta, Octava y Metropolitana, sólo el 22% de los jóvenes entre 18 y 29 años está inscrito en los registros electorales; es decir, prácticamente sólo uno de cada cinco podría votar en la próxima elección presidencial.

Pero no sólo eso. Buena parte de ellos tampoco se visualizan como ciudadanos en el futuro. Cuando se pregunta por su disposición a votar en próximas elecciones, el 19% se manifesta "muy interesado" en hacerlo, frente al 43% que asegura estar "nada dispuesto" a sufragar.

Así como existe poco interés por participar en procesos electorales, casi la mitad de las personas entre 18 y 29 años declara no tener interés en recibir noticias sobre asuntos políticos y una cifra similar no considera atractivo mantener conversaciones sobre la materia con sus amigos o familiares. Los partidos políticos y las futuras candidaturas están en serios problemas: el 80% no participaría en alguna campaña.

Esos son los datos generales, pero al poner una lupa sobre ellos se pueden observar algunas microtendencias. Al separar la muestra por género, no se ven grandes diferencias entre hombres y mujeres. Donde éstas sí aparecen es cuando se analizan las respuestas de los distintos sectores socioeconómicos. En el contexto de apatía y desinterés por la política que recoge la encuesta, la desconexión de los jóvenes de bajos ingresos es más aguda que la de sus pares de segmentos más altos. Por ejemplo, la inscripción electoral en el sector de menos ingresos llega sólo al 15%, menos de la mitad del 34% que tiene en los sectores altos. Una situación similar se ve en la disposición a votar en el futuro: mientras el 37% de los miembros del segmento más acomodado se manifiesta interesado en hacerlo, en el sector de menos recursos esta cifra llega a 20%.

Los resultados abren una fuerte interrogante sobre lo que sucederá en el sistema político chileno cuando, gracias a la aprobación de la inscripción automática y el voto voluntario, se sumen 2,5 millones de jóvenes al padrón electoral. Una cosa es que -debido a la aprobación de una ley- este grupo pase a formar parte de la población con derecho a voto, y otra muy distinta es que sus miembros acudan a sufragar de forma masiva. Todo indica que la incorporación de los jóvenes al sistema político requerirá bastante más que la mera entrada en vigencia de la inscripción automática. Una pista está en la pregunta sobre el grado de incidencia que tienen ellos en las decisiones de las autoridades: la mitad opina que prácticamente nada. Es decir, se sienten marginados. Es el círculo vicioso: los jóvenes no les interesan a los políticos porque no votan. Y como no les prestan atención, los jóvenes deciden excluirse del sistema.

El 78% de los encuestados no está inscrito en los registros electorales y el 43% dice no estar "nada de dispuesto a participar en futuras elecciones". Les gusta ME-O y Piñera, y no Frei. ¿Son de izquierda o derecha? Ni lo uno ni lo otro: prefieren, al igual que los adultos, el centro.

¿Esta generación es de izquierda? La interrogante salió a relucir cuando se discutió la inscripción automática y el voto voluntario. De hecho, sectores cercanos a la Alianza se autorrespondieron que sí, y bajo esa premisa aconsejaron no aprobar el proyecto. Sin embargo, los números no coinciden con dichas percepciones, tanto a la hora de situarse en el espectro político, como en las preferencias electorales. Vamos al primer punto: dentro de los que tienen posición, el grueso (casi el 36%) se define de centro (se repite en todos los segmentos socioeconómicos). Los "apolíticos" marcan 29%. Bien a la izquierda, es el 10%. Bien a la derecha, el 6%. Hay un dato interesante: un porcentaje no menor de ABC1 (10%) se sitúa bien a la izquierda, incluso más que los que se identifican, dentro de ese mismo estrato, como de derecha (8%).

Los jóvenes entonces no son tan distintos. Estas cifras no se diferencian mucho de la clasificación política que exhibe la población en general en otras encuestas. De hecho, en la última CEP (agosto 2009), en el centro se clasificó el 25% de los encuestados, 23% no sabe o no contesta, 8% se ubicó bien a la izquierda y 8% bien a la derecha.

Si las elecciones presidenciales se realizaran sólo entre los jóvenes entre 18 y 29 años, los únicos candidatos competitivos serían Marco Enríquez-Ominami y Sebastián Piñera. Este dato se mantiene tanto al considerar los resultados del total de la muestra, como entre quienes están inscritos en los registros electorales. En ambos escenarios, el candidato de la Concertación, Eduardo Frei, queda relegado a un lejano tercer lugar, con aproximadamente el 10% de las preferencias.

Al revisar las preferencias electorales por edad y sector socioeconómico, se observan algunas diferencias en los niveles de apoyo. Enríquez-Ominami tiene un mayor posicionamiento entre las mujeres y los niveles medios, Sebastián Piñera presenta su principal fortaleza en los grupos de altos ingresos, donde es el candidato con mayor respaldo. Frei tiene un mayor apoyo en los niveles socioeconómicos bajos y en el sector de edad más adulta (25 y 29 años), aunque no lidera las preferencias en ninguno de los segmentos.

Es interesante contrastar las preferencias políticas con la percepción que los encuestados poseen de la injerencia del Estado en la economía. Los jóvenes votan por los liberales, pero son estatistas.

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