Por Máximo Pachecho Matte* Octubre 10, 2009

Pertenezco a esa generación que se formó escuchando que el rey del fútbol era Pelé.

Hoy, después de vivir casi 6 años en Brasil, he aprendido que el rey de la política con mayúscula es el presidente Lula. Y si tiene dudas lo convido a ver en YouTube su discurso en Copenhague antes de la elección de la sede de los Juegos Olímpicos 2016.

Cada uno en su ámbito es un rey. Los dos juntos nos permiten entender por qué Brasil consiguió ser el 2014 sede de la Copa Mundial de Fútbol y el 2016 de los JJ.OO.

Brasil comenzó su preparación no hace poco tiempo. Los avances conseguidos en los últimos tiempos lo elevaron a la categoría de una nación que el mundo comenzó a observar. No son pocos los ejemplos de su éxito: estabilidad económica; control de la inflación; reducción de la pobreza; liderazgo en las áreas de biocombustibles; y la creación de grandes empresas globales como Petrobras, Vale, Gerdau, JBS-Friboi, Votorantim, AmBev, Odebrecht, entre otras.

Hace mucho tiempo que Brasil tomó la decisión de abrirse al mundo, entendiendo que las economías modernas y las sociedades desarrolladas son las que miran hacia fuera. Dejó de agotarse en rencillas internas y mirarse el ombligo. Su elite empresarial y su clase dirigente empezaron a pensar en grande y lo hicieron con enorme fuerza y compromiso. Por eso, ahora es el planeta el que comienza a mirar a Brasil.

Las relaciones con los privados que el presidente brasileño emprendió desde el primer día ayudaron a generar un clima pro inversión, cuyos resultados están a la vista: en 2008 la inversión extranjera en Brasil alcanzó una cifra histórica de US$ 45.000 millones, 30% más que en 2007.

El anuncio de la elección de Río de Janeiro como sede de las Olimpíadas generó la reacción emocionada de todo su pueblo, la que me tocó vivir desde el instante en que la noticia se transmitía por radio y televisión. Esa emoción la personificó Lula llorando frente a las cámaras de TV por largos minutos. Transmitió con sus lágrimas todo el espíritu de los brasileños -emotivos, apasionados, luchadores-. Características que ayudan a explicar por qué es una nación que valora el deporte. Me admiró al ir los fines de semana al Parque Ibirapuera y ver a miles de familias disfrutando del clima mientras juegan fútbol, vóleibol o básquetbol. O ir al Parque de las Bicicletas, donde los niños acompañados por sus padres pasean en bicicleta o triciclo. Espectáculo aparte -y maravilloso- son las playas de Ipanema, con jóvenes jugando fut-volley hasta el atardecer.

En el ejercicio de los deportes, los brasileños forjan uno de sus principales atributos laborales: aprender a formar equipos y a trabajar en grupo. A buscar el resultado a través de la acción colectiva. La altísima eficiencia del sector industrial brasileño y su competitividad de clase mundial se deben, en mi opinión, a este rasgo de personalidad aprendido desde niños en las canchas de todos los barrios.

Brasil, el país de mayor población de América Latina y la novena economía del mundo como PIB, está en un momento en que todos los esfuerzos de sus políticas públicas se centran en ampliar su mercado doméstico para sacar de la pobreza a millones de personas y crear así una clase media emprendedora y pujante. Es la inclusión social. En los últimos cinco años, 30 millones de brasileños salieron de la pobreza y 21 millones pasaron a integrar la clase media. Esto da, de paso, una oportunidad para el crecimiento de toda América Latina.

El proyecto olímpico significará inversiones por cerca de US$ 14.000 millones. Podrá, según algunas estimaciones, generar negocios por un valor superior a los US$ 50.000 millones. Y creará más de 120 mil empleos de aquí al 2016.

Además de la victoria deportiva, es hora de pensar en estas otras conquistas definitivas. Los Juegos Olímpicos dan a Brasil esa  oportunidad. El profundo carácter emprendedor de los brasileños lo hará posible.

* Presidente ejecutivo de International Paper- Brasil. Vive desde hace 6 años en São Paulo

Relacionados